lunes, 22 de julio de 2013

Esencia. Puzzle





Se conocieron por internet, algo tan común en estos días! Conocerse no es la palabra exacta ya que muchas veces no llegas a conocer ni al que duerme a tu lado cada noche. Dijéramos que contactaron.
Momento de presentaciones, de risas, de intercambiar datos, correos,… y en un momento dado presentarse mediante fotografías.
Él quiso jugar con ella y le preguntó qué parte del cuerpo de un hombre le gusta más y cuál menos, y le mandaría una foto de cada una de esas partes. Ella respondió rápidamente: la parte que más, sus hombros; la parte que menos, sus pies. Y él así lo hizo mandándole una foto de cada una de esas dos partes.
Durante un tiempo, él le fue enviando fotos de diferentes partes de su cuerpo y le dijo que ella fuese componiéndolas como si de un puzzle se tratara. También la advirtió de que la parte que nunca le enviaría sería la de su rostro.

Finalmente ella completó casi toda la serie y quedó bastante asombrada. Ya estaba asombrada antes en realidad: aquel hombre, por su forma de hablar, le parecía que tenía ese un puntito canalla que a ella tanto la excitaba y a la vez era capaz de ser cariñoso o sensible cuando la ocasión lo requería, y por si fuera poco, era capaz de parecer canalla utilizando un lenguaje exquisito.
Él le preguntó qué le parecía. Ella dijo que estaba asombrada pero que faltaba una pieza, la esencia.  Un cuerpo que te transmite mucho no está completo sin la verdadera esencia, lo que puede transmitir la mirada, el tener cara a cara a la globalidad de aquella persona.

Foto 1, cedida por un lector anónimo

Un tiempo después quiso el destino que pudiesen conocerse personalmente, tomar un café, una charla agradable y ella pudo corroborar que la impresión que se había hecho de él a través de sus palabras y de sus imágenes recortadas era muy acertada. Y cuando él se acercó a su cuello como si fuese a besarla y le dijo al oído “ya tienes también mi esencia”, pareció que el puzzle estaba completado. Ambos estaban equivocados.

Anocheció y llegó el momento de despedirse. Él le dio dos suaves besos en las mejillas.  Ella pensó: “Claro, un beso en los labios hubiese quedado demasiado romántico y no es su estilo, pero….¿se va a ir así, de rositas?”.
Ella le dijo al oído.” ¿A qué no eres capaz de tocarme el culo?”, a ver si de esta manera le provocaba un poco. Él sonrió, se acercó a su boca, mordió con bastante presión sus labios (lo del beso seguía pareciendo no demasiado apropiado), apretando con las dos manos sus nalgas y le dijo muy cerquita del oído: “Y a que tú no eres capaz de chuparme la polla?”.

En pocos minutos estaban en el asiento trasero del coche de ella. Ella besó su cuello, bajo hasta sus pezones, los lamió y con la lengua, ayudada de sus manos recorrió el camino que le quedaba hasta el erecto miembro de él.

Foto 2, cedida por el mismo lector

Ella saboreó aquella polla como si fuese la primera, como si tuviese un sabor que nunca antes hubiese probado, como si estuviese hambrienta de aquel único alimento, y en cambio lo hacía con una maestría de quien conoce sobradamente los mecanismos del placer.
Seguidamente, se bajó el tanga y se subió el vestido y se colocó encima de él. A ella le sorprendió desde el primer segundo que aquella polla se acoplaba a la perfección a su coño, que los vaivenes hacían que el placer fuese creciendo en los lugares en que tenía que crecer…..eso sí que era un puzzle, ahora encajaban todas las piezas.

Antes de que él se corriese, ella bajó, se arrodilló frente a él y volvió a aquella polla que, al contrario que muchas, le parecía exquisita. Él empezó a acelerar su respiración, el momento era inminente; con un gran esfuerzo la previno, por si ella quería apartarse….pero ella no podía ni quería parar, sabiéndose dueña al menos en aquel instante del placer de un hombre como aquel.



Y él explotó en aquellos labios carnosos, que seguramente no lo serían menos de otros labios donde tenía pensado explotar muy, muy pronto.
Se miraron a los ojos y los dos comprendieron que la verdadera esencia era aquello que chorreaba desde la comisura de sus labios hasta su escote.



viernes, 19 de julio de 2013

Reunión de trabajo



Al fin había llegado el gran día, el día de la presentación de la campaña publicitaria que él había diseñado.
Ya había hecho otros trabajos como publicista, no en vano llevaba cinco años dedicándose a ello y no le estaba yendo demasiado mal. Pero aquella campaña era para una compañía de mucho renombre, para el lanzamiento de un nuevo producto, y estaba seguro de que si todo salía bien, aquello lo catapultaría profesionalmente hacia el éxito, porque aún en período de crisis, la gente sigue consumiendo…incluso publicidad.
Hizo la presentación, pasó el video, explicó la campaña publicitaria y todo el mundo permanecía en completo silencio, tanto la junta directiva de su empresa como los representantes de la compañía del producto. Al acabar, el silencio perduró unos segundos más y finalmente, hubo aplausos.

Él se sentía satisfecho y se ofreció a responder algunas cuestiones si las hubiera. Justo cuando el primer comprador alzó su mano, sonó su teléfono móvil. Maldijo interiormente no haber recordado desconectarlo antes de entrar en la sala. Miró que el remitente del mensaje era su esposa.
Pidió disculpas por la interrupción y decidió continuar, contestando a la cuestión que le habían planteado. Hubo un par de consultas más que él resolvió sin ningún esfuerzo, y mientras se oían varias voces al unísono de los directivos que intentaban ultimar detalles del contrato, entró un nuevo mensaje de ella, de Mia, de su esposa.

Pensó que si ella no había llamado al número de la oficina debió ser porque se trataba de alguna emergencia. Así es que leyó el primer mensaje: “Querido…¿recuerdas cuando ayer por la tarde, acabando tu trabajo, me dijiste que me fuera de compras con alguna amiga, que me comprase algo bonito?....Pues lo he hecho. Ahora te envió un mensaje con la foto”.
Él pensó incrédulo en que casi se jugó una reunión importante por algún trapo-última-moda. Pero ya no le necesitaban en la reunión, así es que abrió el segundo mensaje, junto a una fotografía.

Foto cedida amablemente por Mia Jones-Wallace

“Sí, querido, me he puesto un pearcing en el ombligo. ¿A qué me queda mono? ¿Quieres venir a verlo?...te estoy esperando”.

Algo le pasaba a Mia, nunca solía llamarle a la oficina, nunca se hizo fotografías desnuda, nunca le tentó tanto como entonces.
Volvió a mirar la fotografía; era cierto, se había agujereado el ombligo. Y de pronto sintió deseos de besar su ombligo, de chuparlo junto a las bolitas de aquel artilugio, de oler su perfume, de succionar sus blancos pechos, de poseerla pero ya.


Mia estaba en la cocina, preparándose una ensalada para comer. Para ella sola; imaginaba que él estaría reunido, que no habría visto aún su sorpresa, que luego tendría que hacer gestiones y que por supuesto no vendría a comer. Poco podía sospechar ella en esos instantes que no llegaría a comer y que él estaba conduciendo hacia su casa, quitándose la corbata y abriéndose la camisa, mientras se saltaba ya demasiados semáforos en ámbar y cuando lo que en realidad le presionaba eran sus pantalones.


Dedico esta entrada a Mia por su generosidad y confianza al cederme (para deleite de todos los que aquí nos juntamos)  esta bonita imagen suya.

domingo, 7 de julio de 2013

Preparando una cita

A raíz de mi entrada anterior, un lector me envió un correo, en formato relato. Le pedí autorización para publicarlo en el blog, y permiso concedido con la única condición de permanecer en el anonimato. Verás, querido lector, que también he sustituido su nombre, y la llamaremos "ella". En el relato sólo saldrá mi nombre.
Muchas gracias, por escribir, por escribirme, y por el permiso. Y sobre todo, por excitarme a la vez mente y coño, algo no siempre fácil.



Tenía que pensar un plan para follar con Belkis,una bloggera de Barcelona que andaba pidiendo caña. En realidad pedía un amante estable pero pensé que tampoco iba a desperdiciar un buen polvo conmigo, un hombre casado, experto y liberal. Digo bien, un buen polvo, porque aunque Belkis pidiera sólo sexo, toda mujer es siempre una bomba de relojería de compleja factura y peligrosa manipulación. Había que pensar el plan muy bien, digo, y había que tomarse tiempo para dar con todos los detalles.

Pero para pensar en buen sexo hay que estar muy animado y con tanto lío en la cabeza no es fácil encontrar  la ocasión. Pasaban los días y no se me ocurría nada, hasta que una tarde en que había llegado un pedido de ropa erótica comprado por internet para una próxima quedada swinger, ella,mi mujer ,se puso a probarse modelitos.  De tanto en tanto oía el ruido de sus tacones por el pasillo, se abría la puerta de mi despacho y me decía: ¿qué tal?¿qué te parece?  Uff, con todos y cada uno de los conjuntos (mallas, minivestidos, dos piezas, etc) estaba espléndida, supersexy, y la polla me daba saltos de alegría dentro del pantalón dejándome sin palabras. Dado que apenas podía decir otra cosa que interjecciones, me levantaba para hacerle alguna foto con el móvil o para arrimarme a ella melosamente, pero siempre se escapaba por el pasillo entre risitas y protestas (¡ahora no…! ¡luego!) para volver al cabo de un rato con otro modelito y repetir la escena, volvérseme a levantar la polla y acabar la tarde con el slip humedecido.



Luego la noche se complicó y nos metimos a la cama muy cansados así que el calentón de la tarde habría que guardárselo para otro día. De todos modos y a pesar de que aún hacia fresco, yo me acosté desnudo, abracé a ella, que estaba algo destemplada y me puse a darle cariños.  A veces, cuando entra en calor, ella me corresponde, pero aquella noche se quedó dormida al instante, y dicho sea de paso, yo también.  Claro que…, cuando me acuesto desnudo  (es algo que ya tenía previsto…) el fresquito en el estómago me suele despertar  a media noche y…, nada mejor que ese calentón vespertino previo y esa duermevela nocturna para… pensar en el polvo con Belkis.

Asocié las profundas respiraciones de mi mujer al susurro de las olas del mar y empecé sin prisa, imaginando el lugar de mi cita con Belkis, la forma en que nos encontraríamos, alguna sorpresa y otros detalles, y poco a poco fui entrando en calor imaginándola ya semidesnuda. Creo que fue entonces cuando sentí que  tenía la polla morcillona y bajé la mano para acariciármela. Y aunque últimamente me gusta tocármela muy muy suavemente,  tan suave que apenas me muevo, me separé un poco de mi mujer.




Hace años, antes de que hubiéramos dado el paso al mundillo liberal, una noche en que me pilló meneándomela me afeó la conducta, y recuerdo que me entró el mismo sentido de culpabilidad de cuando era un adolescente; pero últimamente, si me pilla meneándomela no sólo se ríe, sino que se siente orgullosa de mi y hasta, si puede, se suma a la fiesta. De todos modos, y como se había acostado muy cansada y con el despertador puesto a las seis de la mañana, no quería despertarla, así que mientras seguía imaginando detalles del polvo con Belkis me la acariciaba con mimos y pequeños toques  que es como siento de verdad la sensación creciente de su dureza.

Sólo cuando empecé a imaginar mis embestidas en el coño de Belkis me dio por sacudirme la polla de la forma más convencional. Estaba llegando ya al punto en que pondría en boca de Belkis ese dicho guarro que tantas veces escucho últimamente en boca de ellas…: ¡córrete ya cabrón!, y atendiendo más a mis embestidas imaginarias que al posible movimiento que hiciera en la cama oí un respingo detrás mío, noté que mi mujer se me pegaba, me metía un dedo en el culo y me decía: venga ya, córrete cabrón…. Ahhh! Pillarme in fraganti, sentir su dedo en el ano y oír sus duras palabras..., ahhh ahhh, y estallé como un globo: puaaaaaahhhh.




Ella no tardó ni medio minuto en volver a dormirse. Fue tan rápida su vuelta al sueño que llegué a pensar si no se habría despertado del todo y que a la mañana siguiente recordaría la escena como de un bonito sueño suyo. Yo me fui extendiendo el semen por el pecho mientras intentaba volver a pensar en cómo podía acabar la fiesta con Belkis, pero ya no tenía la imaginación tan fresca como antes y me empezó a invadir la modorra. Visualizaba imágenes sueltas de esos momentos de alegría que siguen a un feliz primer encuentro con sexo, pero no conseguía hilar un guión y acabé por quedarme dormido.

Cuando sonó el despertador, ella se volvió a acurrucar junto a mí como cuando nos dormimos, me empezó a devolver los cariños y besos del comienzo de la noche, me cogió la polla, y al instante se me puso como un palo. Buenos días mi amor, me dijo, y se levantó. 


Como en el desayuno no me dijo nada de mi paja, pensé que o bien no se había enterado de lo ocurrido a medianoche…, o mejor, que estaba encantada con mis planes de follar con Belkis y con los efectos que me producía.