Se conocieron por internet, algo tan
común en estos días! Conocerse no es la palabra exacta ya que muchas veces no
llegas a conocer ni al que duerme a tu lado cada noche. Dijéramos que
contactaron.
Momento de presentaciones, de risas,
de intercambiar datos, correos,… y en un momento dado presentarse mediante
fotografías.
Él quiso jugar con ella y le preguntó
qué parte del cuerpo de un hombre le gusta más y cuál menos, y le mandaría una
foto de cada una de esas partes. Ella respondió rápidamente: la parte que más,
sus hombros; la parte que menos, sus pies. Y él así lo hizo mandándole una foto
de cada una de esas dos partes.
Durante un tiempo, él le fue enviando
fotos de diferentes partes de su cuerpo y le dijo que ella fuese componiéndolas
como si de un puzzle se tratara. También la advirtió de que la parte que nunca
le enviaría sería la de su rostro.
Finalmente ella completó casi toda la
serie y quedó bastante asombrada. Ya estaba asombrada antes en realidad: aquel
hombre, por su forma de hablar, le parecía que tenía ese un puntito canalla que
a ella tanto la excitaba y a la vez era capaz de ser cariñoso o sensible cuando
la ocasión lo requería, y por si fuera poco, era capaz de parecer canalla
utilizando un lenguaje exquisito.
Él le preguntó qué le parecía. Ella
dijo que estaba asombrada pero que faltaba una pieza, la esencia. Un cuerpo que te transmite mucho no está
completo sin la verdadera esencia, lo que puede transmitir la mirada, el tener
cara a cara a la globalidad de aquella persona.
Foto 1, cedida por un lector anónimo
Un tiempo después quiso el destino
que pudiesen conocerse personalmente, tomar un café, una charla agradable y
ella pudo corroborar que la impresión que se había hecho de él a través de sus
palabras y de sus imágenes recortadas era muy acertada. Y cuando él se acercó a
su cuello como si fuese a besarla y le dijo al oído “ya tienes también mi
esencia”, pareció que el puzzle estaba completado. Ambos estaban equivocados.
Anocheció y llegó el momento de
despedirse. Él le dio dos suaves besos en las mejillas. Ella pensó: “Claro, un beso en los labios
hubiese quedado demasiado romántico y no es su estilo, pero….¿se va a ir así,
de rositas?”.
Ella le dijo al oído.” ¿A qué no eres
capaz de tocarme el culo?”, a ver si de esta manera le provocaba un poco. Él
sonrió, se acercó a su boca, mordió con bastante presión sus labios (lo del
beso seguía pareciendo no demasiado apropiado), apretando con las dos manos sus
nalgas y le dijo muy cerquita del oído: “Y a que tú no eres capaz de chuparme
la polla?”.
En pocos minutos estaban en el
asiento trasero del coche de ella. Ella besó su cuello, bajo hasta sus pezones,
los lamió y con la lengua, ayudada de sus manos recorrió el camino que le
quedaba hasta el erecto miembro de él.
Foto 2, cedida por el mismo lector
Ella saboreó aquella polla como si
fuese la primera, como si tuviese un sabor que nunca antes hubiese probado,
como si estuviese hambrienta de aquel único alimento, y en cambio lo hacía con
una maestría de quien conoce sobradamente los mecanismos del placer.
Seguidamente, se bajó el tanga y se
subió el vestido y se colocó encima de él. A ella le sorprendió desde el primer
segundo que aquella polla se acoplaba a la perfección a su coño, que los
vaivenes hacían que el placer fuese creciendo en los lugares en que tenía que
crecer…..eso sí que era un puzzle, ahora encajaban todas las piezas.
Antes de que él se corriese, ella
bajó, se arrodilló frente a él y volvió a aquella polla que, al contrario que
muchas, le parecía exquisita. Él empezó a acelerar su respiración, el momento
era inminente; con un gran esfuerzo la previno, por si ella quería
apartarse….pero ella no podía ni quería parar, sabiéndose dueña al menos en
aquel instante del placer de un hombre como aquel.
Y él explotó en aquellos labios
carnosos, que seguramente no lo serían menos de otros labios donde tenía
pensado explotar muy, muy pronto.
Se miraron a los ojos y los dos
comprendieron que la verdadera esencia era aquello que chorreaba desde la
comisura de sus labios hasta su escote.