jueves, 29 de septiembre de 2011

Donde tengas la olla








¿Relaciones sexuales en el ámbito laboral, sí o no? Y no me refiero como ámbito a lugar físico, a ese sitio donde vamos a trabajar cada día (los que aún trabajamos), porque esto aún tiene un morbazo impresionante. Casi seguro que más de uno ha fantaseado con tener sexo en su lugar de trabajo. Al menos yo lo hago a menudo…decidme que no estoy enferma!

Como ámbito laboral me refería a tener relaciones sexuales con un compañero de trabajo. Ese compañero-a que un día, por alguna razón, dejas de ver como el camarada, como el compañero de fatigas,…y empiezas a verlo como un hombre (o una mujer). De pronto, ya no te paras a pensar en su trabajo, o en el tuyo, sino que lo imaginas en situaciones más comprometidas.

Ese compañero con el que ya empieza a resultarte difícil mantener casi cualquier tema de conversación; porque, mientras él te habla de recortes presupuestarios, o de movilizaciones laborales, o incluso del tiempo que hace hoy, tú lo estás imaginando en tu cama, lo imaginas desnudo, te preguntas a qué sabrá su piel, fantaseas con un montón de posturas, intentas adivinar cómo será su gesto en pleno orgasmo,…en fin, la imaginación a veces parece no tener límites.




No seré yo quien se atreva a afirmar rotundamente o negar firmemente si son recomendables o no las relaciones sexuales entre compañeros, entre otras cosas, porque no he tenido ninguna experiencia de ese tipo….AÚN.
Creo que las ventajas son todas aquellas que aporta el sexo en general. Y en concreto, pues que puedes llevarte de coña con un compañero con el que ya te llevases bien previamente.
Los inconvenientes…básicamente son laborales y podrían surgir con el tiempo: si uno de los dos es un superior jerárquico del otro, o si uno puede incidir laboralmente en las responsabilidades o tareas del otro,… Y un gran inconveniente sería que te pillasen, pero esto no tiene por qué pasar.

Yo trabajo en una empresa bastante grande y tengo varios compañeros a los que me follaría a la mínima insinuación por su parte, ya que parece que ellos no pillan las mías. Pero especialmente a A.
A. me vuelve loca y se cuela en casi todas mis fantasías y mis momentos “íntimos”. Un día le desnudé un poco mi alma y otro día ya estaba deseando desnudarle entero y saborearlo de pies a cabeza. Pero no estoy segura de si él no se entera, o no hay reciprocidad o…lo más probable, no es libre. Y la parte de él que no es libre trabaja en la misma empresa, aunque en una sección diferente.

Alguna vez unas compañeras y yo, mientras desayunábamos, hemos establecido rankings sobre cuáles son los tipos de la empresa que están más buenos, o los que parecen tener un mejor polvo, o aquellos por los que babearíamos por arriba y por abajo.
Yo suelo ser la que más se dispara, o la que más tipos menciona; creo que soy menos exigente que ellas, la verdad.
Pero al final, la conclusión siempre es la misma y ellas me acaban recomendando un “no te folles a nadie del trabajo” diciendo: “Donde tengas la olla, no metas la polla”.

martes, 27 de septiembre de 2011

Añoranza

Imagen cedida por Nolaaxe



Con lo que echa una de menos una buena corrida, sólo falta que te lo vayan recordando -en modo imperativo- estos gigantescos falos amarillos.




Aprovecho la ocasión para recordar con añoranza a unos lectores (no os mencionaré, tranquilos). Hace un tiempo este blog tenía unos lectores que nunca hacían comentarios públicamente en ninguna entrada, pero lo hacían a través de mi correo. Y sus palabras (excitantes muchas veces, amables siempre) es algo que ahora echo de menos. ¿Dónde os fuísteis? ¿O acaso es que no me funciona el correo? (debería comprobarlo).

domingo, 25 de septiembre de 2011

Sexo ahora

Era una de aquellas noches en que necesitaba especialmente hablar con alguien. Bueno, una alternativa fácil en aquellos momentos era conectarme a internet, al Messenger; alguno de mis contactos estaría conectado y hablaríamos de lo que fuese, temas banales o profundos. Pero no había nadie!
No podía telefonear a “ningún amigo real” pues eran horas intempestivas de un sábado noche. O estarían durmiendo o estarían acompañados.

Ante tal situación, no se me ocurrió nada mejor que entrar en un chat. Hacía años que no lo hacía, seguro que había perdido la costumbre. Sin pensarlo pero sin titubear entré directamente a la sala de Sexo. Ostras! Me pedía un Nick y yo no tenía, claro. Me puse lo que me salió del alma (bueno, salió más bien de otra parte): “sexo ahora”.
Entré. Quizás tampoco hubiese nadie en el chat. Inmediatamente, en cuestión de un par de minutos, se me llenó la pantalla de minúsculas pantallas más, con nombres raros. Eran los mensajes privados, los que te pueden enviar los otros usuarios sin que nadie en la pantalla general vean las conversaciones.

No daba abasto a saludar y a contestar. En un momento dado, creo que había más de dos docenas de ventanas. Si es que era de esperar con el nombrecito que me busqué como alias. Estaba claro que mantener una veintena de conversaciones paralelas era una tarea casi imposible. Había que descartar. Sin pensarlo mucho (no había tiempo para hacerlo), descarté primero las ventanas que empezaban con la pregunta “¿De dónde eres?”. Esta pregunta, en un lugar como aquel, llevaba a intentar tener un encuentro que yo no me podía permitir. Aquella noche no. Descarté después los que preguntaban la edad nada más empezar la conversación, y después descarté a los que escribían “raro” (faltas garrafales de ortografía o los que escribían en plan sms).

Poco a poco me centré en dos conversaciones nada más. En una de ellas, tras un rato de animada charla, se desveló un sujeto de menos de 30 años, al que le apasionaba el sexo y no le importaba cómo o dónde conseguirlo. Vivíamos a escasos 20 minutos en coche, pero le dejé claro desde el primer momento que yo, al menos aquella noche, no me iba a mover de la silla de delante de mi ordenador.
Me convenció, aún no sé ni cómo, de que le diese mi dirección de Messenger (algo que yo antes guardaba para pocas personas, como oro en paño, como si de una mal entendida y tradicional virginidad se tratase).
La charla continuó entonces por el Messenger, ya sin las interrupciones de las otras conversaciones. Era un tipo ameno, divertido. El siguiente paso que intentó fue que pusiésemos nuestras respectivas cams y nos conociésemos personalmente.
Ufff! Difícil paso. Si mi Messenger se abre poco al exterior, la cámara es casi un tema tabú y no se enciende casi para nadie.

No accedí, de entrada. Él insistió tanto que dijo que él sí que la iba a poner. Le dejé claro que no habría reciprocidad y aún así conectó y yo acepté.
Me quedé algo impactada. Pensaba encontrarme a un tipo, no sabía si guapo o no, y me encontré su pene. Estaba totalmente erecto, y su capullo rosado y brillante apuntando hacia el objetivo de la cámara. Un primer plano que me impactó muchísimo. Era tan maravilloso que daban ganas de acariciarlo, de lamerlo,… y no tuve ningún pudor en decírselo.





La conversación iba aumentando en temperatura y al final puse la cámara. Ante el temor de que no le gustase lo que viese y pudiese desconectar rápidamente, fui discreta. Tan sólo mostré el generoso escote de mi pijama y mis muslos, con las piernas cruzadas, apretadas, intentando retener la fuerza que se estaba despertando justo en medio de ellas.

Parece ser que le gustó o que ya estaba predispuesto a que le gustase y empezó a masturbarse delante de la cámara. Evidentemente, dejó de escribir, pero yo no. Y le animé a que siguiera haciendo lo que estaba haciendo, envidiando que no fuesen mis manos quienes acariciasen aquella polla ostentosa y que no fuesen las suyas las que me recorriesen entera, de arriba abajo.
Se corrió. Vi en primer plano aquel derroche de manjar, explotando como los tapones del champagne. Y volvió al teclado (sin lavarse las manos, seria guarro!). Nos despedimos.

Al día siguiente, al volver a conectarme al msn, pude ver en su perfil una foto de su rostro. Era muy guapo y parecía mucho más joven de lo que había dicho.
Durante unos pocos días más, casi todas nuestras conversaciones iban encaminadas a un posible encuentro. Sexual, por supuesto. Era una tentación maravillosa en la que estuve a punto de caer.
Como no caí, nuestros contactos se fueron espaciando y acabamos borrándonos mutuamente del msn.

Queda inaugurada una nueva sección. No he tenido muchas experiencias cibernautas, pero algunas pueden ser narradas. Por supuesto, ya lo sabéis, y estoy abierta a casi todo, y sobre todo a vuestra participación. Si alguien quiere participar contando alguna (¿quién no las ha tenido?), para mí sera un intenso placer publicarla.

jueves, 22 de septiembre de 2011

La solución






Llegados a este punto actual en mi vida (edad, experiencias vividas y otras soñadas, poco tiempo libre, y con una líbido que va y viene) creo que la solución para mí sería encontrar un follamigo.


Ese amigo ideal que te escucha y al que escuchas, que te acompaña al cine o a tomar una copa cuando no tienes con quien ir, esa persona a la que pides y haces favores altruistamente, ese amigo con el que intercambias confidencias, al que llamas por teléfono aunque sea a horas intempestivas y atiende tu llamada, y por si todo esto fuera poco, con el que mantienes relaciones sexuales geniales.
Con el
follamigo existe una compenetración magnífica, dentro y fuera de la cama.


El amante perfecto. La relación perfecta.


Cuando se terminan los encuentros, sean sexuales o no, cada cual se va a su casa. Cada cual resuelve sus asuntos domésticos en su casa. Cada uno se lava su ropa.
Existe el pacto tácito de que única y exclusivamente la relación es amistosa y cuando haga falta, sexual.


Nada de amor ni enamoramientos. Porque el enamoramiento (que todo el mundo que se haya enamorado alguna vez sabe que éste tiene una vida muy corta) lleva a otras cosas como el compromiso, la fidelidad prácticamente impuesta y luego irremediablemente lleva a querer compartir una convivencia.
Y la convivencia, en muchísimos casos, mata la relación o al menos la reconvierte en algo que no era lo que era al principio y mucho menos era lo que deseábamos.


¿Dónde encontrar ese follamigo? No creo que sea especialmente difícil: todo el mundo tiene amigos. En mi caso he ido perdiendo a varios en el camino, o nos hemos ido distanciando por circunstancias de la vida. Los que quedan, prácticamente tienen pareja y eso quizás sea un problema para convertirlo en follamigo. Problema para él sobre todo, porque para una servidora no lo sería.


Cuatro toques de teclado, y aparecen infinidad de opciones por la via internauta. Pero claro, aquí se pierde una de las condiciones básicas que ha de cumplir un follamigo: alguien en quien confiamos plenamente.


No es fácil. Seguiré pensando en ello. Otra alternativa sería el ciber-follamigo, que también es la ostia, pero claro comprenderéis que las diferencias orgásmicas son abismales

martes, 20 de septiembre de 2011

Como agua de mayo






¡Qué bonito es regalar y qué bonito es recibir regalos! Y, aunque hace tiempo que no lo hago, quiero recordar que este blog admite regalos en forma de relatos o en forma de imágenes.



Y hoy lo he recordado, porque cuando más apagada me sentía y por ende apagado el blog, pues voy y recibo dos. Uno, aún está en el aire, y el otro nos lo envia Luna Ardiente en forma de relato, que os transcribo a continuación.


Tu relato, querida Luna Ardiente, ha llegado como agua de mayo y, si a ti no se te ocurre uno mejor, creo que Como agua de mayo tampoco sería un mal título para tu relato, no?

Disfrutadlo, como lo he hecho al leerlo y como espero que Luna Ardiente haya hecho al escribirlo.



Día agotador. Estoy tirada en la cama, despojada de todo, desnuda. Intento descansar un ratito cuando apareces en la puerta. Sin nada. Sólo tú. Me miras con esos ojos de lujuria, con esa sonrisa cautivadora. Te acercas y empiezas a masajearme los pies. Después sigues haciéndome cosquillitas como tú solo sabes para seguir subiendo hacia arriba. Y tus manos siguen rozándome y poquito a poco llegan a acariciar mis muslos. Te detienes y tus labios los besan. Son besos suaves. Calientes. Como tú.

De repente me encuentro con tus labios en mi pecho. Lo besan lentamente como si tuvieran miedo de algo. Yo les digo que no se asusten, y entonces empiezas a jugar con mis pezones. Me gusta tu forma de hacerlo. Me gustas tú. Todo tú.

Me besas en el cuello. Despacito. Como a mi me gusta. Yo me derrito y tú me besas en la boca. Apasionadamente, como nunca antes lo habías hecho.
Entonces te empiezo a tocar esos abdominales que tanto me excitan. Los beso. Los acaricio. Los lamo. Y mi mano no puede parar de jugar con ellos. Y sigue bajando. Hasta que se encuentra con tu polla. La miro descarada. Te miro a ti. Miradas cómplices. La cojo. Decidida como nunca. La muevo de abajo a arriba. De arriba a abajo. Y me la meto en la boca. Sin miedo…

Cuando termino de chupártela, empiezas otra vez a jugar con tu lengua y tus dedos, en mi tripita, en mis muslos, con el vello… y terminas metiendo tu lengua en mi coño. No se que tienes, pero cada día lo haces mejor.

Y sin pensarlo me coges en brazos, me metes tu polla en el coño y me follas en el aire. Como si no hubiera mañana. Con ganas de detener el tiempo en ese instante.

Con esas ganas que a los dos nos están quemando por dentro, y que algún día se harán realidad…






miércoles, 14 de septiembre de 2011

No es lo mismo



No es lo mismo follar que ser follada ni es lo mismo ser puto que ser putero.

miércoles, 7 de septiembre de 2011

Al aparato



Decía Torrevientos hace muy poco en un comentario suyo que lo que a mí no me pase….
Pues hay muchísimas que no me pasan, por eso no las cuento, y casi todas relacionadas con la falta de actividad sexual.
Pero hace dos noches me pasó una cosa curiosa. Suena mi teléfono móvil. No llego a tiempo a contestar la llamada, como me pasa habitualmente. Como el número no me resultaba familiar a simple vista, no devolví la llamada
Y el teléfono volvió a sonar. Sin duda, era alguien que quería hablar conmigo. Esta vez descuelgo y una voz masculina, melosa, dulce, me dice:
-Hola, cielo.
Tardo unos segundos en reaccionar. No reconozco el número ni la voz pero sólo hay una persona que me llame cielo y a la cual yo estuviese esperando desde hacía tiempo.
Contesto riéndome, emocionada, casi excitada, y le explico por qué no le contesté antes, en la primera llamada.
Él me pregunta mi nombre. Pienso que en realidad él tiene ganas de jugar pues sabe que me llamo Belkis e incluso conoce mi nombre real.
Y le digo, juguetona:
- Anda, no seas bobo. ¿Cómo no vas a saber cómo me llamo?
Y él insiste:
- Pues no, ahora no estoy seguro. Pero tú has dicho que has reconocido mi número, no? Y que por eso has contestado.
- No, no, no me resultaba familiar el número. He contestado porque siempre lo hago –le dije yo. Aquí empecé a pensar que algo raro sucedía.
Y le dije:
- A ver, ¿cómo crees que me llamo?
- Diana –me dijo
- Y tú cómo te llamas? –le pregunté yo, ya estupefacta y algo mosqueada
- Álex
- Álex, creo que te has equivocado de número de teléfono.
Y el hombre de la voz acariciante colgó, sin más. Sin ni siquiera pedir disculpas por el error y por el desencanto que me produjo, a pesar de que evidentemente él de esto no tuviese ni idea.
Yo, que en muchas ocasiones no necesito demasiado para dejar volar mi fantasía y que el resto del cuerpo la acompañe, he estado dos días esperando a ver si Álex volvía a equivocarse y poder oir de nuevo esa voz. Si Álex vuelve a telefonear le propondré jugar al sexo telefónico.

martes, 6 de septiembre de 2011

Vestida para matar




Sábado por la noche. Acabamos de cenar y tú te fuiste al sofá a ver una película, creo que era sobre la vida de algún boxeador, mientras yo te dije que pasaría un buen rato en el baño.
Me di una buena ducha. Fue relajante. Sólo faltabas tú en ella.
Me depilé también, y me recreé básicamente en mi coño, rasurando lo rasurable y recortando lo recortable.
Cepillé mi cabello y decidí dejar que se secara libremente, sin usar el secador. Me lavé también los dientes.
Unté crema hidratante por todo mi cuerpo. Me puse unas gotitas del perfume que tanto te gustaba en los lugares donde sabía que olerías y comprobarías si había perfume: en mi cuello, en mis muñecas, en mis antebrazos, detrás de mis rodillas, en mis ingles.
Me miré después al espejo. Hoy me sentía bella, por dentro y por fuera; excitada, por dentro y por fuera; ansiosa por tenerte, por dentro y por fuera.


Me dirigí a la habitación para decidir qué ponerme. Podía ponerme aquel pijama de pantalón corto y tirantes, de color celeste, que me permitía dormir cómodamente. Lo descarté; yo no quería dormir. O podía ponerme un pareo, pero tampoco me atraía la idea. Abrí el cajón de la ropa interior y vi mis bragas, aquellas de color negro, transparentes,…. Las cogí para ponérmelas y me estremecí al recordar que la última vez que las llevaba puestas, te volviste loco; me dijiste que estaba preciosa, que aquellas braguitas eran una invitación a la lujuria y que te las comerías. Y así lo hiciste; saboreaste todos los recovecos de mi húmedo coño sin quitarme las braguitas. El placer fue diferente al sentir tu lengua en mí a través de la fina tela.
A pesar de eso, finalmente decidí no ponerme nada. Cuando tengo ganas de ti, mi mejor vestido es mi propia piel.


Llegué al salón, donde tú continuabas viendo aquella película. Me miraste, de arriba a abajo, excitándome sólo con la mirada, sin tocarme si quiera, y me dijiste: “Me encanta cuando te vistes para matar”.
Sonreí como respuesta. Y me arrodillé en el suelo, frente al sofá, frente a ti. Metí mi mano entre tus slips y agarré tu pene con mi mano. Empecé a acariciarlo, hacia arriba y hacia abajo, muy despacio, y me recreaba haciendo círculos con mi dedo pulgar en tu rosado y húmedo glande.
Tu reacción fue la esperada, y fue instantánea. Empezaste a gemir, muy bajito. Paré, miré a tus ojos, y entendí lo que con la mirada me estabas suplicando.


Retiré tus slips, abrí tus muslos y metí mi cabeza entre ellos. En el mismo instante, introduje tu pene en mi boca. Me encanta tenerte así, y lo sabes. Lo metía entero en mi boca y lo sacaba, despacio, deteniéndome en alguna ocasión para recorrerlo de arriba abajo con mi lengua. Después fui acrecentando el ritmo, y tú agarraste mi cabeza, empujándome contra ti, cada vez más fuerte, cada vez más sabroso,…. Noté en toda mi boca cómo empezabas a embestir cada vez más fuerte y cómo te sobrevenía el primer espasmo de placer.
En la pantalla del televisor, un boxeador con la cara destrozada no dejaba de emanar borbotones de sangre mientras mi boca se llenaba de tus borbotones.


A tod@s aquell@s que de tanto en tanto nos sentimos sol@s un sábado por la noche.

viernes, 2 de septiembre de 2011

¿Con cuál me quedo?








Hoy he recibido un correo electrónico, de humor, que ya había recibido en otra ocasión.


Os lo transcribo:







Un abogado socialista se casa con una mujer que ya se había casado anteriormente 6 veces. La noche de bodas, en la habitación del hotel, la novia le dice:


- ¡Por favor, mi amor, sé delicado, que yo todavía soy virgen!




El novio, perplejo, pues conocía la existencia de los seis matrimonios anteriores, le pidió que le explicara cómo era posible que siguiera virgen después de seis matrimonios. Ella respondió:




- Mi primer marido era psiquiatra, y sólo le interesaba hablar sobre el sexo.


Mi segundo marido era ginecólogo, y sólo le interesaba examinar el aparato sexual.


Mi tercer marido era filatélico, y sólo le interesaba lamer.


Mi cuarto marido era director de ventas, y decía que sabía que tenía el mejor producto pero no sabía cómo utilizarlo.


Mi quinto marido era funcionario, y decía que sabía perfectamente cómo hacerlo pero que no estaba seguro de que fuera trabajo de su competencia.


Mi sexto marido era informático, y decía que si el aparato funcionaba, mejor era dejarlo tranquilo y no tocarlo.




Entonces el marido le pregunta.
- ¿Y, después de tantos fracasos, cómo te decidiste a casarte otra vez?




A lo que la mujer le responde:




- Pues porque tú eres abogado y del PSOE, por lo que estoy completamente segura de que, al final, me vas a terminar jodiendo.





Y ahora, si os apetece, juguemos un rato:


A las chicas os pregunto: ¿con cuál de estos siete maridos os quedaríais?, y si queréis, explicad el por qué.


Y a los chicos os pregunto: ¿con cuál de estos siete maridos creéis que me quedaría yo?


Cuando el diablo no sabe qué hacer, mata moscas con el rabo y ésta es una manera como otra cualquiera de pasar el tiempo así es que animaos a contestar.