viernes, 30 de agosto de 2013

Porque yo lo valgo

Uno de los motivos por los que nunca envié estas cartas de esta sección es porque transcurrió demasiado tiempo. En esta ocasión, en cambio, no ha pasado tanto tiempo. Sé y me consta que ya no entras aquí, pero si entrases y leyeses esta carta, avísame y así me ahorro el sello ;)


Querido P…
Nos conocimos por un medio que en otra época hubiese sido inusual e impensable: internet! Qué gran mundo!
No hubo ninguna pretensión de nada que no fuese charlar y conocernos, y así fue hasta que surgió la posibilidad de conocernos personalmente. Tú enseguida accediste a mis condiciones que no eran otras más que fuesen en un día y un horario determinados, y ya concretaríamos el lugar, que sería más difícil teniendo en cuenta que nos separaban unos cuantos kms, nada insalvable pero eran un problema.
Y no llegamos a concretar. Sin más y sin previo aviso, desapareciste dos o tres días antes del supuesto encuentro. No contestabas a mensajes ni a correos, y decidí que “estas cosas pasan” y no darle más importancia.

Al cabo de un tiempo reapareciste en mi móvil presentando mil excusas por haber sido tan cobarde y no presentarte. Sin que tú lo pidieras y sin que yo lo concediera, surgió de nuevo una posibilidad. ¿De qué? Ni siquiera lo sabíamos, de conocernos, de ser amigos…de lo que fuese.
Esta vez fui más previsora y antes de volver a hablar de vernos, te mandé una fotografía, algo que no suelo hacer prácticamente nunca. Si ibas a tener miedo, yo quería que al menos fuese real.  Y cuál no sería mi sorpresa que aún te entraron más ganas de conocerme al verme! Y el sitio lo concreté más (claro, tendría que haberte dado las coordenadas exactas jajajaja).
Yo, en cambio, no sentía nada más que curiosidad…y aprecio.

Llegó el día y hora previstos, y nos encontramos en el sitio en cuestión. Con una hora de retraso pues te desorientaste y fuiste a otro lugar. No me lo tomé a mal, era normal, bastante esfuerzo hiciste en desplazarte.
Cuando te vi, no sentí nada especial. Dicho de una manera muy, muy bestia…mi coño me pedía que me largara pero mi cabeza y mi corazón me decían que quizás valías la pena, que quizás tenías mucho escondido por ofrecer, que quizás las palabras incendiarias de tus mensajes y tus correos sólo fuesen el preludio de algo. Y me quedé.

Estuvimos tomando copas en un par de sitios. Tú apenas abrías la boca. Y yo, que hablo hasta por los codos, fui sacando temas y así fue como nos conocimos más: trabajo, familia, ilusiones, decepciones,… Pero si yo me quedaba callada, se hacía el silencio. Pensé que eras tímido, muy tímido. Poco a poco, me fui quedando sin palabras, sin temas de conversación…sí, ya es  raro en mí, lo sé.
Cuando fuimos al segundo local, me dijiste que al fin había acertado y que te gustaba mucho. Joder! Me dije que si no te había gustado el primero, por qué no lo dijiste antes? Bueno, al menos aquí estuviste un poco más distendido en la conversación.
Yo seguía sin tener ningún interés especial, sin sentir ese cosquilleo especial que siento a veces, pero allí estaba, esperando que surgiese tu-otro-yo, jajajaja.


Decidimos marcharnos, hacia mi coche, que por cierto yo no encontraba. Cualquiera que haya tenido la ocasión de quedar conmigo, sabrá que es algo que suele pasarme muy a menudo jajajaja, lo siento, soy despistada y de noche me desoriento (pero nunca tanto como para perder la cabeza, sólo pierdo el coche).
El caso es que tú me guiabas por aquellas cases hacia mi coche, y eso que no conocías para nada aquella zona, yo sí. Caminabas varios metros delante de mí. Ahí te delataste, querido. Ahí me di cuenta de que no tenías el más mínimo interés en mí. No caminabas a mi lado… y eso, en otra persona, lo hubiese visto como un gesto machista (fíjate qué clase de hombres hacen eso por la calle). Parecías tener tú más prisas en encontrarlo que yo misma.
Te acompañé a la zona donde dejamos tu coche, me bajé para despedirme y ahí ya vino la definitiva. Me diste dos besos en las mejillas y me dijiste que ya me llamarías para quedar en otra ocasión.
Querido…ahí la cagaste! Tal y como te comportaste durante todo el tiempo, demostrando creo que tu total desinterés, no tenías que haber puesto encima de la mesa la posibilidad de volver a vernos. Eso es mentir, peor aún, enmascarar la verdad.

Evidentemente, no se ha vuelto a producir ese nuevo encuentro y ni siquiera he sabido más de ti. No pasa nada, no nos gustamos y eso es relativamente normal. Lo que me jode es que me tomen el pelo. Así es que me partí el culo cuando al cabo de pocos días recibo un correo de una persona que me proponía quedar para follar. Así, literalmente, sin presentaciones ni nada. Pensé: “bueno, al menos éste habla alto y claro”, jajajaja.

No tenemos edad para jueguecitos, querido, y lo sabes. Si querías una amiga, la tenías. Y podías haber seguido teniéndola aunque no te gustase físicamente. Y si lo que querías era follar, te mostré el catálogo antes de que salieras de compras, no?

También quiero decirte que, aunque en un primer momento tocaste un pelín mi autoestima, me recuperé rápido. Muy rápido. Puedes aspirar, por supuesto (todos tenemos aspiraciones) a quedar con una tía cañón, una tía 10, y si encima es inteligente (porque tú lo eres bastante, o al menos lo parecías), ya de puta madre. Pero ojo….las tías cañón no se conforman con cualquier tipo, que lo sepas. Pocas veces habré pensado yo que he estado con un tipo que no me merece, que yo valgo más físicamente que él, y no sólo físicamente sino en muchos más sentidos…así es que con esta carta quiero agradecerte que me hayas hecho vivir esa oportunidad, uno de esos momentos en que sé que no sólo soy una “gran chica” sino que soy grande por muchas más razones, y que yo sí que me merezco algo más.

Besos!

miércoles, 28 de agosto de 2013

Come y calla



Llevaban juntos más de quince años. Ni él ni ella se planteaban quien de los dos puso más, o cuál de los dos se esforzó menos. El caso es que la rutina se había instalado en sus vidas, la monotonía en su cama y el desamor (que no es lo mismo que el odio) estaba a punto de caerles torrencialmente encima como un cielo negro encapotado de verano.
Habían llegado a ese punto en que, como rezaba aquel chiste, había más defectos que virtudes, aquel punto en que “aquel precioso lunar que tienes cielito lindo junto a la boca”, se había convertido en el deseo de “quítate ya esa verruga, so bruja!”.
El defecto de él que ella menos soportaba ya eran sus ronquidos nocturnos. Ese ruido sordo y seco la impedía dormir, y hasta pensar, y casi ningún recurso de los muchos que llegó a utilizar para apagarlos o amortiguarlos funcionó.
Una de esas noches ella estaba al borde de un ataque de nervios. Pensó fugazmente en coger una almohada, colocársela en la cara y acabar con aquel ruido.


Así es que, sigilosamente (aunque no hiciese falta pues él no se iba a enterar), se levantó, se desnudó completamente, dio la vuelta a la cama, hacia el lado de él, apoyó una rodilla a un lado de la cama, abrió sus piernas, y apoyó la otra rodilla al otro lado de sus hombros, quedando colocada de tal manera que si se inclinaba un poco hacia adelante, su coño caería literalmente sobre su cara.
Y lo hizo. Puso su coño abierto sobre la cara de él. Él dio un bufido como para recuperar su respiración, y cuando abrió los ojos se encontró a su mujer sobre su cara, restregándose sobre su puntiaguda nariz, dejándosela totalmente mojada. Estaba estupefacto y, aunque no intentó moverse, tampoco hubiese podido ya que ella se sujetaba con sus manos al cabecero de la cama y con sus piernas le presionaba fuertemente los hombros.
Como pudo, balbuceó: “Pero ¿qué coño haces?”
Ella contestó: “Que te calles, que no puedo dormir. Que estoy hasta el coño de oírte roncar. Así es que….come y calla!”
Y él, inusualmente, obedeció. Introdujo su lengua en aquella abertura húmeda y empezó a lamer con el ansía de quien tiene mucho hambre de madrugada.

Ella siguió hablando, mientras se movía sobre él, guiando con sus caderas el movimiento y la dirección que tenía que seguir la lengua de él. Pero su voz, aunque seguía sonando enérgica, cada vez era más entrecortada: “…¿creías que no sería….capaz de hacerte callar?.....mmmmm…mira,…ahora no roncas….pero sigue…tú come y no respires…mmmm”, y se mezclaba con el dulce chapoteo que inundaba ya toda su cara.

Entonces ella soltó una mano, apretó la cabeza de él más aún contra su coño, y se corrió en su boca. Evidentemente, no era la primera vez que ella lo hacía, pero quizás sí que fuese la primera en que lo hacía con rabia, con placer pero con rabia, y en la que no pensaba corresponderle.
Deslizó su raja satisfecha por la cara de él unas veces más hasta que se calmó de nuevo su respiración, se incorporó y volvió a su lado de la cama.

Aquella noche ella durmió bien…en mucho tiempo.


jueves, 22 de agosto de 2013

A veces salen caras



El otro día estaba yo haciendo “cositas” delante del espejo del baño, y en un momento dado, en ese preciso momento, me miré. Dios! Me vi horrorosa….estaba muriéndome de gusto, pero estaba más fea que pegar a un padre.
Y eso me dio en pensar en las caras que podemos llegar a poner cuando nos corremos, cuando tenemos un orgasmo. De hecho, si el orgasmo es natural (o sea, no fingido), creo que nos ponemos fe@s de narices, y además no lo puedes controlar….Tu rostro se transforma en función de las sensaciones que estés viviendo, que tampoco tienen por qué ser siempre igual.





En los orgasmos fingidos, por ejemplo los de la gran pantalla, ahí sí que podemos estar guapas y guapos, perfectamente maquillados, o con sudor artificial si ha sido una sesión de sexo dura, con los labios sensuales, los ojos entrecerrados en el punto exacto, con la pantalla enfocando nuestro lado bueno





Una vez oí decir a un tipo (creo que ya lo he contado, no estoy segura) que los orgasmos son dolorosos, y que en realidad el placer sobreviene cuando dejas de sentir “ese dolor” y liberas hormonas. Esta teoría tan ridícula –a mi modesto entender- explicaría por qué ponemos a veces cara de estar sufriendo aunque nos estemos muriendo del gustazo.

También he oído decir muchas veces, más a ellos que a nosotras, que les sublima ver el rostro de su pareja en la cama en el momento de máximo clímax. No sé cuál es la razón, si comprobar que realmente se está disfrutando de lo lindo, o si es porque se está enamorado, porque realmente a veces ponemos cada cara….




martes, 20 de agosto de 2013

Por debajo de tu mesa




Alguna vez tuve (tengo) la fantasía de participar en un trío. Eso sí, nunca me imaginé que sería como éste, en que un tipo arrollador y encantador me mandó un texto, otro tipo dulce y excitante me envió una fotografía, y yo abrí las piernas, digo la mente (jajaja) y les pedí a ambos que me dejasen mezclarlo para el blog a ver qué salía, y he aquí el resultado.

Le escribí un correo diciéndole que me presentaría en su despacho, me metería debajo de su mesa y le haría una mamada tan increíble, que acabaría suplicándome.
A continuación, él me escribió también:

17:50 en la oficina. Hace calor, un calor bochornoso;  no enciendo el aire porque tengo la garganta tocada. Me quito la camisa, estoy sudando, Llevo todo el día pensando en cómo por arte de magia aparecerás debajo de mi mesa. La promesa de una mamada inolvidable no desaparece de mi cabeza y me tiene encendido
Cada poco tiempo, algo entre mis piernas pugna por salir afuera, pero la barrera del pantalón se lo impide, la bragueta se tensa tanto que a veces pienso que la cremallera no resistirá, pero siempre resiste; se ve que las fabrican fuertes para resistir los embates causados por propuestas incendiarias de hembras calientes, como tú, o al menos eso quiero pensar, que tú eres una hembra caliente, no que las cremalleras se fabrican fuertes para resistir la tensión de pollas descontroladas.
Medito si pasar mi mano por encima o no; opto por no hacerlo para no agravar la situación.
 

18:02 sigo sentado delante de la mesa, La tensión ha bajado. De pronto me da por imaginar cómo sería saber que tú estás debajo de la mesa entre mis piernas. La verdad es que nunca me la han mamado así. Joder, la tensión vuelve a crecer, empiezo a calibrar si la idea es factible o no
La verdad es que mi mesa no es muy grande; al lado izquierdo tiene una cajonera que le resta bastante espacio y por el lado derecho un peto y por la parte delantera otro, además como la mesa no es muy profunda no estoy completamente seguro de que hubiese espacio suficiente para que tú pudieras quedar "escondida". Estas elucubraciones han hecho que la tensión afloje de nuevo,

18:10 mi cabeza me dice: "joder tío, de momento es sólo una fantasía, y en las fantasías todo vale, así que seguro que cabe". La tensión crece de nuevo y yo no puedo evitar rozar con mi mano el bulto que asoma, pero... "tu promesa" de esta mañana, ha sido tan decidida, decías... de rodillas debajo de tu mesa, rezar, suplicar, suplicar tú, una mamada, pero no una cualquiera, una mamada inolvidable. Joder eso ha sonado real y por tanto intento valorar si cabes o no debajo de la mesa, Ufff!, tengo dudas.
Mientras mi mano se vuelve a escapar al bulto, la tensión no ha cedido ni un ápice, además noto la polla jugosa, y tanto... una pequeña mancha revela que ni el boxer ni la tela del pantalón han sido barrera suficiente, intento pensar de nuevo en algo que relaje la tensión. Calculo mentalmente las dimensiones del hueco, 1/4 de metro cúbico, ¿será suficiente?, la verdad es que no tengo ni idea, pero la tensión ha vuelto a bajar.
 

18:22 empiezo a valorar si me hago una paja o no. No lo tengo claro, así que... decido mandarte este correo, a ver si en unos minutos me respondes con la solución, pero no de si cabes en 1/4 de metro cúbico, sino de si tú consideras que debo aliviar la tensión aquí  y ahora o mejor dejarlo para otro momento
Si no respondes, que será lo más probable, recogeré y la paja quedará postpuesta hasta otro momento.
ufff, qué cosas ocurren con la promesa de una hembra caliente acerca de una mamada inolvidable debajo de una mesa de oficina, o... ¿será el calor?, Las dudas se multiplican.


 Imagen cedida por un lector del blog

Sigo sin camisa, me arrellano en el sillón. Imagino cómo aflojas el cinturón, sueltas el botón y bajas la cremallera a prueba de pollas descontroladas. Primero ronroneas acercando tu mejilla al bulto y luego dejas la cinturilla del boxer por debajo de los huevos, la polla salta resuelta hacia afuera, resuelta y agradecida, la descapullas con suavidad y hasta mi nariz viene ese olor inconfundible a polla caliente.

Ufff! A  partir de ese momento te apoderas de ella con tu boca y el placer es tan intenso que todo se desvanece a mi alrededor. Me arrellano aún más si cabe y... me dejo llevar y llevar y llevar… Tenías razón, soy yo quien te suplica, no sé qué pero no paro de suplicarte, seguramente cosas totalmente opuestas; afortunadamente tú solo atiendes a mis sensaciones, te guías sólo por ellas hasta que... me derramo por completo, en ti, sobre ti. Ciertamente ha sido una mamada inolvidable.

jueves, 15 de agosto de 2013

Como una perra



Este año, a finales de julio, como ya es tradicional, celebramos nuestra tradicional “cenita de verano” con los compañeros de trabajo. En esta ocasión sólo fuimos 11. Éramos nueve chicas y dos chicos, una mala proporción si fuésemos a bailar valses o pasodobles o si quisiésemos ligar entre nosotros, pero no era el caso. Bueno, para mí un poco, pues uno de los dos chicos era, cómo no?el Sacarino…ese hombre que excita hasta mi médula y mi materia gris.

En el restaurante estábamos en una mesa alargada, él y yo en sendas puntas de la mesa. Él escogió sentarse al lado de la más guapa, aunque no tuviese nada que rascar con ella. Yo, por mi parte, decidí pasármelo bien a pesar de su presencia. Y comí, bebí (mucho), charlé, reí….. lo pasé en grande porque fui capaz de obviar bastante que él estaba presente.

Después fuimos a tomar unas copas a un bar musical. Se repitió lo mismo que en la cena, salvo que en esta ocasión yo fui el centro de atención de la fiesta: una que es divertida, y más con dos copas de más encima.
Al salir el grupo se disgregó; una parte se marchó a dormir y el resto nos fuimos a una conocida discoteca de ambiente de Barcelona. De ambiente por lo visto quiere decir que suele estar frecuentado por gays y lesbianas. Vamos, que mis escasas posibilidades de ligar estaban entonces aún más mermadas, pero a esas alturas de la noche y de mi nivel de alcohol en sangre, yo ya sólo quería bailar.
Y así fue. Nada más entrar, dos copas más y a bailar como si no hubiese bailado en toda mi vida. Me lo estaba pasando genial, estaba totalmente desinhibida y el ambiente era agradable a pesar del alto porcentaje de gente que había mucho más jóvenes que nosotros.
En dos o tres ocasiones salí fuera de la disco a fumar, y todas las ocasiones me acompañó él, pero volvía a su sitio al lado de las chicas monas cuando volvíamos a entrar dentro.

Cuando más ensimismada estaba yo bailando, sentí un calor por la espalda, como si alguien se me hubiese pegado mucho pero sin tocarme. Me giré y me encontré a un chaval, cubano por su aspecto, joven, joven, jovencísimo, que me estaba perreando.
Espero que sepáis que es el perreo, el reggaeton, porque yo no sé definirlo muy bien con palabras. Bailaba muy pegado a mí, insinuándose, recorriendo mi cuerpo de arriba abajo, juntando sus caderas, meneándolas, y todo….sin llegar a tocarme.



En milésimas de segundo se me pasaron mil preguntas por la cabeza: ¿por qué yo? ¿Sería por mis pantalones ajustados de color rojo? (Hacía siglos que no me ponía una prenda roja). ¿Sería por mi camisa negra con una leve transparencia en la espalda? ¿Serían por mis tacones de vértigo que me estaban ya matando de dolor? ¿Sería por mi melena pelirroja, esa noche alisada para la ocasión, flotando al viento? (jajajaja) ¿Sería que le parecí la única madurita interesante del lugar? ¡Qué sé yo! No me preocupé en buscar respuestas y, dentro mis limitaciones (pues no soy una gran bailarina, y no sé perrear!) le seguí la corriente.

Bailamos, perreamos, ahora de cara, ahora de culo, cada vez más y más cerca…… Todos mis compañeros estaban alucinando. Supongo que ellos esperaban que mi reacción hubiese sido retirarme o decirle al niño que se fuera a comprar un chupachups o a jugar con las niñas de su edad.
Creí que me moría de la risa cuando el chaval muy ágilmente se agachó hasta el suelo, se apoyó con sus brazos hacia atrás, abrió sus piernas haciendo que una de las mías le cayese en medio, y empezó a menearse, al ritmo de la música,  rozando mi pierna, siempre sin tocarme.
Cuando no pude más, le di las gracias y volví a salir a fumar.  El S. me acompañó y me dijo que yo estaba muy desaprovechada (pues aprovéchate, joder! Pensé yo).


El resultado de aquella noche fue una resaca a la mañana siguiente, una gran ampolla en un dedo del pie y unas ganas locas de perrear.
No es que me guste esta música desde aquella noche, ya me gustaba antes. De hecho, le pedí a L. que me enseñase a perrear (ella fue a una academia de baile) pero me dijo que lo único que tenía que hacer era dejarme llevar.
Y parte de razón tenía. De todos modos, he buscado algunos vídeos por ahí, empezando por lo básico y creo que al final seré una auténtica perra ;)

El perreo en pareja sí que conlleva tocarse, rozarse, y de hecho mucho! Jajajaja, quizás por eso me parezca  tan sensual, pero el chavalín se comportó, ¿para qué nos vamos a engañar?

¿Os animáis a practicar con lo más básico?

martes, 13 de agosto de 2013

Un alto en el camino

 
 Llevaba ya más de cinco horas conduciendo y me sentía realmente agotada. Eran poco más de las seis de la mañana, empezaba a despuntar el día y sólo me quedaba alrededor de una hora para llegar a casa de mi amiga, pero me pareció que era demasiado temprano para presentarme allí.
Decidí coger una salida y dirigirme a la primera playa que encontrase. No fue nada difícil. Creo que nunca había visto amanecer junto al mar y me pareció algo realmente mágico, como un rayo de vida. Y eso era lo que yo necesitaba después de haber dejado a mi pareja tras una relación de cuatro años.
Saqué una manta que llevaba en el maletero, y me tumbé en ella sobre la arena. Quizás no me durmiese, o quizás solo una pequeña cabezada, pero necesitaba tanto y tanto descansar!

Finalmente debí quedarme dormida, pues al cabo de no sé cuánto tiempo abrí los ojos y el sol me deslumbró. Tenía la boca seca. Tumbada, pude ver que aún era temprano, no había nadie todavía por allí. Me giré hacia el otro lado, y entonces volví a sentirme deslumbrada.
Vi a un hombre desnudo, radiante al sol, bello, de un cuerpo escultural, incitaba al deseo y a la lujuria con sólo mirarlo.
Me quedé mirándolo. Parpadeé repetidamente. Estaba alucinada. O quizás tuve un accidente y aquello era el cielo, y aquel morenazo sería un querubín. No, no podía ser; los ángeles no tienen sexo y aquel tenía un sexo muy bien marcado. Tragué saliva, la poca que aún generaba mi boca, y entonces él me ofreció la botella de la que estaba bebiendo.

Foto cedida por otro excitante lector anónimo

Bebí, insaciable, intentando contínua e inútilmente apartar mis ojos de él. Creo que en pocos segundos batí todos los récords y lo recorrí varias veces de arriba a abajo. Él se dio cuenta y me aclaró que nos encontrábamos en una playa nudista y que haría bien en desnudarme antes de que llegasen los primeros bañistas y yo llamase la atención, precisamente por estar vestida.
Dicho esto, se fue al baño. Se zambulló, y aún vi su trasero resurgir de entre las olas. Se puso de pie, se volvió a zambullir, así varias veces hasta que empezó a nadar mar adentro. Parecía Neptuno sin tridente, y ni falta que le hacía, con lo que tenía colgando.
Cuando dejé de verle, decidí desnudarme y darme un baño. Si no me alejaba demasiado de la orilla, podría bañarme, salir, envolverme en la manta y vestirme antes de que él regresara.
Después del cansancio por conducir y de lo excitada que me dejó aquel tipo, el baño resultó reconfortante. Me tumbé, haciéndome la muerta, y dejé que las olas me acariciasen y me balanceasen….era una sensación mágica y agradable. De pronto, sentí que algo tocaba mi pierna, ¿sería una medusa?

Me incorporé y allí estaba desnudo aquel morenazo. Hice ademán de taparme los pechos, pero el agua estaba bastante clara, sí señor, ya lo creo, yo a él lo veía perfectamente.
Él se rió y me previno de que a escasos metros de donde estábamos el suelo hacía un importante desnivel.
Le di las gracias y no sabía qué hacer. No quería salir del agua y que me viese totalmente desnuda. Sin mediar palabra, se acercó a mí, me apretó contra él, y empezó a besarme y a manosearme.
Evidentemente, me resistí. ¿Qué se había pensado? Si no había nadie más, podía follarse a un pez, o a la primera sirena que pasase por allí, pero ¿a mí?


A medida que me apretaba el culo, y me acariciaba el pecho, fui dejando de resistirme y empecé a corresponderle. Tan tonta me sentía, que no imaginaba que una pudiese humedecerse por dentro….estando dentro del agua, pero ya lo creo que era posible.
Allí de pie, en medio de una playa desierta, bajó sus manos y entreabrió un poco mis muslos. Empezó a acariciar muy suavemente mi coño….yo me moría de placer, casi sentía que mis piernas no aguantarían mi propio peso. Como si adivinase mi pensamiento, mi Neptuno particular me cogió por los muslos, me izó, haciendo que rodeara su cintura con mis piernas.

En un movimiento que a mí me pareció mágico pero para él debía de ser de lo más natural, con una mano me apretó más contra él y con la otra presionó la parte baja de mi espalda haciendo que en un abrir y cerrar de ojos su polla entrase fácil y cómodamente en mí.
Yo no podía creer lo que estaba haciendo y menos aún lo que estaba sintiendo. Le besaba, le acariciaba mientras intentaba sujetarme fuertemente a sus brazos, a sus hombros. Y creía morirme si no empezaba a notar ya cómo trabajaba su polla dentro de mí, así es que decidí moverme, haciendo que su polla entrase y saliese de mí, mientras hacía algo de esfuerzo porque mis piernas no se soltasen de su cintura.


Y él hizo lo mismo, me embistió, con todas las fuerzas con que podía hacerse en una situación como aquella, sujetando hábilmente mi espalda, apretándome como él para acompasar nuestros movimientos, que aumentaban en profundidad, en velocidad, en intensidad…hasta que finalmente los dos estallamos, y nos corrimos…y todos los ríos van a parar al mar.
No sé cuánto tiempo más permanecí así, sobre él. Fue él quien me depositó en el suelo y me cogió de la mano para que saliésemos del agua.
Lo que sucedió en los cuatro días siguientes en que me quedé allí daría para otras cuatro historias. Todo empezó cuando, ya en la arena, envié un mensaje a mi amiga: “Llegaré dentro de varios días. Tu abuela tenía razón: una mancha de mora con otra mora se quita”.




sábado, 10 de agosto de 2013

Tócame....otra vez

 DOnde me acaricias, suena siempre una nueva melodía 



 REcorres mi cuerpo, arrancando notas de placer 


MI piel vibra al contacto con la tuya, me tensas y me destensas 


FAntasía hecha realidad, mi fantasía


SOLamente me duermo al compás de tu respiración


LA voz del placer la escribimos con notas diferentes cada vez, nueva composición 



SIento vacío, en tono adagio, cada vez que te alejas 



jueves, 8 de agosto de 2013

El cuarto oscuro

Existe en mi oficina un espacio que es el del archivo. Allí, además de mucha documentación, hay una fotocopiadora, una cafetera y una pequeña nevera.
No existe iluminación natural, por eso es un cuarto oscuro, por eso se requiere encender la luz para entrar y moverse por él. Pero a veces no la encendemos; o nos movemos como gatas en el tejado que ya han recorrido mil veces o en otras ocasiones nos guiamos con la simple luz que ofrece la tapa abierta de la fotocopiadora.
Por eso, me sorprendió tanto cuando alguien me envió este relato, que publico con su permiso. ¿Cómo podía él imaginar lo fácil que sería un encuentro en el cuarto del archivo, en ese cuarto oscuro?



Era uno de eso días en los que no tengo ganas de hablar con nadie, así es que cogí mi desayuno y me dispuse a ir a la zona más apartada, al cuarto oscuro del archivo. Aquel rincón era perfecto, fuera de bullicios y lejos de todas las miradas.

Al sentarme, lo hice sobre alguien, noté que había alguien sentado allí. Como si de una broma se tratara me incorporé un poco sin mirar atrás, más pendiente de lo agradable de la sorpresa y de que nadie hubiera advertido el movimiento que de no volcar la bandeja del desayuno.
Solté casi de golpe aquella bandeja en la mesa cuando noté una mano en mi culo, posada sin empujar, como si únicamente quisiera dejarse notar. Y ya lo creo que lo consiguió.

Mi cuerpo no se movió, no quería desmontar esa bonita sorpresa con un movimiento que pudiera ser brusco.
La mano enseguida tuvo la compañía de otra, y la muy canalla nada más dejarse sentir se atrevió a levantarme la parte de atrás de mi vestido.
Cuando en un acto reflejo intenté volver a sentarme, esas manos me detuvieron, me dejaron en aquella postura semiflexionada que aún pareciéndome en principio ridícula logré disimular manoseando torpemente el café, el bollo...el bollo , el café...

Apoyé las manos definitivamente en la mesa cuando los dedos de las manos misteriosas ahuecaban mis bragas y se dividían entre rozarme el culo y la entrada de una vagina que no tardaría en estar húmeda y loca porque algo más que un roce la amenazara.
Con los dedos de una mano repartidos entre la entrada de mi culo y mi ya húmedo coño, noté cómo la otra mano tiraba tímidamente de mi hacia atrás.
Me senté y el gusto fue doble, el descanso me dejó notar cómo algo iba poniéndose más duro según lo acomodaba entre las cachas de mi culo.
La parte de atrás del vestido se había subido, las bragas estaban movidas y me entró una prisa enorme en sentir esa polla colocada de verdad, apuntando amenazante la entrada de mi culo.


Un susurro en mi espalda me dijo soezmente que me clavara, que intentara romperle la polla clavándomela en mi seco culo.
Algo salió de mis labios con poco tino cuando a la vez que apretaba de mis caderas hacia él me soltó de golpe:

¿Pensabas que bromeaba cuando te decía que estaba como loco por follarte?

No me dejó darme la vuelta, no me dijo quién era y yo dejé de interesarme por ello cuando noté que sus manos buscaban mi coño por debajo del vestido.
Un dedo de cada mano me abría el coño excitado por ese cipote que pretendía follarme el culo sin conseguirlo. Un dedo de cada mano se atrevió a abrírmelo para que otros dos entraran con ganas de llegarme hasta el fondo.
Me levanté con la intención de darme la vuelta, ver de quién se trataba y cabalgarle sobre aquella silla, aún a riesgo de que nos pillasen,pero no me dejó hacerlo.

El muy cabrón sólo me dejó incorporarme la distancia suficiente cómo para cogerse la polla, el espacio justo para que yo notara cómo se hacía una paja pegado a mi culo.
El muy cabrón me dejó la corrida entre mis nalgas y un hambre loca en unos pezones que me estallaban y un coño al que le supo a poco esa penetración de mierda.


Si no miras, te prometo volver a sorprenderte en otro momento, y cuando estés sola recuerda que te decía en serio que te follaría sin piedad no por lo que eres, sino por el cómo eres.... 
Me besó en la nuca antes de notar su marcha....

martes, 6 de agosto de 2013

Agosto del 13

Por una serie de circunstancias económicas y familiares este año me quedo en casa, de vacaciones pero en casa. Este año no podré follar. Uys, quise decir viajar. Ah, no…..si cuando viajaba tampoco follaba!

Voy a acabar el veranito con unos ojazos que para qué… recurro a la piscina, a algunos baños, a tomar el sol y sobre todo a deleitarme mirando; mirando cuerpos y cuerpazos, imaginando, ensoñándome y en fin…luego a casa y ducha fría, qué remedio.

Agosto aún no ha hecho más que empezar y en algún lugar recóndito de mi ser aún existe alguna partícula minúscula que sigue creyendo en los milagros: aún podría suceder algo que cambiase este agosto del 13.
Creo que estaré por aquí, pero por si no pudiese ser…felices vacaciones a todos y a todas. Sed todo lo felices que podáis allá donde estéis: siempre mantendré que el lugar más maravilloso es aquel en el que estás con maravillosa compañía.