martes, 29 de junio de 2010

Capullos

Hoy quiero un capullo en mi cama y una flor en mi boca.

lunes, 28 de junio de 2010

A mi amigo más íntimo

Eres mi amigo más íntimo, en todos los sentidos. Nuestra intimidad, confianza y saber hacer nos convierten en un tándem casi perfecto. No; yo diría que perfecto.
Ambos conocemos todos los secretos del otro, sabemos de nuestros puntos débiles y casi estamos seguros ya de lo que es capaz el uno del otro, sobre todo cuando interactuamos juntos.
Me he convertido en maestra en proporcionarte placer. Sé dónde te gusta ser acariciado, con qué presión, a qué velocidad, con qué intensidad,….. y me siento enormemente recompensada cuando veo las cuotas de placer que alcanzas gracias a mí y a la laboriosidad y cariño que pongo en mis manos.
Sin embargo, siento que ahora ya no tienes suficiente, necesitas más. Necesitas que sean otras manos –ajenas a nosotros- quienes te acaricien, otros labios que te besen, otra boca que te eleve…..
No me siento celosa, sé que para ti es una necesidad que ya es vital. Y deseo que esa otra persona sepa satisfacerte como yo lo hago. De hecho, creo que te mereces que sean muchas las personas que te conozcan y que comprueben de lo que eres capaz.
Yo seguiré estando a tu lado, proporcionándote placer, porque ambos nos necesitamos y tú sabes que nunca nos fallaremos, que el placer y el deseo nunca nos van a faltar.
(Oda a mi chichi…..a quién iba a ser si no?)

viernes, 25 de junio de 2010

Por partida triple

Personalmente, hay muchas maneras en las que un hombre puede excitarme (y casi diría que conquistarme). Creo que no soy muy exigente, no pido demasiado; pero si se dan las tres en uno, en una misma persona, es para perder la cabeza.

Por una parte está la atracción física. Un tío cachas, bien formado, musculoso…..lo siento, no suele atraerme. Me gusta verlo en fotos, elogiar su buena preparación física, pero nada más….no consigo ni en mis mejores momentos imaginarme en la cama con un tipo así.
Físicamente, me puede atraer una espalda, unos hombros, un torso incluso con barriguita pero bien puesta,…. De hecho (y aquí Nana sí dirá que soy rara) siento cierta predilección por los tipos normales, aquellos que no destacan demasiado.

La segunda cuestión por la que puede atraerme y/o excitarme un hombre es por todo lo concerniente al corazón. Sí, lo admito, soy una romanticona sin remedio, pero no puedo –ni quiero – cambiarlo. Me gustan aquellos detalles como observar qué piensa y siente ese hombre ante determinados aspectos de la vida. Me vuelve loca que sea capaz de cuidarme y mimarme. Que conste que soy muy capaz de cuidarme yo sola, pero acepto receptiva esos cuidados y atenciones.

Y la tercera cuestión que me pirra es que me conquisten a través del oído. No me refiero a que me metan la lengua en el pabellón auditivo, que igual hasta me gusta. Me refiero aquí a que ese hombre tenga una conversación agradable, con el que pueda hablar de cualquier tema que nos propongamos, que sepa escuchar y ser escuchado, que mire a los ojos de su interlocutor durante una conversación,…..

Parece simple, pero no lo es tanto. Pocas veces consigo encontrar a alguien que me excite por las tres vías, muy pocas veces.
Después existen otros aspectos que pueden ayudar a que un hombre me parezca perfectamente apetecible. No soporto a un hombre (y a nadie en general) que presuma de sí mismo, de su nivel cultural o de su aspecto físico, o de nada en concreto. Me resulta irresistible aquel que tiene todas o muchas de estas cualidades y ni siquiera se da cuenta de que las posee.
Un factor importantísimo es el buen sentido del humor. Si un hombre me hace reir, ya ha recorrido la mitad del camino hasta el cien por cien de mi interés por él.
¿Por qué todo esto? ¿Por qué tantas explicaciones? ¿Os parece que esto sea un anuncio para buscar pareja?
No, en absoluto. Esto es porque alguien, en una conversación, me dibujó con sus palabras como si yo fuese poco menos que una diosa, inalcanzable. Por supuesto, nada más alejado de la realidad.
Soy una mujer normal y corriente, con la que os cruzaríais por la calle sin prestarle la más mínima atención. Una mujer que tiene el hobbie de escribir y leeros….nada más.
Y que tiene unos gustos en cuanto a hombres…ya véis que nada particulares, que no soy muy exigente, pero que prefiero estar con un hombre que me excite por partida triple.


miércoles, 23 de junio de 2010

A flor de piel




No estoy muy segura de cuál debe ser la razón. Quizás sea que la primavera –al menos atmosféricamente hablando- se esté alargando más de lo habitual. Aunque creo que la llegada del verano y el calor lo aumentará mucho más.
Quizás sea que siento que se me está acabando el tiempo de vivir y sentir.
Quizás sea que esté más salida de lo que pensaba, o puede que sea todo lo contrario.

El caso es que tengo las emociones y las sensaciones a flor de piel. Todo lo que siento, creo que lo estoy sintiendo con una intensidad fuera de lo común, al menos de lo que es fuera de lo común en mí.

El deseo que va por dentro –como la profesión, o al menos eso dicen- es cada vez más intenso, cada vez más difícil de controlar. Se está volviendo inmensurable llegando a aparecer en las situaciones más cotidianas.
Siento nacer el deseo en el mismo centro de mí, y luego me recorre de pies a cabezas, en todas direcciones, para volver con mayor intensidad al mismo lugar en el que nació.

Nace –y desgraciadamente muere- a cada instante: deseo a ese motorista que se paró junto a mí en un semáforo en rojo, deseo a ese conserje que sonrió al dar los buenos días, deseo a ese médico con las manos frías y suaves que me auscultó en una revisión médica, deseo a ese compañero con el que tomo café casi todas las mañanas…… El deseo ofrece miles de proyecciones, y todas irreales salvo en las sensaciones.

Todas esas sensaciones las vivo en mi cuerpo constantemente: me alucina el roce de las sábanas sobre mi cuerpo desnudo, me enerva el roce con una persona al cruzarnos en una entrada, me excitan mis caderas cuando las imagino moviéndose,…
Es tan intenso el deseo como una voraz lengua de fuego. Y no hay más opciones que apagarlo o controlarlo para que no se extienda.


sábado, 19 de junio de 2010

Hombros....mucho más

Continuamos con los hombros.
En el post anterior pensé pedir fotos anónimas de los vuestros, pero pensé que no tendría éxito y ni lo mencioné.
Pero dado que hay una voluntaria que me ha hecho llegar la foto de su hombro, la publico, la felicito por su valentía y animo a quien quiera enviar una para llenar este post con esas lindas maravillosas.
Si alguien lo desea, se publicará su foto en el más completo de los anonimatos.



jueves, 17 de junio de 2010

Tu hombro, hombre



El hombro es una de las partes del cuerpo que más sensibilidad me despiertan y que más pueden llegar a excitarme. Cuando veo a cualquier hombre que me resulte mínimamente atractivo, suelo fijarme en la forma de sus hombros, y de su espalda.
No es necesario que tenga unas espaldas anchas, bien formadas, tipo culturista,....para que unos hombros me atraigan considerablemente.


Empecé a fijarme en la sensualidad de los hombros cuando hace muchos años estábamos un grupo de amigos en una terraza, tomando un refresco a media noche, charlando de temas banales y otros que no lo eran tanto, y en mitad de la conversación, sin venir a cuento, el amigo que estaba sentado a mi lado me dió un beso en el hombro en el que yo sólo lucía unos tirantes de una camiseta.
Me quedé sin saber qué decir y él me dijo que no había podido evitarlo, que le encantaba mi hombro.
Y pensé entonces que quizás los hombros ejercían cierta atracción que a mí llegaron a influirme también.
Y la ejercen. Claro está que yo me fijo más en los hombros masculinos que en los femeninos.



Actualmente existen unos hombros que me están robando el sueño. Y si sueño, o simplemente cierro los ojos, sueño con besarlos, con acariciarlos, con recostarme en ellos, con verlos sobre mí, y debajo de mí,.... y en todas las posturas que se me puedan ocurrir en que yo observe esa delicia de curvatura.


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martes, 8 de junio de 2010

Pobre ingenua

¡Qué ingenua! ¡Qué equivocación!
Creía que tenerte así, saboreando el centro de mi placer, me hacía dueña y señora dominadora de la situación. Y quizás lo sea, pero sólo hasta el mismo instante en que abro mis piernas y espero que tu boca se hunda en mí.
Pensaba que podía cerrar mis piernas en el momento que quisiera, o pedirte que pararas cuando yo quisiera y salir indemne.
Nada más lejos de la realidad.


Cuando llegas ahí, cuando empiezas a tocar las fibras y los puntos adecuados, cuando tu lengua, tus labios y tus dedos empiezan a jugar, dejó de tener cualquier atisbo de dominación que hubiese tenido.
Paso a estar a tu merced. El abandono es total, las sensaciones incontrolables, el placer inmenso. Y tú eres quien domina, quien podría parar y hacer que me volviese loca la ansiedad.
Pero sigues, sigues…..Mientras tu lengua juega, y tus dedos hurgan, ya no existe nada más para mí en el universo, porque el centro del mismo está en tu boca.


Oleadas de placer inmenso que acaban muriendo en tus labios, mientras mi cuerpo, retorcido de éxtasis y magia placenteros, cae abandonado, a tu merced.
Has dominado toda la situación y seguirás dominándola porque ahora necesito más.



miércoles, 2 de junio de 2010

Sus pechos su descubrimiento, por Hielo


Se encontraba en su reducto de paz. El único momento del día donde tanto el espacio como el tiempo eran completamente suyos; sin saber cómo, toda su familia le respetaba ese ritual. Tras un día agotador tenía la costumbre de dedicarse a ella nada más. Se encerraba en el baño y unas veces, cuando más cansada estaba se sumergía en la bañera, pero la mayor parte de los días se conformaba con una ducha aunque sin prisas. Le servía para desconectar, para cargar las pilas y, sobre todo, para mantener cierta autonomía. Ser madre y esposa desde el primer minuto del día le resultaba gratificante y le hacía sentir bien, pero la dejaba exhausta. Necesitaba su intimidad o, como a ella le gustaba decir, su dosis de egoísmo.

Le gustaba colocarse delante del espejo empañado para ver su imagen reflejada. Siempre se miraba largo rato desnuda con ese velo que le proporcionaba el vaho. La pátina de agua disimulaba los efectos del paso del tiempo en su anatomía y eso le resultaba agradable, así se veía muy bonita. El reflejo le hacia entrever un cuerpo femenino que le resultaba sensual. Cogió la crema y comenzó a extendérsela pausadamente sin abandonar ese regusto dulce que le provocaba mirar su cuerpo desnudo en el espejo.

Al llegar a sus pechos, como eran enormes según pensaba ella, volvió a coger una nueva dosis de crema. Según aplicaba la crema delicadamente, le vino a la cabeza la mirada de un compañero esa misma mañana, al compartir ascensor. Ella llevaba unas carpetas bajo el brazo y al hacer ademán de pulsar el botón de su planta, coincidió en el gesto con su compañero que se echaba también hacia delante e intentaba también marcar su piso. En ese instante ella fue consciente de que él había fijado su vista por unos instantes en su escote. Pero lo que más le había llamado la atención había sido la sonrisa dibujada en la cara de su compañero de ascensor. No era una mueca de baboso que tan acostumbrada estaba a ver en los hombres que se fijaban en sus pechos. Era más bien un rictus de disimulada felicidad. En ese instante fue consciente de que igual que a ella le alegraba el día coincidir con el macizo del despacho contiguo, esa mañana, por obra y gracia de su canalillo y las carpetas, había sido ella la protagonista de la felicidad ajena.

Se cogió ambos pechos con sus manos, levantándolos, de esa guisa se veían dos globos maravillosos coronados por unos pezones rosáceos. Limpió la zona del espejo donde se reflejaban y reparó detenidamente en ellos. Eran todo un homenaje a la madre naturaleza y así, entre sus manos, como una ofrenda a los dioses, un delicado manjar para cualquier hombre. Inmediatamente recordó una charla por messenger de tiempo atrás; un hombre tras los saludos preliminares había ido a saco en la conversación. Le había preguntado por su anatomía, solicitándole detalles concretos sobre sus pechos y su trasero. Ella, con cierto desdén, había seguido el juego y le había hecho partícipe de su abundante delantera.

Él, como si hubiese enganchado una presa, comenzó a asediarla con preguntas sobre la talla de sujetador, o el tamaño o el color de sus pezones. Sin disgustarle el juego, al sentirse admirada y deseada por tener unas tetas como dos carretas, le había aclarado inmediatamente al procaz interlocutor que sus pechos no eran precisamente la zona erógena más destacada en ella. Lo que contestó él se le quedó grabado a fuego, le dijo que si tuviera la oportunidad de acariciárselos, sus pechos, se descubrirían para ella como una fuente inagotable de placeres.

En ese instante, con sus pechos en las manos, una ráfaga le trajo a la cabeza la desidia de su pareja en materia sexual. Tras los hijos, el sexo en ellos se había convertido en una rutina. Una rutina que siempre la llevaba al mismo estado mental. Su marido no la deseaba, simplemente, aliviaba sus calenturas sin prestarle la más mínima atención. Nunca hablaba de si ella había alcanzado el orgasmo mientras siempre la urgía cuando él no lo conseguía. Cuando él se corría inmediatamente se daba la vuelta en la cama y ella se quedaba insatisfecha. No tanto por no haberse corrido también sino por sentir que su marido no la deseaba.

Ahora, mientras acariciaba sus pechos para extender la crema, llevó sus dedos a los pezones. Deslizó en círculos las uñas por su aureola intentando atender y descubrir qué sentía, los apretó entre sus dedos, tiró de ellos hasta que se desprendieron de las yemas . Súbitamente notó que el calor y la presión en el vientre iban acompasados con cada movimiento de sus dedos. Estaba excitada por una mezcla de imágenes y pensamientos. Acariciar así sus pechos se había transformado en un placer creciente. Siguió jugando con sus dedos en su pezones, los pellizcaba cada vez más fuerte, los retorcía, incluso, sin saber cómo se vio descubrió frente al espejo haciendo algo que siempre había pensado y nunca había llevado a la práctica como era lamérselos ella misma. Era muy excitante la imagen que ahora le devolvía el espejo.

Acercarse los pezones a sus labios y sentir su textura en ellos, empaparlos con su saliva y atraparlos entre sus dientes para morderlos delicadamente le había proporcionado varios latigazos de placer que le recorrieron la espalda para explotarle en su entrepierna. Nunca antes sus pechos fueron tan protagonistas de su placer íntimo. Ahora según succionaba gozosa sus pezones, sentía como el coño se le inundaba y esponjaba y, al tiempo, su clítoris estaba cada vez más inflamado y sensible. Haciendo algo inusual en ella, se propuso algo distinto, masturbarse pero esta vez quería intentar no llevar los dedos a su coño. Cuando se excitaba, bastaban unos sabios movimientos de sus dedos sobre el clítoris para alcanzar un orgasmo que la dejaba satisfecha.

Sin ser consciente de qué hacía, trabajó sus pezones con dedicación y descubrió que cada movimiento de sus manos, cada ligera presión de sus dedos o sus uñas, cada lametón que les daba tenían su reflejo en su coño. Nunca antes había sentido tan sensible la entrepierna sin siquiera acariciarse. Los latidos de su corazón recorrían una y otra vez un camino delicioso que iba desde su culo hasta el monte de Venus, sentía como si el clítoris le fuese a explotar. Incluso le preocupaba que su coño comenzase a expulsar su flujo que sentía hervir en su interior.

Sin prisa pero sin pausa siguió acariciándose de esta manera tan nueva como distinta. El calor se había extendido a toda su anatomía, era capaz de sentir cada vena de su cuerpo latir y, al tiempo, esos latidos parecían acabar todos en su sexo. Sobre el lavabo descansaban dos pequeñas pinzas del pelo, sin pensarlo, las cogió y las aplicó para pellizcar ambos pezones… un fogonazo de placer, en vez de ningún dolor, sintió cuando se atrapó el primer pezón, inmediatamente cogió la otra pinza y la colocó en el otro pezón. Miró al espejo y vio sus pechos enmarcados por su manos, los pezones atrapados por ese juguete improvisado y al moverse para acercarse más y ver en el espejo cómo estaban sus pezones aprisionados, sintió que sus caderas cambiaban de orientación su pubis y éste comenzó a sufrir contracciones cada vez más intensas que culminaron en un orgasmo prolongado y dulce. Cerró los ojos, apretó con fuerza los pechos con ambas manos y se abandonó a ese festival de placer.

Al abrirlos, el vaho había desaparecido casi por completo del espejo. En ese instante se vio más bonita que nunca, los pechos aún conservaban las pinzas, sus mejillas estaban todas coloreadas de rubor, sus labios parecían pintados de carmín y sus manos masajeaban justo debajo de su ombligo, sintiendo cada pliegue de su vagina encharcado. Miró alrededor y se dio cuenta de que aquello era el cuarto de baño, su baño, inmediatamente se lavó la cara, terminó de secarse y abrió la ventana. Al cabo de dos horas, ya en la mesa, según cenaban su marido le dijo, ¿cariño es que te has maquillado? Ella, involuntariamente, volvió a renovar el rubor de sus mejillas y al no saber qué contestar se limitó a decirle: no digas bobadas y alcánzame el agua, será un sofoco que ya soy muy mayor.