miércoles, 29 de febrero de 2012

Liberar tensión


Rosa y yo nos tomamos un café en el bar que había enfrente de nuestra oficina, a la salida del trabajo. Hacíamos tiempo mientras su marido venía a recogerla.

Llegó, se sentó y pidió una cerveza. Nos dijo que, aprovechando que había encontrado aparcamiento en aquella zona tan difícil, se quedaba un rato con nosotras. Bebió dos sorbos y empezó a reir, solo. Y nos contó la anécdota que había vivido aquel día en el trabajo.

Juan, el marido de Rosa, es médico estomatólogo, y trabaja en un hospital. Ese día tenía que practicar una enteroscopia a una joven, de unos 25 años. La paciente fue informada sobre en qué consistía la prueba y de que no había mayores riesgos salvo el de la molestia. Le aconsejó que estuviese tranquila, pues cuanto más relajada estuviese, más fácil sería pasar el tubo a través de su boca y hasta su estómago.

La joven lo entendió y pidió al médico que su madre la acompañase. Entraron a la sala, su madre se quedó sentada delante de una mesa de consulta, separada por una cortina. Pidió a la chica que se tranquilizase, que se tumbase en la camilla, con los ojos cerrados si así lo prefería, mientras él preparaba el instrumental que necesitaba.

Se inició el proceso. Juan introdujo suavemente el tubo con la cámara por la boca de la chica, mientras iba observando en un monitor las imágenes captadas. El paso por la tráquea fue algo complicado pues la chica sufrió alguna arcada que casi le hizo retroceder. Pero pasó rápidamente y la operación continuó. Despacio.

La chica desabrochó con su mano derecha el botón y la cremallera de su pantalón e introdujo su mano dentro de sus bragas. Empezó a acariciarse el coño, sin ningún pudor.

Juan no daba crédito a lo que estaba viendo. Le pidió que parase, que aquello no era correcto y que además podría moverse y perjudicar el avance de la prueba. Pero la chica hizo caso omiso y continuó, empezando ya a gemir de placer, con gemidos guturales ahogados por el tubo que tenía dentro.

Juan le dijo que se acabó, y extrajo con delicadeza el tubo que ya había llegado al esófago. Pidió a la chica que se vistiese y se incorporase, corrió la cortina y le dijo a su madre que anulaban la prueba y que pidiesen cita para otro día (él ya se encargaría de que le tocase a otro compañero).

- Pero por qué? ¿Qué ha pasado? – preguntó la mujer.
- Señora, usted no ha oído a su hija?
- Sí, claro, tenía unas arcadas la pobre!
- Señora, su hija se estaba masturbando
- Pues a eso hemos venido, no? A que la entube!
- Señora, entubar, no masturbar. Por pavor, vuelvan a pedir hora en recepción.

Rosa y yo nos meábamos de la risa. Ella literalmente, pues se levantó y se fue al baño.
- Juan, ¿por qué lo hiciste? – le pregunté- Igual la pobre chica sentía tanto miedo que no encontró mejor manera de relajarse. ¿No pudiste mirar hacia otro lado?
- No, no pude. Por unos segundos me abandonó mi código ético-profesional y tuve una erección al imaginarme como la “entubaba” por otro lado.

Quizás la masturbación también nos sirve como descarga de adrenalina ante situaciones de máxima tensión, e incluso para enfrentarnos al miedo. Le mandaré a Juan este video que me ha mandado G. En el texto del correo decía “mirad cómo reza el de la puerta”. No sé si soy yo y mi mente calenturienta, pero yo creo que el tipo se está haciendo una paja por no cagarse de miedo. Centraos en los segundos del 0:56 al 0:59


domingo, 26 de febrero de 2012

Por pedir poco



A veces en una conversación en el que el tema es qué haríamos si nos tocase una millonada por ejemplo en la primitiva surgen varias opciones, pero siempre son comunes a mucha gente: viajar por todo el mundo, comprar una mansión con piscina, comprar un cochazo o incluso un avión particular.

Yo siempre me limito a decir, y es cierto, que me conformaría con saldar mis deudas y vivir sin excesivas preocupaciones económicas. Siempre hay quien contesta que nunca me tocará por pedir tan poco.

Y eso me debe pasar con los sueños de la primitiva y con las realidades del sexo. Hace años quería una pareja, el amor de mi vida. Años después me hubiese conformado con un amigo especial y querido, con derecho a roce por supuesto. Años más tarde me hubiese conformado con un follamigo, alguien agradable con quien darte un revolcón y poco más. Y hoy… hoy creo que me conformaría con encontrar a mi humidificador. Ese ser que con sólo tocarme consiguiese eso, que se humedeciesen todos mis labios.

No sé si soy poco ambiciosa o poco exigente. De momento, por pedir poco no me está yendo demasiado bien.


He conocido este tema gracias a Explorador (...suena a google o algo así, pero no, es alguien a quien merece la pena "explorar")

martes, 21 de febrero de 2012

Estreno en 3D: "No sin mi chica" 2ª parte

Cuando recuperé un poco el aliento, aún tumbada, giré mi cara hacia ti. Tu chica hizo lo mismo. Y sin mediar palabra, las dos nos incorporamos y nos dirigimos hacia ti, ambas llevábamos la misma intención.

Arrodilladas a tus pies, una enfrente de la otra, comenzamos a recorrer con nuestras lenguas tu pene erecto, que había permanecido expectante durante un buen rato. Mi lengua subía y bajaba, recorriéndolo todo, mientras la lengua de tu chica hacia el recorrido a la inversa. En algún instante nuestras lenguas se cruzaron produciendo una sensación electrizante que hizo que te enervaras, aumentando tu placer.

Tu chica se inclinó más hacia abajo y empezó a chuparte los testículos. En ese instante, tu polla fue toda mía. Tras acariciar suavemente con la lengua tu glande, la introduje toda entera en mi boca. Querías moverte, querías marcar tú el movimiento, pero estabas anclado a nuestras bocas.

Cuando estabas a punto de correrte, nos apartaste a las dos, no querías acabar aún. Te sentaste en una silla, como intentando ralentizar el ritmo de lo que tu cuerpo te estaba ya reclamando.

Yo me levanté, abrí una de mis piernas en un ademán de sentarme sobre ti. Giré la cabeza mirando hacia tu chica, buscando su aprobación que concedió con una sonrisa y un gesto de su mano.

Y me senté sobre ti, despacio, haciendo que tu polla invadiese todo mi coño. Ese simple gesto me llenó de placer y me recorrió un escalofrío por la espalda como antesala a lo que habría de venir después.

Empecé a moverme hacia ti, contra ti, en ti, movimientos de contracción y expulsión vaginales que me hacían acoplarme cada vez mejor a ti. Cogiste con tus manos mi culo, lo apretabas fuertemente, lo abrías y lo cerrabas en cada vaivén que yo cabalgaba sobre ti.

Nunca imaginé que yo pudiera follarme a alguien así, de aquella manera. Mientras lo hacía, y en el mismo momento en que me sobrevino el orgasmo recordé una escena de una mala película que vi en una ocasión en que una extraterrestre con apariencia humana se follaba a un terrícola en aquella postura en que yo estaba sobre ti. Y la alienígena folló tanto y tan deprisa que acabó reventando y matando al terrícola.

Grité de placer, me apreté más contra ti y creí que desmayaría sobre ti.

Mientras te follaba, tu chica se masturbaba y se introducía en el culo un juguetito que sacó de no sé dónde.

Yo me levanté, me separé de ti, me temblaban las piernas y me senté en otra silla. Tu chica se acercó, y quedándose de fie frente a mi, apoyó sus manos en el respaldo de mi silla ofreciéndote todo su esplendoroso culo. Te agarraste a sus caderas, y empezaste a follarla por el culo. Yo podía ver cómo sus bonitos pechos botaban ante mis narices a cada uno de tus empujes. Sentí el deseo de acariciarlos con mis manos, y ella empezó a gemir, dulcemente.

Antes de que llegase a correrse, te pedí que pararas. Durante unos segundos los dos me mirásteis extrañados.

“Tú has conseguido una de tus fantasías: una mamada a doble banda. Yo he conseguido una de las mías: follarte. Ahora demos a tu chica una de las suyas”. Ésas fueron mis únicas palabras y tú y yo ya sabíamos qué había que hacer.

Tumbaste a tu chica sobre el sofá, te pusiste sobre ella, colocaste sus piernas sobre tus hombros y continuaste follándotela. Yo me acomodé lo mejor que pude, y empecé a chupar la parte del coño de tu chica que tu polla no cubría, y a veces me permitía la licencia de pasar mi lengua también por la base de tu polla. Podía ver que el culo de tu chica aún continuaba dilatado, e introduje un dedo en él, y luego dos, mientras que mi lengua seguía saboreándote a ti, a ella, y a los dos a la vez.

Finalmente, tu chica gritó, gimió, se retorció, se corrió mencionando mi nombre. Décimas de segundos después te corriste tú, en ella. Y yo fui testigo muda pero complacida de ambos éxtasis.

Al cabo de unos minutos, nos cogiste de las manos a las dos y nos llevaste a vuestra cama. Estuvimos durmiendo los tres, desnudos, juntos, quizás un par de horas.


Cuando me desperté, decidí ir a mi hotel y ducharme allí, no quería molestaros y yo debía coger un vuelo para regresar a mi ciudad. Me vestí, fui hacia al salón a recoger mi bolso y mis zapatos y tú apareciste detrás. Te dije que debía marcharme y me acompañaste a la puerta.

Me apretaste contra ti, me besaste y pude notar cómo te empalmabas de nuevo. Me preguntaste cuándo volvería. Mi respuesta fue clara: “Cuando quieras, cuanto quieras…pero la próxima solos, tú y yo”.

Dedicado a alguien que me ha inspirado esta historia. Y decirte que fue más fácil imaginarlo que transcribirlo.

jueves, 16 de febrero de 2012

C'est l'amour


¡Qué bonito es el amor!...cuando lo tienes, o cuando crees tenerlo, o cuando crees simplemente.

Este año no he podido pasarme por aquí el Día de los Enamorados. Y me hubiese hecho gracia poder hacerlo.

Por la mañana del día 14 pensé que igual un desconocido me dejaba una rosa anónimamente en mi despacho. Por la tarde pensé que quizás recibiese un sms de alguien no tan desconocido invitándome sutilmente a echar un polvo. Por la noche pensé “rosa, polvo….amor, sexo…más de uno o menos de lo otro…”

Total: otro 14 de febrero sin flores ni capullos!

Y eso que quizás el amor verdadero exista:



domingo, 12 de febrero de 2012

Estreno en 3D: "No sin mi chica"


Propusiste y accedí. Fue difícil tomar la decisión pero valía la pena arriesgarse.

Recuerdo cómo en una conversación virtual nos encendimos los dos de tal manera que llegamos a plantearnos un encuentro real. Y tú dijiste: “no sin mi chica”. Y ahí surgió la idea de que el encuentro fuese a tres bandas.

Personalmente no me apetecía mucho. Nunca había participado en un trío y siempre había tenido muy claro que mi primera vez en uno sería chico-chica-chico y no al revés. Porque no me gustan las mujeres, sexualmente hablando claro está.

Pero las ganas de sentirte, de tocarte, de olerte, de besarte, de lamerte, de excitarte y apaciguarte eran tan intensas en mí, que lo demás pasaba a un segundo plano.

Necesitamos unos días para acordar los detalles y al final acordamos día, hora y lugar. Era como un juego, podía acabar bien o mal…sólo había que tirar y mover ficha.

Pero yo jugaba en clarísima desventaja. Iba a acostarme con un hombre al que no había tocado en mi vida, e iba a acostarme con una mujer a la que ni había visto y por la que no sentía nada más que una envidia respetuosa por el hombre que tenía a su lado. Y además, iba a ser en vuestra ciudad, en vuestra propia casa.

Llamé al timbre de vuestra casa, me abriste tú y me besaste en los labios. Fue una dulce invitación. Pasamos al salón y me presentaste a tu chica. Muy agradable, simpática y bastante guapa…aparte de eso, no me inspiraba nada más.

Estuvimos tomando unas copas y hablando como amigos que se conociesen de hacía tiempo, de temas no demasiado trascendentales como nuestros trabajos, nuestro hobbies, nuestros programas favoritos,…. Y, tras un momento en que reímos mucho gracias a una ocurrencia tuya, nos quedamos mudos, y entendimos sin mencionar palabra que había llegado el momento.

Tu chica y tú empezásteis a desnudaros, despacio. Entendí que yo debía hacer lo mismo, y así lo hice. Tu chica se reclinó en el sofá, completamente desnuda, y empezó a masturbarse sin dejar de mirarme. Supuse que debía hacer algo y te miré a ti, buscando alguna señal. Tú estabas también masturbándote, sin dejar de mirarnos a ninguna de las dos.

Me arrodillé en el suelo, me incliné hacia su coño y le di un lametazo. Me quedé parada, sin saber reaccionar. No sentía nada. Le chupé el coño como un niño lame por primera vez un helado de sabor desconocido, y se queda pensando a qué le sabe, a qué se asemeja aquel nuevo sabor.

Tu chica sonrió, se incorporó y me invitó a sentarme a mí en el sofá. Intercambiamos nuestras posiciones. Entonces ella acarició mi coño, suavemente, con sus dedos finos, los introdujo en mi vagina, despacio, acarició mi clítoris, repetidamente, y cuando lo sentí duro, ardiente,…se inclinó hacia mí y empezó a trabajármelo con su boca, con su lengua. Sentir su lengua dulce dentro de mi coño, y sabiendo que era una mujer, la primera mujer que allí llegaba, hizo que contrajese mis muslos en un ademán por cerrar mis piernas. Quería que se quedara, quería que siguiera así, pero el cerebro mandó una orden como acto reflejo a mis piernas y a mis caderas, diciendo no, que aquello no podía estar pasándome.

Tu chica, muy dulcemente, abrió mis muslos con sus manos, sin dejar de recorrer todo mi coño con su sabia lengua, y me dijo que me abandonase, que aquello sólo era placer, nada más. Te miré, me sonreíste, cerré los ojos y relajé mis piernas. Y entonces tu chica empezó a presionar más con su lengua, a acelerar el ritmo, yo jadeaba, sin parar de mirarte a ti, como te pajeabas, en las ganas de que tenia de tener tu polla en mi boca, y luego la miraba a ella, su melena cayendo sobre mis ingles, la pasión que ponía en los movimientos de su boca, y finalmente…..cerré los ojos y cuando me sobrevenía el orgasmo, intenté apartar su cabeza pero ella no me lo permitió, y siguió lamiendo, succionando, hasta que no pude más y acabé corriéndome con su cara entre mis piernas.


To be continued... o no.