miércoles, 23 de enero de 2013

Un día no cualquiera 1ª parte




No es que estuviésemos saliendo ni que tuviésemos ninguna relación y mucho menos seria. Habíamos quedado varias veces, y todas ellas acabamos teniendo sexo, mucho y bueno. Ambos parecíamos insaciables y ambos acabábamos plenamente satisfechos, hasta que volvíamos a empezar de nuevo. Y cuando no estábamos juntos, él se encargaba mediante correos, llamadas o mensajes cargados de alto contenido explícitamente sexual, de encenderme y mantenerme ávida de deseo hasta que volvíamos a encontrarnos de nuevo.

A pesar de eso, o quizás por eso, me sorprendió tanto su propuesta. Me pidió que le acompañase a un club liberal, donde mantendríamos sexo con otras personas en todas las vertientes que quisiésemos.
Me explicó que él había estado en varios y me describió situaciones realmente morbosas que había vivido en ellos. Ahora quería ir a uno nuevo del que le habían hablado, y que la primera condición era entrar en pareja. Después, cada cual hacía lo que quería con quien le apeteciese, pero había que entrar en pareja.
Le pregunté si él y yo mantendríamos relaciones una vez dentro, y me dijo que ya improvisaríamos, pero que probablemente sí. Y si iba a tener sexo conmigo, por qué no podíamos tenerlo en su cama, en la misma en la que ya lo habíamos tenido en varias ocasiones.  Me comentó también que tenía un par de amigas íntimas a las que ya se lo había pedido, pero ninguna de ellas aceptó.
Finalmente accedí. Iba a hacerle el que sería probablemente mi primer y último favor. Y de paso, yo también satisfaría mi curiosidad que, sin ser excesiva hacia aquel tema, al menos existía. Fuimos al cabo de dos noches.

Me vestí sexy, tal i como él me pidió; nos desnudamos casi por completo en el vestuario unisex. Nos dirigimos a la barra, pedimos una copa y enseguida se le acercó una rubia explosiva, le tocó en un hombro, le dijo algo al oído que no acerté a escuchar, y se levantó del taburete dispuesto a marcharse con ella. Antes de irse, me dijo que ya nos veríamos y que tuviera muy presente que allí no tenía que hacer nada que yo no quisiese o con quien no quisiese, y que la gente que allí había respetaba esa cláusula al máximo.

A mi segunda copa se me acercó una mujer, algo rolliza pero atractiva en conjunto, y mayor que yo. Me preguntó que si quería jugar con ella. Le contesté que yo era totalmente hetero y que aquel no iba a ser el día en que averiguase o recorriese “otros caminos”.
Me dijo: “No importa. Mira, yo te como el coño, si quieres cierras los ojos y te dejas llevar, y mientras tanto le chupas la polla a aquel que hay en la esquina, que es mi marido”.
Yo estaba algo alucinada, pero decidí aceptar. Era hasta ese momento mi única propuesta y no iba a estarme varias horas bebiendo, esperando al que entró siendo mi acompañante.

Nos dirigimos los  tres a una habitación aparte. Mientras íbamos hacia ella, la señora rolliza me explicó que en aquel lugar había habitaciones individuales, donde podían meterse cuantos quisiesen, o estaba la gran sala común, una sala con varias camas, de diferentes tamaños, con sillones, divanes, alfombras,….donde cada uno hacía lo que quería también pero a la vista del resto de visitantes o usuarios. El mirar o ser mirado en la sala común propiciaba el morbo de los unos y de los otros, pero nadie podía entrar a mirar en las habitaciones individuales. Y ella escogió una individual para nosotros tres ya que, debía ser una gran experta, percibió que yo no estaba especialmente cómoda en aquel lugar.
Al llegar a la habitación, ellos dos se besaron, casi con descaro. Ella vino a besarme a mí, pero no fui capaz, le retiré la cara intentando que no pareciese un desprecio. Ella sonrió, y empezó a besarme el cuello, mientras me apretaba contra ella, apretándome fuertemente el culo. Me sorprendió mucho su fuerza.

Me tumbaron en la cama, y entonces el marido empezó a besarme la boca, lo que se dice literalmente comérsela, mientras la esposa iba desnudándome poco a poco, acariciando todas las partes de mi cuerpo a medida que iban quedando al descubierto.
Él fue centrando sus caricias en mis pechos y ella en la parte interna de mis muslos, hasta que abrió mis piernas, y se dedicó a jugar con su lengua en todo el centro mismo de mi intimidad.
Me costó reaccionar un poco más de lo normal, pues lo extraño para mí en aquel momento es que fuese una mujer. Pero por otro lado, lo estaba haciendo de maravilla y pronto me olvidé de todo para sentir creo que la mejor sesión de sexo oral de toda mi vida.



El marido introdujo un dedo en mi boca, que yo lamí y chupé ávidamente. En seguida tuve ganas de algo más. Y él lo supo. Se puso de rodillas sobre la cama, mi cabeza quedaba bajo su pubis, e introdujo su pene en mi boca. Él lo movía a su antojo, mientras yo acariciaba sus muslos con mis manos.
Mis gemidos de placer eran guturales, cada vez más intensos, ya que aquella señora me estaba haciendo subir al séptimo cielo con su ávida boca. Cuando no pude más, el marido sacó su pene de mi boca y me dejó liberar libremente el placer.
Tras recuperarme unos segundos después, me incorporé y le dije a la señora que no estaba segura de poderla corresponder. Y me dijo: “No te preocupes, nena,….ya me has dejado a punto a mi marido, que cuando más dura se le pone es cuando se la chupa una extraña”.

Y allí quedó la señora cargadita en curvas, cabalgando sobre el pene duro y erecto de su marido, mientras yo me vestía y me dirigía hacia la ducha, aún sin saber si pediría un taxi y me marcharía sola de allí o si volvería a la barra a la espera de una nueva propuesta.


miércoles, 16 de enero de 2013

Preponiendo




Voy a hacerte unas preposiciones algo indecentes:

Quiero que duermas A mi lado

Ante todo, debes saber que te deseo.

Quiero hacerte maravillas Bajo las sábanas

Lograré que me desees cada día aún más, si Cabe (1).

Recorreré todo tu cuerpo Con las manos, con la lengua, con…

A veces desearé saborearte muy íntimamente, mientras te apoyas Contra la pared.

Haremos De cada polvo una vivencia nueva.

Habrá días que desee follarte Desde la mañana hasta por la noche.

Follaremos En cualquier sitio que nos apetezca.

Te besaré en la boca cada vez que vea tu cara Entre mis piernas.

Eyacularás Hacia donde te plazca, con mi previo consentimiento.

Me proporcionarás placer una y otra vez Hasta acabar exhausta.

Haré casi cualquier cosa Para proporcionarte placer.

Permitiré que me entres por delante, Por detrás, por…

Utilizaremos diferentes posturas Según el momento, el día u otras circunstancias.

Me entrego Sin condiciones, como espero recibirte.

Ninguno se negará al deseo del otro, So pena de recibir algún pequeño castigo.

Me dejarás, porque te encantará, cabalgar Sobre ti.

Voy a espiarte Tras las cortinas mientras te desnudas, mientras te duchas.

(1)   Según el profesor de Lengua más excitante y maravilloso que conozco, Cabe es una preposición que está en desuso y tiene un significado que yo desconocía. En esta frase soy consciente de que Cabe no es una preposición, pero…. Para chula yo, y así se queda (Ahora me bajará la nota y tendré que hacer más “lengua” para subirla…la nota, claro).


sábado, 12 de enero de 2013

Cosas que una piensa en un momento dado




Dicen los sabios que hay que pensar las cosas antes de decirlas, y otros sabios dicen que hay que decir todo lo que se piensa.
Yo no me rijo ni por lo uno ni por lo otro. Generalmente, digo lo que pienso y en el momento en que lo pienso. Sólo los años me están enseñando a ser un poco, pero poco, más comedida. Y como norma general, no suelo arrepentirme ni de lo que hago ni de lo que digo. Si he de pedir disculpas por haber ofendido o molestado con mis palabras, lo hago, pero no me arrepiento de haberlo dicho.
Hay situaciones en que pienso decir una cosa y el hecho de verbalizarla o no hacerlo, a veces ayuda y otras perjudica…pero generalmente no es mérito mío, sino más bien de la casualidad, de las circunstancias e incluso del destino.

Por ejemplo:

Estoy semidesnuda. Él me penetra (por primera vez) con uno de sus dedos. Pienso que tiene las manos congeladas, y que quizás eso me impida calentarme lo suficiente. Pero empieza a mover su mano, con su dedo dentro de mí, con una habilidad pasmosa. Siento cómo introduce un segundo dedo, la temperatura ha ido subiendo, en todos los sentidos, y los mueve genialmente bien. Estoy pensando que debería decirle que soy clitoridiana (vamos, como todas las mujeres aunque no todas lo reconozcan), y que, o se trabaja un poco más ese aspecto que aún ni ha rozado, o no vamos a llegar a ninguna parte.

En cambio me quedo callada, le dejo seguir a su libre albedrío, y empiezo a dejar de pensar, porque empiezo a sentir oleadas de placer. Cierro los ojos, empiezo a abandonarme, y además que me follan varios dedos –aquí ya he perdido la noción de cuántos- siento cómo a la vez otro dedo –probablemente de otra mano- entra en mi culo. Pienso que debería decirle que ahí vaya con cuidado, pero nuevamente me quedo callada, abandonándome… al final, quedarme callada y no decir lo que pensaba dio unos resultados magníficos, haciéndome perder la noción de dónde estaba y con quién.


Pensé que era irrepetible y que salió bien por la excitación del momento, por eso le dije, cuando lo intentó una vez más, que lo dejara, que estaba satisfecha, exhausta. No me hizo caso, y “el momento irrepetible” se repitió varias veces más.

En otra ocasión, con otro sujeto:
Él me está practicando lo que promete ser un espléndido cunilingus. Noto su lengua suave, meticulosa,…no podía ser de otra manera a juzgar por cómo besaba. Lo hace bien, a pesar de que por las circunstancias estoy algo tensa. Al final la introduce hábilmente en mi vagina, me folla literalmente con la lengua. Las dulces y húmedas embestidas empiezan a embriagarme, pero aún estoy lúcida y pienso si debería decirle que ya está bien, que ahora busque el botoncito mágico. Lo pienso y saca su lengua de mí, pienso que sí, que ahora va a ello pero sube hacia mí y me besa en la boca. No está nada mal, besa divinamente y siempre es excitante saborear tu propio sabor. Vuelve otra vez a abajo, su lengua sigue incansable, pero…. Yo creo que no encuentra el camino. “Venga, querido, saca la lengua de ahí y busca, busca….”, pero me callé, y no lo encontró. Debí decir lo que pensaba.



Y recuerdo aquella vez que…
Besos, caricias, cojo su mano….la meto debajo de mi blusa, le invito a acariciar mis pechos, le beso el cuello… Me estaba entrando un gran calentón, y yo iba pensando: “este chico no se anima, no le gusto, no le pongo….”
Y esta vez sí hablé y le dije lo que pensaba. Me dijo que yo era fantástica y tal y tal pero que no era ni el momento ni el lugar. Y tanto que no lo era! Quizás yo tampoco hubiese podido ir más allá, pero un calentón es un calentón…¿en serio crees que es mejor frenar en seco que largarte con un calentón a pesar de tener que masturbarte cuando llegues a tu casa?

En cualquier caso, en los momentos de íntima excitación, lo peor que se puede pensar y nefastamente llegar a decir es “Al techo le hace falta una mano de pintura”.

jueves, 10 de enero de 2013

Por esos callejones


Por esos callejones es otro relato de Juan, el "doctor amor"




Un día decidimos visitar aquel pueblo. Te expliqué que era un pueblo lleno de callejones antiguos; me dijiste que te encantaba la idea y que además, los callejones te parecían muy románticos y excitantes. 
Cuando te recogí al dia siguiente, apareciste con tu cabellera rubia suelta, tu vestido ajustado cortísimo y unos buenos taconazos.

Antes muerta que sencilla”, pensé. Dimos una vuelta por el pueblo, pero no vi mucho interés por tu parte. Tomamos algo en un bar y continuamos la visita, eran las 12 de la mañana

Comencé a guiarte por unos callejones que conozco, me paré en una esquina i comencé a devorarte los pechos; y cogiéndote el culo con mis manos, te fui arrastrando hasta que encontré un rincón oculto, sin gente, mientras continuaba besándote apasionadamente.
Empecé a acariciarte los pechos, descaradamente, en plena calle; después metí mi mano bajo tu vestido, acariciando tu sexo por encima del tanga negro que llevabas mientras me decías "¡Qué espectáculo estamos dando!”
 
No entendias qué estaba pasando. Cuando me bajé la cremallera de los pantalones y puse tu mano en mi polla, te cogí totalmente por sorpresa. Estabas super cortada...

Me pediste que fuésemos al coche o a algún hotel, que allí había demasiada gente
Con mi polla en tu mano, te dije que quería follarte allí mismo, que me volvía loco la idea de follar en estos callejones tan antiguos, y que por allí no pasaba nadie... Me dijiste que podíamos regresar otro día por la noche, que nos íbamos a meter en un lío. 
Levanté un poco más tu vestido utilizando mi polla, llevándola hacia tu sexo, tras retirar a un lado tu tanga. 

Ahora empezaste a verlo claro… El pueblo me daba igual desde un principio, sólo era mi escenario deseado para follarte.
Levanté tu pierna derecha, apoyándola en una piedra saliente y te penetré allí mismo, en la calle…
Gemías como una loca, estabas excitadísima cumpliendo mi fantasía. Yo seguía follándote, pero mentiría si dijese que no estaba acojonado porque viniese la policía, o algo así

Te agaché frente a mí y empecé a follarte la boca... No como cuando haces una mamada...sino a follártela bien follada... Mis huevos te golpeaban en la cara y de tanto en tanto, te tapaba la nariz y te quedabas unos segundos sin poder respirar. Eso hacía que abrieses más la boca y te la pudiese meter aún más adentro. Después la sacaba fuera para que pudieses recuperarte...tampoco era cuestión de que te ahogases o de que me vomitases encima. Todo sucedía muy rápido, casi no te dejaba tiempo para que  reaccionases.
Yo llevaba el guión preparado y tú eras una actriz secundaria que seguías mi ritmo. Volví a ponerte de pie, te quité el tanga y me puse detrás de ti. Cogí tus dos manos y las apoyé contra nuestra “romántica esquina”.
Te levanté el vestido lo necesario para penetrarte por detrás. Follábamos rápido, como si estuviésemos robando alguna cosa. Te cogía los pechos desde atrás, y tus pezones parecían querer reventar el vestido...te los pellizcaba suavemente...los apretaba...los dejaba de nuevo, los retorcía un poco...

Dejaste completamente de hablar, sólo gemías. Tuve que taparte la boca en más de una ocasión para que bajases el volumen, y entonces aprovechabas para chupar mis dedos con pasión.  Te dije al oído, sin dejar de penetrarte, que me gustaría eyacular en tu boca. Y me contestaste que no sabías si te gustaría, porque no lo habías hecho nunca, y quizás vomitases, pero querías probarlo.
Te agachaste delante de mí, y me miraste con una sonrisa maliciosa...cogiéndome la polla y diciéndome. “Dámela toda...quiero sentir tu calor...quiero sentir mi boca llena de leche...”
Te agarré la cabeza para que siguieses mi ritmo, y te la volví a follar...muy rápidamente...Al mismo tiempo, me di cuenta de que tú te estabas masturbando...y me corrí, con un espasmo de placer, dentro de tu boca.

Noté que tú también llegabas al orgasmo, tragándote casi sin querer el semen que llenaba tu. Me aparté por si vomitabas, tal y como tú misma avisaste, pero no lo hiciste, sino que me dijiste que te había gustado mucho sentir la boca llena de aquel líquido caliente y dulce y tragarlo. Aún tenías un poco en la boca, y sonriendo me enseñaste cómo lo saboreabas, recogiéndolo con la lengua y tragándotelo totalmente. 

Me guardé la polla y me subí la cremallera de los pantalones. Tú te pusiste el tanga y te bajaste el vestido, poco porque era diminuto, y nos fuimos a un bar cercano.
Fuiste al lavabo y cuando volviste me dijiste que aún te daba un poco de vergüenza la situación, que cómo me dio por esta locura y te confesé que me provocaban una morbosidad exagerada los pueblos antiguos con estos callejones oscuros. 
Me dijiste riendo que estaba loco. Y nuevamente con una sonrisa malvada, me miraste; abriste las piernas, sentada en tu silla enfrente de la mía, y me enseñaste tu sexo, y tu tanga dentro del bolso. 
Me dijiste muy divertida: “creo que seguiré visitando el pueblo....así.

Estuve loco el resto del día....







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sábado, 5 de enero de 2013

Tirar piedras y esconder la mano




No soporto a la gente que tira la piedra y esconde la mano.
Uno puede lanzar una piedra con la intención de romper el cristal de una ventana. O puede, que lo haga apuntando hacia otro lado, y el hecho de romper el cristal haya sido sólo casualidad o un mero accidente. 

Pero en cualquier caso, se da la cara, se asumen responsabilidades, se piden disculpas si no hubo intención, en fin…cualquier otro gesto que no implique esconder la mano, evadir responsabilidades e irse de rositas.
Tirar la piedra y esconder la mano es algo que se le da muy bien por ejemplo a los políticos. Tanto, que yo creo que deben tener esa aptitud o capacidad ya innata para poder dedicarse después a ese enrevesado mundo.

Pero como aquí sólo hablo de erotismo, o sucedáneo del mismo como algunos opinan, pues al grano.



En mi vida, uno de los grandes especialistas en tirar la piedra y esconder la mano es A., alias el Sacarino.Lleva mucho tiempo lanzándome piropos, indirectas que a veces son más directas, y cuando intentas cogerle el relevo, enmudece y desaparece.

El mes pasado, antes de acabar el año me mandó un correo electrónico que decía algo así “¿Por qué es importante tener un coche grande?” y como respuesta a tal pregunta salía un tipo en un gran descapotable, y cuatro tías en topless haciendo autostop.

Le contesto y le digo: “¿Y tú como lo tienes de grande, querido? ….me refiero al coche, por supuesto
Y me contesta: “Grande, enorme y potente. Lo pongo de 0 a 100 en segundos”.
Evidentemente, los dos sabíamos que no hablábamos de su coche. Le vuelvo a escribir: “¿y no se te cala nunca, nunca….?”
El Sacarino contesta: “Para nada. Te doy una vuelta en él cuando quieras, muñeca”. Le digo: “Cuando tú quieras”.
Y fin de la correspondencia. Aquí se acabó todo. Se rajó, se acobardó…¿para qué coño empieza lo que no va a acabar?

Éste es sólo un ejemplo más pero el Sacarino es experto en ponerme la miel en los labios. Así es que el mes pasado de diciembre, en una comida de trabajo, me las ingenié para quedarme con él a solas.
Después de comer, algunos tenían que volver al trabajo y otros nos quedamos. Y de los que nos quedamos, algunos tenían que volver a la empresa a buscar su coche pues lo habían dejado allí. Yo me ofrecí a llevar al Sacarino de vuelta a la empresa a buscar su coche, y eso que no me pillaba ni remotamente de paso. O sea, que fue más que evidente que quería hablar con él.

Quince minutos de trayecto hablando de banalidades, aparco en un lugar apartado, espero que reaccione y va y me dice: “Estas vacaciones….(de Navidad), podíamos quedar….”
Bueno, aquí empiezo a pensar que por fin se va a decidir. Y continuó….”podíamos quedar unos cuantos e ir a echar unas cervezas”.

Será capullo!  Le dije que vale, que me llamara, arranqué y me piré. Antes de llegar a mi casa ya había decidido que el Sacarino al fin dejaba de estar en la lista de los hombres que deseo, que deseo mucho. No me sentí mal por ello, la verdad…. Después de  todo, y no es por vanagloriarme, creo que él pierde más que yo, y que ha tenido ya muchísimas oportunidades. Él fue el primero de algunos nombres más que borré en días posteriores.

Sacarino, has tirado muchas piedras en los dos últimos años, y siempre, siempre has escondido la mano. A partir de ahora, apunta hacia otra ventana.


miércoles, 2 de enero de 2013

Paradoja




Llevaba días sintiéndome atrapada: rodeada de personas y cosas de las que no puedo escapar.
Eran las doce de la noche, salí al lavadero y me quedé mirando las rejillas de la pared que daban al exterior. Hacía frío, mucho frío…ese lavadero, gracias a la poco elegante idea del constructor, parecía una jaula colgada en el exterior de la vivienda. Y como en una jaula me sentía.
Me acerqué a una de las rejillas, la que caía a la altura de mis ojos, y me quedé mirando como nacían y volvían a morir una vez tras otra los chorros de una fuente que hay en una glorieta a unos cien metros de mi ventana. Eso sí que era libertad, saltar como el agua en cascada, caer en picado, y volver a renacer y saltar con fuerza renovada….

No me lo pensé dos veces, creo que ni lo pensé. Me desnudé, bajé a la calle, caminé esos cien metros y me zambullí en la fuente, paseándome por los diferentes chorros de agua. Los primeros instantes fueron como cuchilladas profundas en la piel, el agua fría y la temperatura de la noche en pleno diciembre no podían causar otra sensación. Pero enseguida empecé a sentirme mejor, más libre, más yo.

No sé cómo ni por qué –aunque no vi a nadie en la calle, alguien debió avisarles- apareció una patrulla de la policía local. Uno de los agentes me ordenó salir de la fuente, me negué, insistió con amenazas de entrar a buscarme, y el frío del agua y unas gotas de raciocinio me hicieron recapacitar y salí, temblando incontroladamente.

El agente de la policía que me gritó se quitó su trescuartos y me lo dio para que me abrigase. Me subieron al coche patrulla y me llevaron a comisaría. Estuve en el calabozo alrededor de media hora, aunque antes me trajeron una toalla para secarme y un chándal que pertenecía al agente Fernández –el mismo que me prestó su chaqueta- y que me estaba enorme, pero cumplía su función de abrigo.
Resultaba paradójico que todo aquello hubiese sido una manera de expresar mi ansia de libertad, y que todo hubiese acabado conmigo entre rejas.

Me trasladaron en el mismo coche patrulla a un centro médico para que me practicaran analítica de sangre y orina, para determinar qué sustancia tóxica o alucinógena había tomado para cometer la locura de bañarme desnuda en diciembre en una fuente pública. Cosa que evidentemente, quedó descartada.

Después una charla con un psicólogo de la policía, para intentar averiguar si yo sufría alguna especie de paranoia, depresión o desorden mental que me hubiese llevado a aquello. Nuevamente no encontraron respuestas. Ni las iban a encontrar, no buscaban en la dirección correcta.
Finalmente, todo acabó con una denuncia por exhibicionismo y alteración del orden público (qué orden?) y una multa que tendría que satisfacer al día siguiente.


El coche patrulla me acompañó a mi casa, un agente se quedó en él y el agente Fernández me acompañó a casa de una vecina, que tenía copia de las llaves de mi casa.

Abrí la puerta, le invité a pasar y tomar un café, me contestó que estaba de servicio. Hice ademán de quitarme la sudadera del chándal para devolvérselo, y me dijo que no, que ya volvería a buscarlo cuando acabase su turno.

Le pregunté: “Si invitas a follar a un policía, eso es desacato a la autoridad? Y si cojo tus esposas y te encadeno a mi cama, ¿eso es utilización indebida de la propiedad pública?”. Rió, con ese sonido de algunas risas masculinas que tanto me excitan. “No, eso es una invitación tentadora”, y se marchó.
Entré en mi casa. Me di una ducha caliente, comí algo ligero, me lavé los dientes, me tumbé en el sofá frente al televisor y sonó el timbre…..
Al abrir, allí estaba vestido de paisano el excitante agente Fernández. Llevaba en su mano su porra reglamentaria y unas esposas.



Pasó, nos dirigimos a mi habitación, me desnudé, cogí las esposas y, casi sin darme cuenta, me vi con las muñecas sujetas a mi cama.
Resultaba paradójico que me hubiese excitado imaginando a aquel hombre esposado a mi cama, y ahora fuese yo la que había acabado de aquella guisa.
Él se desnudaba, mirándome, sin pronunciar palabra. Le pregunté si alguna vez había utilizado aquella porra, en el cumplimiento de su trabajo. Y me dijo que no, que nunca lo había necesitado, afortunadamente.

No sé si leyó mis pensamientos, o intuyó mi deseo, pero cogió la porra y empezó a acariciarme muy suavemente, todo mi sexo, que se mostraba totalmente abierto y dispuesto.
La sensación fría, dura, algo rugosa, de la porra me hizo contraerme en un principio, pero poco a poco me dejé llevar y empezó a resultar una experiencia placentera.

Cuando estaba a punto de correrme, paró, tiró la porra a los pies de la cama y se quedó mirándome, mientras acariciaba su glorioso pene.
Le pregunté por qué paraba, y me dijo que quería ver en mi rostro y en mi cuerpo cómo deseaba que continuase, hasta que llegase incluso a suplicarle. Le dije que “ni hablar!, no voy a suplicar por eso!”

Se agachó entonces entre mis piernas, las separó, y hundió su cabeza entre mis piernas. Sentí su lengua recorrer e investigar todo mi coño, hasta que al final logró saber cómo y dónde debía detenerse más. Yo no podía más, estaba a punto de estallar en su boca, y notaba que cualquier movimiento algo brusco de mi pelvis hacía que las esposas se tensasen y me hiciesen daño en las muñecas.

Él seguía lamiendo con la punta de su lengua el punto exacto de mi placer, y cuando ya realmente no podía más…..volvió a parar.
“Pero…..”, no acerté a decir nada más. Estaba estupefacta y totalmente insatisfecha, quedándome ya en dos ocasiones a la puerta del orgasmo, aunque hubiese entrado igualmente aunque aquello fuesen las puertas del mismísimo infierno.

Tendrás que suplicarme”, me repitió él. Yo, que me moría por estallar, le dije que no, y que aquello era un caso evidente de abuso de autoridad, rozando los límites de la tortura.
Ayudándome para no dañarme, me hizo girar colocándome a cuatro patas, sin soltarme las esposas….. empezó a acariciarme con sus dedos y sin aviso previo, introdujo lenta pero firmemente toda su polla en mi coño.

Creo que tuve un primer espasmo de placer en ese momento. Fue entrando y saliendo de mí, lentamente, mientras que con sus manos abría y separaba mis nalgas, dejándolas solamente para con un dedo acariciar el ano, que poco a poco se fue abriendo también ante él.

Seguía embistiéndome, aumentando lentamente la velocidad y la presión, a medida que aumentaban también mi deseo, mis gemidos, mis ganas por acabar llegando a la cumbre.
Si existía el acoplamiento perfecto entre una polla y un coño, creo que se estaba produciendo en aquel momento. No sobraba ni faltaba nada, los movimientos eran perfectos, las embestidas pura delicia…. Y de pronto, sacó de mí su polla. Esta vez, además de estupefacta, estaba cabreada,…. Las ganas del placer ya me dolían y no pude por menos que suplicar, casi implorar: “¡Fóllame!, no pares….fóllame!”,  y él así lo hizo.

Nunca antes perdí tanto la noción de la realidad en mitad de un orgasmo. Y el placer fue tan intenso que casi me daba miedo pensar si sería o no irrepetible.
No sé cuánto tiempo transcurrió con su polla dentro de mí, y él reclinado sobre mi espalda, hasta que decidió soltar mis esposas.
Se vistió, me puse una camiseta y le acompañé a la puerta de mi casa. Al marcharse, me besó, intensa y profundamente….no lo había hecho hasta ese momento.

Me arrodillé en mitad del pasillo, le desabroché los pantalones y empecé a acariciarle la polla con mis manos. Enseguida estuvo a punto, y entonces la introduje en mi boca, muy, muy despacio…. La saqué de nuevo,….empecé a lamerla de arriba a  abajo, todo el contorno, su dulce capullo,….
Él empezó a gemir, sujetándome la cabeza y se apoyó contra la pared, esperando probablemente estallar en mi boca.

Me levanté, me relamí los labios como quien relame un sabroso plato, le besé en los labios y le dije que volviera otro día suplicándome lo que no había acabado de darle en aquellos momentos.
Sonrió, se subió los pantalones y se marchó.
Resultaba paradójico que, deseando tanto comer, me hubiese quedado con hambre.