
Tenía que ser así, y era inevitable que hubiese sido de otra manera.
Yo sabía que la primera vez que hiciésemos el amor –perdona, a ti te gusta llamarlo follar- sería salvaje, cruel, rayando en lo malvado.
Nació como por arte de magia: la atracción entre nosotros dos surgió de no se sabe dónde, pero un día la descubrimos. Y poco a poco, la atracción se fue convirtiendo en pasión, más tarde en deseo y hacia el final era ya prácticamente una necesidad.
Y no es porque ninguno de los dos alimentásemos tal pasión. Las palabras que nos dirigíamos el uno al otro solían ser críticas, hirientes unas veces y destructivas otras. Nuestra manera de actuar, de opinar, nos disgustaba mutuamente.
Y sin embargo, aquel deseo crecía, seguía creciendo. Quizás fuese morbo, o quizás a los dos nos podía la curiosidad de ver a nuestro rival rendido ante nosotros de alguna manera.
Nació como por arte de magia: la atracción entre nosotros dos surgió de no se sabe dónde, pero un día la descubrimos. Y poco a poco, la atracción se fue convirtiendo en pasión, más tarde en deseo y hacia el final era ya prácticamente una necesidad.
Y no es porque ninguno de los dos alimentásemos tal pasión. Las palabras que nos dirigíamos el uno al otro solían ser críticas, hirientes unas veces y destructivas otras. Nuestra manera de actuar, de opinar, nos disgustaba mutuamente.
Y sin embargo, aquel deseo crecía, seguía creciendo. Quizás fuese morbo, o quizás a los dos nos podía la curiosidad de ver a nuestro rival rendido ante nosotros de alguna manera.
Y ese momento llegó. Fuiste algo más duro de lo que había imaginado pero no me sorprendió en absoluto.
Ya en el primer beso mordiste mi labio inferior hasta casi hacerlo sangrar. Pero te dejé seguir.
Besaste mi cuello. Sabías que es uno de mis puntos débiles y también ahí atacaste. Succionaste con furia, dejando moratones que tardaron algunos días en desaparecer. Y yo seguía deseándote, del mismo modo que seguía haciéndolo cuando cogiste mis pechos entre tus manos y los aplastaste con cierta fuerza.
Ya en el primer beso mordiste mi labio inferior hasta casi hacerlo sangrar. Pero te dejé seguir.
Besaste mi cuello. Sabías que es uno de mis puntos débiles y también ahí atacaste. Succionaste con furia, dejando moratones que tardaron algunos días en desaparecer. Y yo seguía deseándote, del mismo modo que seguía haciéndolo cuando cogiste mis pechos entre tus manos y los aplastaste con cierta fuerza.

Todo fue brutal; tu mirada era de deseo pero tus gestos eran rudos.
Cuando metiste tu polla en mi culo de aquella manera, bestial, creí por unos instantes que se agotaría mi placer, que no conseguiría llegar al máximo. Pero me equivoqué a pesar de que, mientras sentía tus fuertes embestidas, azotaste mis nalgas varias veces y que tus dedos se quedaron marcados en ellas y en mis caderas.
Para ti tampoco debió ser fácil. Te debatías entre el deseo de poseerme y la rabia por desearme. Tenías que demostrar, como llevabas tanto tiempo intentando vanamente demostrar, que eras superior a mí.
Pero tuviste una flaqueza: besaste dulce y suavemente mi hombro cuando te marchaste. Se aplacó tu furia y se despertó en ti una nueva sensación que te costará más dominar que el propio deseo.
Ahora sé que volverás, que necesitarás más. Pero te aseguro que la próxima vez será a mi manera.
Ahora sé que volverás, que necesitarás más. Pero te aseguro que la próxima vez será a mi manera.
Y seguramente la dulzura es la mayor de las flaquezas, esa que nos hace creer que amamos y que lo amado es insustituible. ¿O no es por eso esa seguridad en su vuelta?
ResponderEliminarUn beso, belkis.
Nolaaxe
Me encantó, me encanta lo que me provoca y el morbazo de que lo que le pasa a ella y él (al menos en pensamiento) suele pasarnos a todos en algún momento de nuestra vida.
ResponderEliminarNada más rico que echarte a tu enemigo.
Que deseo mas divino.No me sorprende nada que para un próximo encuentro agarres la batuta.Déjate morder el labio otra vez.
ResponderEliminarLo se, seguro q será a tu manera... ya volverá como sumiso.
ResponderEliminarA tus PIES
Nolaaxe, pues no: volverá porque a él le gustó más que a mí y él necesitará más que yo repetir. Besos.
ResponderEliminarGracias, Solera. La verdad es que es un enemigo muy duro, pero yo soy muy valiente. Bienvenida.
Maruxela, si alguien me atrae tanto, me dejo morder el labio, los labios y lo que haga falta. Pero sigue encantándome también un puntito de dulzura/ternura. Besito.
Gudèlu, ahí, lo has clavao. Besito.
Pues a mi la violencia...ni en mis fantasias.
ResponderEliminarSiempre a mi manera, lenta y suavemente, muy suavemente.
Para gustos...
Anónimo, pues a mí tampoco, la violencia no me va y en el sexo, menos.
ResponderEliminarEsta entrada está inspirada en alguien. Y así es como imagino yo que sería nuestro primer encuentro, probablemente hipotético, nunca será real, y quizás hasta me equivoque y un enemigo en la cama sea capaz de dar y regalar mucha ternura.
Pues mira que yo creo que sin ser violento, el sexo demasiado dulce y pastelón es bastante aburrido. No tiene que ser violento pero sí pasional.
ResponderEliminarBesos
A veces los pequeños gestos delatan nuestra propia vulnerabilidad.
ResponderEliminarA veces incluso puede ser inversamente proporcional a la fuerza del sexo.
un besazo!
Escribes muy bien...muy interesante
ResponderEliminarPor cierto soy Perfida
Un saludo coleguita
Te susurraré, a estas alturas, yo creo que el sexo es divertido, sin más; cada cual que elija como más le guste. Besito.
ResponderEliminarGerard!!! Sorpresón. Mira: contigo el sexo (por lo que he leído) sería el punto exacto entre pasión salvaje y dulzura en su justa medida. Besazo.
Pérfida, gracias!. Bienvenida, coleguita.
Así también está bien, ahora sólo queda vengarte ;-)
ResponderEliminarMe encantaría vengarme, dulcemente. Pero la venganza será hacerle esperar...creo
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