viernes, 30 de agosto de 2013

Porque yo lo valgo

Uno de los motivos por los que nunca envié estas cartas de esta sección es porque transcurrió demasiado tiempo. En esta ocasión, en cambio, no ha pasado tanto tiempo. Sé y me consta que ya no entras aquí, pero si entrases y leyeses esta carta, avísame y así me ahorro el sello ;)


Querido P…
Nos conocimos por un medio que en otra época hubiese sido inusual e impensable: internet! Qué gran mundo!
No hubo ninguna pretensión de nada que no fuese charlar y conocernos, y así fue hasta que surgió la posibilidad de conocernos personalmente. Tú enseguida accediste a mis condiciones que no eran otras más que fuesen en un día y un horario determinados, y ya concretaríamos el lugar, que sería más difícil teniendo en cuenta que nos separaban unos cuantos kms, nada insalvable pero eran un problema.
Y no llegamos a concretar. Sin más y sin previo aviso, desapareciste dos o tres días antes del supuesto encuentro. No contestabas a mensajes ni a correos, y decidí que “estas cosas pasan” y no darle más importancia.

Al cabo de un tiempo reapareciste en mi móvil presentando mil excusas por haber sido tan cobarde y no presentarte. Sin que tú lo pidieras y sin que yo lo concediera, surgió de nuevo una posibilidad. ¿De qué? Ni siquiera lo sabíamos, de conocernos, de ser amigos…de lo que fuese.
Esta vez fui más previsora y antes de volver a hablar de vernos, te mandé una fotografía, algo que no suelo hacer prácticamente nunca. Si ibas a tener miedo, yo quería que al menos fuese real.  Y cuál no sería mi sorpresa que aún te entraron más ganas de conocerme al verme! Y el sitio lo concreté más (claro, tendría que haberte dado las coordenadas exactas jajajaja).
Yo, en cambio, no sentía nada más que curiosidad…y aprecio.

Llegó el día y hora previstos, y nos encontramos en el sitio en cuestión. Con una hora de retraso pues te desorientaste y fuiste a otro lugar. No me lo tomé a mal, era normal, bastante esfuerzo hiciste en desplazarte.
Cuando te vi, no sentí nada especial. Dicho de una manera muy, muy bestia…mi coño me pedía que me largara pero mi cabeza y mi corazón me decían que quizás valías la pena, que quizás tenías mucho escondido por ofrecer, que quizás las palabras incendiarias de tus mensajes y tus correos sólo fuesen el preludio de algo. Y me quedé.

Estuvimos tomando copas en un par de sitios. Tú apenas abrías la boca. Y yo, que hablo hasta por los codos, fui sacando temas y así fue como nos conocimos más: trabajo, familia, ilusiones, decepciones,… Pero si yo me quedaba callada, se hacía el silencio. Pensé que eras tímido, muy tímido. Poco a poco, me fui quedando sin palabras, sin temas de conversación…sí, ya es  raro en mí, lo sé.
Cuando fuimos al segundo local, me dijiste que al fin había acertado y que te gustaba mucho. Joder! Me dije que si no te había gustado el primero, por qué no lo dijiste antes? Bueno, al menos aquí estuviste un poco más distendido en la conversación.
Yo seguía sin tener ningún interés especial, sin sentir ese cosquilleo especial que siento a veces, pero allí estaba, esperando que surgiese tu-otro-yo, jajajaja.


Decidimos marcharnos, hacia mi coche, que por cierto yo no encontraba. Cualquiera que haya tenido la ocasión de quedar conmigo, sabrá que es algo que suele pasarme muy a menudo jajajaja, lo siento, soy despistada y de noche me desoriento (pero nunca tanto como para perder la cabeza, sólo pierdo el coche).
El caso es que tú me guiabas por aquellas cases hacia mi coche, y eso que no conocías para nada aquella zona, yo sí. Caminabas varios metros delante de mí. Ahí te delataste, querido. Ahí me di cuenta de que no tenías el más mínimo interés en mí. No caminabas a mi lado… y eso, en otra persona, lo hubiese visto como un gesto machista (fíjate qué clase de hombres hacen eso por la calle). Parecías tener tú más prisas en encontrarlo que yo misma.
Te acompañé a la zona donde dejamos tu coche, me bajé para despedirme y ahí ya vino la definitiva. Me diste dos besos en las mejillas y me dijiste que ya me llamarías para quedar en otra ocasión.
Querido…ahí la cagaste! Tal y como te comportaste durante todo el tiempo, demostrando creo que tu total desinterés, no tenías que haber puesto encima de la mesa la posibilidad de volver a vernos. Eso es mentir, peor aún, enmascarar la verdad.

Evidentemente, no se ha vuelto a producir ese nuevo encuentro y ni siquiera he sabido más de ti. No pasa nada, no nos gustamos y eso es relativamente normal. Lo que me jode es que me tomen el pelo. Así es que me partí el culo cuando al cabo de pocos días recibo un correo de una persona que me proponía quedar para follar. Así, literalmente, sin presentaciones ni nada. Pensé: “bueno, al menos éste habla alto y claro”, jajajaja.

No tenemos edad para jueguecitos, querido, y lo sabes. Si querías una amiga, la tenías. Y podías haber seguido teniéndola aunque no te gustase físicamente. Y si lo que querías era follar, te mostré el catálogo antes de que salieras de compras, no?

También quiero decirte que, aunque en un primer momento tocaste un pelín mi autoestima, me recuperé rápido. Muy rápido. Puedes aspirar, por supuesto (todos tenemos aspiraciones) a quedar con una tía cañón, una tía 10, y si encima es inteligente (porque tú lo eres bastante, o al menos lo parecías), ya de puta madre. Pero ojo….las tías cañón no se conforman con cualquier tipo, que lo sepas. Pocas veces habré pensado yo que he estado con un tipo que no me merece, que yo valgo más físicamente que él, y no sólo físicamente sino en muchos más sentidos…así es que con esta carta quiero agradecerte que me hayas hecho vivir esa oportunidad, uno de esos momentos en que sé que no sólo soy una “gran chica” sino que soy grande por muchas más razones, y que yo sí que me merezco algo más.

Besos!

miércoles, 28 de agosto de 2013

Come y calla



Llevaban juntos más de quince años. Ni él ni ella se planteaban quien de los dos puso más, o cuál de los dos se esforzó menos. El caso es que la rutina se había instalado en sus vidas, la monotonía en su cama y el desamor (que no es lo mismo que el odio) estaba a punto de caerles torrencialmente encima como un cielo negro encapotado de verano.
Habían llegado a ese punto en que, como rezaba aquel chiste, había más defectos que virtudes, aquel punto en que “aquel precioso lunar que tienes cielito lindo junto a la boca”, se había convertido en el deseo de “quítate ya esa verruga, so bruja!”.
El defecto de él que ella menos soportaba ya eran sus ronquidos nocturnos. Ese ruido sordo y seco la impedía dormir, y hasta pensar, y casi ningún recurso de los muchos que llegó a utilizar para apagarlos o amortiguarlos funcionó.
Una de esas noches ella estaba al borde de un ataque de nervios. Pensó fugazmente en coger una almohada, colocársela en la cara y acabar con aquel ruido.


Así es que, sigilosamente (aunque no hiciese falta pues él no se iba a enterar), se levantó, se desnudó completamente, dio la vuelta a la cama, hacia el lado de él, apoyó una rodilla a un lado de la cama, abrió sus piernas, y apoyó la otra rodilla al otro lado de sus hombros, quedando colocada de tal manera que si se inclinaba un poco hacia adelante, su coño caería literalmente sobre su cara.
Y lo hizo. Puso su coño abierto sobre la cara de él. Él dio un bufido como para recuperar su respiración, y cuando abrió los ojos se encontró a su mujer sobre su cara, restregándose sobre su puntiaguda nariz, dejándosela totalmente mojada. Estaba estupefacto y, aunque no intentó moverse, tampoco hubiese podido ya que ella se sujetaba con sus manos al cabecero de la cama y con sus piernas le presionaba fuertemente los hombros.
Como pudo, balbuceó: “Pero ¿qué coño haces?”
Ella contestó: “Que te calles, que no puedo dormir. Que estoy hasta el coño de oírte roncar. Así es que….come y calla!”
Y él, inusualmente, obedeció. Introdujo su lengua en aquella abertura húmeda y empezó a lamer con el ansía de quien tiene mucho hambre de madrugada.

Ella siguió hablando, mientras se movía sobre él, guiando con sus caderas el movimiento y la dirección que tenía que seguir la lengua de él. Pero su voz, aunque seguía sonando enérgica, cada vez era más entrecortada: “…¿creías que no sería….capaz de hacerte callar?.....mmmmm…mira,…ahora no roncas….pero sigue…tú come y no respires…mmmm”, y se mezclaba con el dulce chapoteo que inundaba ya toda su cara.

Entonces ella soltó una mano, apretó la cabeza de él más aún contra su coño, y se corrió en su boca. Evidentemente, no era la primera vez que ella lo hacía, pero quizás sí que fuese la primera en que lo hacía con rabia, con placer pero con rabia, y en la que no pensaba corresponderle.
Deslizó su raja satisfecha por la cara de él unas veces más hasta que se calmó de nuevo su respiración, se incorporó y volvió a su lado de la cama.

Aquella noche ella durmió bien…en mucho tiempo.


jueves, 22 de agosto de 2013

A veces salen caras



El otro día estaba yo haciendo “cositas” delante del espejo del baño, y en un momento dado, en ese preciso momento, me miré. Dios! Me vi horrorosa….estaba muriéndome de gusto, pero estaba más fea que pegar a un padre.
Y eso me dio en pensar en las caras que podemos llegar a poner cuando nos corremos, cuando tenemos un orgasmo. De hecho, si el orgasmo es natural (o sea, no fingido), creo que nos ponemos fe@s de narices, y además no lo puedes controlar….Tu rostro se transforma en función de las sensaciones que estés viviendo, que tampoco tienen por qué ser siempre igual.





En los orgasmos fingidos, por ejemplo los de la gran pantalla, ahí sí que podemos estar guapas y guapos, perfectamente maquillados, o con sudor artificial si ha sido una sesión de sexo dura, con los labios sensuales, los ojos entrecerrados en el punto exacto, con la pantalla enfocando nuestro lado bueno





Una vez oí decir a un tipo (creo que ya lo he contado, no estoy segura) que los orgasmos son dolorosos, y que en realidad el placer sobreviene cuando dejas de sentir “ese dolor” y liberas hormonas. Esta teoría tan ridícula –a mi modesto entender- explicaría por qué ponemos a veces cara de estar sufriendo aunque nos estemos muriendo del gustazo.

También he oído decir muchas veces, más a ellos que a nosotras, que les sublima ver el rostro de su pareja en la cama en el momento de máximo clímax. No sé cuál es la razón, si comprobar que realmente se está disfrutando de lo lindo, o si es porque se está enamorado, porque realmente a veces ponemos cada cara….




martes, 20 de agosto de 2013

Por debajo de tu mesa




Alguna vez tuve (tengo) la fantasía de participar en un trío. Eso sí, nunca me imaginé que sería como éste, en que un tipo arrollador y encantador me mandó un texto, otro tipo dulce y excitante me envió una fotografía, y yo abrí las piernas, digo la mente (jajaja) y les pedí a ambos que me dejasen mezclarlo para el blog a ver qué salía, y he aquí el resultado.

Le escribí un correo diciéndole que me presentaría en su despacho, me metería debajo de su mesa y le haría una mamada tan increíble, que acabaría suplicándome.
A continuación, él me escribió también:

17:50 en la oficina. Hace calor, un calor bochornoso;  no enciendo el aire porque tengo la garganta tocada. Me quito la camisa, estoy sudando, Llevo todo el día pensando en cómo por arte de magia aparecerás debajo de mi mesa. La promesa de una mamada inolvidable no desaparece de mi cabeza y me tiene encendido
Cada poco tiempo, algo entre mis piernas pugna por salir afuera, pero la barrera del pantalón se lo impide, la bragueta se tensa tanto que a veces pienso que la cremallera no resistirá, pero siempre resiste; se ve que las fabrican fuertes para resistir los embates causados por propuestas incendiarias de hembras calientes, como tú, o al menos eso quiero pensar, que tú eres una hembra caliente, no que las cremalleras se fabrican fuertes para resistir la tensión de pollas descontroladas.
Medito si pasar mi mano por encima o no; opto por no hacerlo para no agravar la situación.
 

18:02 sigo sentado delante de la mesa, La tensión ha bajado. De pronto me da por imaginar cómo sería saber que tú estás debajo de la mesa entre mis piernas. La verdad es que nunca me la han mamado así. Joder, la tensión vuelve a crecer, empiezo a calibrar si la idea es factible o no
La verdad es que mi mesa no es muy grande; al lado izquierdo tiene una cajonera que le resta bastante espacio y por el lado derecho un peto y por la parte delantera otro, además como la mesa no es muy profunda no estoy completamente seguro de que hubiese espacio suficiente para que tú pudieras quedar "escondida". Estas elucubraciones han hecho que la tensión afloje de nuevo,

18:10 mi cabeza me dice: "joder tío, de momento es sólo una fantasía, y en las fantasías todo vale, así que seguro que cabe". La tensión crece de nuevo y yo no puedo evitar rozar con mi mano el bulto que asoma, pero... "tu promesa" de esta mañana, ha sido tan decidida, decías... de rodillas debajo de tu mesa, rezar, suplicar, suplicar tú, una mamada, pero no una cualquiera, una mamada inolvidable. Joder eso ha sonado real y por tanto intento valorar si cabes o no debajo de la mesa, Ufff!, tengo dudas.
Mientras mi mano se vuelve a escapar al bulto, la tensión no ha cedido ni un ápice, además noto la polla jugosa, y tanto... una pequeña mancha revela que ni el boxer ni la tela del pantalón han sido barrera suficiente, intento pensar de nuevo en algo que relaje la tensión. Calculo mentalmente las dimensiones del hueco, 1/4 de metro cúbico, ¿será suficiente?, la verdad es que no tengo ni idea, pero la tensión ha vuelto a bajar.
 

18:22 empiezo a valorar si me hago una paja o no. No lo tengo claro, así que... decido mandarte este correo, a ver si en unos minutos me respondes con la solución, pero no de si cabes en 1/4 de metro cúbico, sino de si tú consideras que debo aliviar la tensión aquí  y ahora o mejor dejarlo para otro momento
Si no respondes, que será lo más probable, recogeré y la paja quedará postpuesta hasta otro momento.
ufff, qué cosas ocurren con la promesa de una hembra caliente acerca de una mamada inolvidable debajo de una mesa de oficina, o... ¿será el calor?, Las dudas se multiplican.


 Imagen cedida por un lector del blog

Sigo sin camisa, me arrellano en el sillón. Imagino cómo aflojas el cinturón, sueltas el botón y bajas la cremallera a prueba de pollas descontroladas. Primero ronroneas acercando tu mejilla al bulto y luego dejas la cinturilla del boxer por debajo de los huevos, la polla salta resuelta hacia afuera, resuelta y agradecida, la descapullas con suavidad y hasta mi nariz viene ese olor inconfundible a polla caliente.

Ufff! A  partir de ese momento te apoderas de ella con tu boca y el placer es tan intenso que todo se desvanece a mi alrededor. Me arrellano aún más si cabe y... me dejo llevar y llevar y llevar… Tenías razón, soy yo quien te suplica, no sé qué pero no paro de suplicarte, seguramente cosas totalmente opuestas; afortunadamente tú solo atiendes a mis sensaciones, te guías sólo por ellas hasta que... me derramo por completo, en ti, sobre ti. Ciertamente ha sido una mamada inolvidable.