sábado, 22 de junio de 2013

Se busca



Ante las dificultades actuales para encontrar un amante relativamente estable, mi amiga L. me recomendó que pusiese un anuncio aquí en el blog. Le dije que esa idea disparatada ya la utilicé, ya publiqué un anuncio (véase aquí) y que los resultados fueron…sino pésimos, no muy favorables.

A ciertas edades no es tan fácil como pueda parecer encontrar un amante (no digamos ya si buscase pareja formal jajaja). Si a esto le sumas el no tener disponibilidad de tiempo y, por tanto, no poder moverte apenas por garitos nocturnos, discotecas y demás donde nunca se sabe si puedes gustarle a alguien, pues aún peor. Y si encima le añades el hecho de no ser atractiva, ya la hemos cagado.
Pero como a mí me cuesta lo mismo (no digo que ni mucho ni poco) aporrear el teclado que aporrearme el clítoris, pues he aquí mi nuevo intento.

Esta vez creo que cambiaré los requisitos, parece ser que en la otra ocasión fui demasiado exigente. A saber:
- Tiene que ser hombre. De momento siguen sin atraerme sexualmente las mujeres
-  Me da igual su estado civil, su profesión, sus hobbies….sólo ha de estar disponible para mí una noche a la semana (No es mucho pedir, ¿no?).
-  Ha de vivir cerca de mi ciudad, o estar dispuesto a viajar. Yo no tengo disponibilidad para hacerlo. (Aquí viene cuando el mejor candidato estará a cientos, incluso miles, de kms. Bueno, en tal caso, podría considerarlo como ciberamante, pero sería en otro capítulo).
- Edad: abstenerse niñatos y/o mojigatos. Dicho queda: existen tipos de 50 muy inmaduros y existen 20añeros que saben lo que quieren.
- Y la sinceridad es importante. Cuando no quieras quedar, dime que no quieres, no que no puedes. Has de ser un pelín paciente conmigo: suelo estar mejor en la segunda cita que en la primera, y peor en la segunda que en la tercera. ¿Por qué? Si quedamos, ya te lo contaré.

Insisto: no busco pareja. No puedo ni quiero enamorarme. Y si fueses tan maravilloso que lo lograses, ni te enterarás, ni te molestaré siquiera.


Creo que eso es todo. Interesados, dejar un comentario. ¿Qué ofrezco a cambio? Jajajaja, poca cosa la verdad (¿o no? A ver si esta vez sale alguien a echarme un cable en vez de a intentar hundirme), pero tendrá que descubrirlo también el interesado.


miércoles, 12 de junio de 2013

Más vale pájaro en mano





Por motivos laborales, familiares y personales me hallo alejada...del medio, de este medio.
La verdad es que estoy en medio de un huracán.
Y, a diferencia de otras ocasiones, esta vez no encuentro nada ni nadie (o casi nadie) para volver.

Hoy me ha llegado vía correo electrónico este vídeo. Voy a ver si logro averiguar en qué parte de Francia lo venden y me compro uno.
Al menos así puedo decir que mis manos aún siguen poniendo tiesa alguna cosa!
¿Quién las vió y quién las ve?



sábado, 1 de junio de 2013

Ya soy mayorcita




Querido amante circunstancial:
Hace muy poquitos días hizo un año de nuestro encuentro, de nuestro primer y último polvo juntos.
Porque cabe una posibilidad remota pero real de que realmente llegues a leer esta carta, no entraré en relatar todos los detalles. Pero sí diré que para mí fue una noche fantástica, contra todo pronóstico.
Contigo me salté una norma que creo que no me había saltado antes nunca: acostarme con alguien en la primera cita. Pero fui más valiente aún –o más inconsciente, según se mire- y no sólo lo hice sino que fue con alguien a quien no conocía, tú.
No puedo reprochar ni reprocharte nada de lo que sucedió aquella noche, pues todo fue genial. Al menos por tu parte: un hombre atractivo, una conversación variada y divertida, un ambiente acogedor, una cama compartida, besos como los que añoraba desde hacía tiempo, y un empeño dedicado en hacerme disfrutar.

Por mi parte….quizás no estuve a la altura. Quizás me sentí….pequeña. Sí, algo así, como si aquello y tú fuéseis demasiado para mí. Más cohibida de lo que soy normalmente, y con la inseguridad que sentí al ofrecer mi cuerpo, desnudo después de tanto tiempo, ante alguien como tú.
No fui una estrecha. Te expliqué mis razones, pareciste entenderlas perfectamente, y a pesar de eso o gracias a eso, creo que la noche se saldó positivamente.



Y entonces llega el día después. Y el siguiente. Y el siguiente. Y otro más. Y no volví a saber nada de ti. Yo no esperaba –ni mucho menos pretendía- una relación contigo.Pero sí que esperaba algunas palabras, algún mensaje, alguna posibilidad de volver a vernos….sin ningún compromiso y donde yo pudiese demostrar cómo soy realmente y no cómo fui aquella noche.
Llegué a recibir en bastante tiempo tres correos tuyos, y todos decían más o menos lo mismo: que estabas liado para volver a quedar pero que tenías muchas ganas, porque soy “una mujer admirable e increíble”, palabras textuales tuyas.
Pero ese segundo encuentro nunca sucedió, y hace ya mucho que hasta dejé de pensar en ello.
No sé por qué razón estos días lo he recordado. No soy muy buena para recordar fechas, y menos para recordar la fecha de un polvo….jajaja (bueno, quizás fueron tres?), pero esta fecha, tu fecha, se me quedó bien grabadita.


Y al fin he encontrado algo que reprocharte: basta de milongas. Soy lo suficientemente mayorcita para enfrentarme a muchas cosas en la vida, incluida la verdad. Si alguien no quiere volver a verte, ¿no es mejor saber el por qué?….”porque no me gustas”, “porque no me gusta cómo besas, o cómo follas….”, o qué sé yo. Pero no; los tipos adorables os dedicáis a dorar la píldora, a hacer o intentar hacer que una mujer se sienta bien, adorable y adorada….falsas palabras cargadas de halagos hipócritas.

Me quedo con el mejor recuerdo –irrepetible- de aquella noche y te digo que quizás perdiste tú más no habiendo una segunda y que, cuando te acuestes con una mujer, con una mujer de verdad, déjate de tonterías y háblale claro. Las mujeres de verdad podemos con eso y con mucho más.


Mi ciudad, 19 de mayo de 2013


miércoles, 29 de mayo de 2013

Entre renglones (2ª parte), by Formalhaut


Hola, gracias por tu invitación, muy agradecido! Aquí te va la segunda parte, lamento que sea tan largo, pero no me puedo aguantar. Formalhaut.


Mira, luego de que te fueras de allí, tuve que fregar el piso porque estaba manchado con semen.

¿Sabes? He estado en la biblioteca todos estos días esperando volverte a ver. Los siguientes días, cada vez que he ido a cumplir mi trabajo en la biblioteca, he estado pensando en lo sucedido. Cada minuto allí, mi mente recordaba lo que hicimos. Había sido corto, pero intenso, y tremendamente excitante para ambos. Era mucho más de lo que podía ofrecerme mi esposa. A estas alturas en mi matrimonio había menos sexo que en una convención de monjas, por lo tanto hacerlo con una chica joven estaba fuera de mis expectativas. Me pregunté muchas veces si volverías, o si simplemente mandarías a alguien por ti a devolver el libro, pues pensé que quizás estuvieras avergonzada de volverme a ver a la cara, yo también lo estoy.

Uno de estos días, arribé a mi rutina habitual de trabajo, una tarde más en ese silencioso, tranquilo, y a veces aburrido lugar. Estaba en el escritorio, hablando con mi compañera de trabajo, quien estaba al lado mío, una chica más joven que yo, sobre algunas cuestiones sin importancia. 
Una persona se acerca, y deja un libro sobre el escritorio. 
-       Hola, vengo a devolver esto.

Inmediatamente sonaron todas las alarmas en mi cabeza. Reconocí tu voz.
Levanté la vista y te miré. Nos miramos ambos a los ojos. Estabas seria. Contigo venía un chico. Estaban tomados de la mano, así que imaginé que era tu novio.
Mi compañera cogió el libro. Tú me volviste a mirar y me preguntaste por cierto género de libros. Me puse de pie y te acompañé a la sección de la biblioteca donde estaba lo que buscabas. 
Antes de que empezáramos, tu novio te dijo algo en voz baja, y se fue de la biblioteca. Caminamos por uno de los pasillos y giramos a un lado, para llegar a la estantería del género literario que me pediste. 
El aire se cortaba con un cuchillo. Estábamos quietos, solos, en silencio, uno al lado del otro. Yo estaba nervioso. Sólo se escuchaban los pasos de algunas personas en la entrada, y a mi compañera de trabajo hablando con ellos. Sin decir nada, empezaste a mirar todos los libros que había en la estantería… comenzaste por los de arriba, leyendo título por título, libro por libro, así que pensé que estabas buscando uno en específico. No me animé a preguntarte.
Permanecí en silencio, allí de pie, sin decir nada, esperando a que tú escojas lo que querías. Aunque, en ese momento, las imágenes se repitieron en mi mente. Tu cara, tu cabello, tus piernas, tu culo…. Y tu coño.


Sentí movimiento en mis pantalones. Oh, otra vez? Poco a poco, no podía controlar mi mente, y eso se traducía en no poder controlar mi erección.

Lo peor –o mejor- es que has venido con una falda de jean, y por lo que pude observar, más corta que la anterior, apenas te llega a tapar el culo, no mucho más. Es realmente corta y parece algo ajustada. Afortunadamente, me sacaste del trance, pues intentabas alcanzar un libro en lo más alto de la estantería, y no llegabas. Te pusiste en puntas de pie para llegar, pero te ofrecí ayuda, ya que yo era ligeramente más alto.
Me la negaste e intentando con tu brazo extendido alcanzar el libro en puntas de pie, perdiste un poco el equilibrio y casi te caes, a lo que hábilmente de mi parte pude sostenerte pues pasé mi mano izquierda por detrás de tu espalda y te sujeté de tu cadera izquierda.
Pudiste coger el dichoso libro, y me preguntaste si le podías echar un ojo, a lo que respondí que sí, que no había ningún problema.

A todo esto yo aún estaba a tu lado, con mi brazo izquierdo sobre tu espalda y con mi mano encima de tu cadera, sobre la falda. No la había quitado, y tú no me habías dicho nada por el momento. Lo abriste y comenzaste a leer la primera página, o eso parecía.  Con mi brazo en tu cintura podía notar tu calor, la suavidad de tu cuerpo. No me atrevía a mover esa mano, pero simplemente en esa posición y esa sensación potenciaba aún más la erección en mis calzoncillos, que ya era considerable. 

Ante tu pasividad en el asunto, comencé a bajarla. Sí, la mano que estaba en tu cintura. En este punto, sería tonto no intentarlo. Si tú me decías algo, la quitaría, y si no….
Fui bajando lentamente mi mano con la palma abierta. Pude sentir el comienzo de tus nalgas, por sobre la falda. A cada instante, miraba a tu cara por si reaccionabas de alguna forma, pero seguías tranquila leyendo el libro, sin perturbarte para nada.
Continué. A medida que mi mano bajaba por tus nalgas, más fuerte, dura y palpitante se me ponía la polla, que ya me apretaba demasiado bajo el pantalón. Llegué hasta la parte baja de tu culo, donde ya sentía el final de tus nalgas, el comienzo de tus muslos, y el final de la faldita. ¿Y ahora? Muy suavemente bajé un poco más para sobarte los muslos… tu piel quemaba, tan suave, tan lisa, pero tan calentita. Notando como te dejabas hacer, con mi mano derecha me apretaba la verga por encima del pantalón, para que me dejase de apretar y doler tanto, y para ponerme más cachondo aún.


En ese momento, cerraste el libro. Yo me quedé quieto, con mi mano sobre la parte alta de tus muslos, casi rozándote el culo debajo de la falda.
Nuevamente te pusiste en puntas de pie, esta vez para colocar el libro en su lugar, a lo que no tuviste problemas en esta ocasión. Luego, seguiste mirando los títulos de los libros en la estantería.
Mi miembro me pedía proseguir con la tarea. Ahora con mi mano, la metí bajo tu falda, para sobarte descaradamente el culo. Podía notar perfectamente su redondez., y me topé con tus braguitas.
Vaya. Hoy no te has venido suelta.” Antes ya te había visto todo el culo, pero ahora tocarlo era una sensación muy superior.
Tú permanecías sin decirme palabra, sólo limitándote a leer los libros, haciendo de cuenta que no pasaba nada. 
Estaba en la parte baja de tus nalgas, sobándote encima de las bragas con la palma abierta y apretándote el culito.
Con dos dedos comencé a palpar entre tus nalgas, por encima de la tela de tus bragas, lo que debía ser tu ano. Metí mis dedos en esa zona, y ya parecías respirar ligeramente más rápido. Poco a poco, avancé con mis dedos hacia abajo, siguiendo la línea de tus bragas, y noté el comienzo de los labios de tu coño. Estaba ligeramente abultadito bajo la tela.
Cuando lo notaste, abriste tus piernas un poco. No demasiado, pero sí que las abriste. Con ese par de dedos, busqué el lateral de tus bragas, para tocarte tu piel más íntima. Hurgué bajo el lateral de la tela y metí mis dedos debajo, enseguida noté tu chocho, ¿cómo crees que lo tenías?

El corazón me latía con fuerza, mis dedos se empezaron a humedecer muy rápido. Te toqué el coño muy despacio y suave, de arriba abajo, por toda tu rajita, sobando todo lo que podía. Se notaba húmedo, casi mojado. Te miré a la cara y ya tenías los ojos cerrados.
Pasaba mis dedos sobre tu clítoris, mojándolo con tu propia humedad vaginal, y ya notaba que empezabas a suspirar.  Quité mis dedos de tu coño, y me coloqué detrás de ti. Con ambas manos bajo tu falda, agarré los laterales de tus bragas en ambas caderas y te la bajé hasta los muslos. 
Ya con las braguitas húmedas a medio muslo, te volví a meter los dedos en el coño, pero esta vez busqué introducírtelos. Tú respondiste abriéndote más de piernas, sin decir palabras. Ahora podía tocarte mejor. Primero, te pasé un par de dedos a lo largo de tu chocho, y luego te introduje uno. Gemiste en voz baja. Luego, te metí el otro. Ahora te estaba masturbando, follando con mis dedos a un ritmo pausado, mientras tú abrías tus piernas para facilitarme el trabajo.
Ahora no estábamos solos como en la ocasión anterior, a escasos metros estaba mi compañera, y aún podían oírse personas allí. Al fin soltaste algo:
- Como regrese mi novio y te vea con los dedos metidos en mi chocho, se va a liar una buena.

Más que detenerme, sólo me envalentonó más. Sacaba los dedos de tu coño, te tocaba el clítoris, luego te los volvía a meter….  Tú ya estabas suspirando demasiado, gimiendo tratando de no hacer ruido, mientras seguía estimulándote el ya chorreante coñito tuyo. Llevaste una de tus manos hacia atrás, donde estaba yo, para palparme el paquete. Inmediatamente me bajé los pantalones hasta los tobillos, a riesgo de que alguien apareciera, pero la excitación era demasiada. Con mi polla al aire, la tocaste con tu mano. Sentí un escalofrío.


Te giraste, y te agachaste. Agarraste mi verga con una mano, rodeándola completamente con tu mano. Parecía que ibas a hacerme una paja. ¿O una mamada en la biblioteca?
Por lo pronto, giré mi cabeza a un costado, y alcancé a divisar la sombra de alguien viniendo hacia nosotros.


Continuará…