domingo, 25 de septiembre de 2011

Sexo ahora

Era una de aquellas noches en que necesitaba especialmente hablar con alguien. Bueno, una alternativa fácil en aquellos momentos era conectarme a internet, al Messenger; alguno de mis contactos estaría conectado y hablaríamos de lo que fuese, temas banales o profundos. Pero no había nadie!
No podía telefonear a “ningún amigo real” pues eran horas intempestivas de un sábado noche. O estarían durmiendo o estarían acompañados.

Ante tal situación, no se me ocurrió nada mejor que entrar en un chat. Hacía años que no lo hacía, seguro que había perdido la costumbre. Sin pensarlo pero sin titubear entré directamente a la sala de Sexo. Ostras! Me pedía un Nick y yo no tenía, claro. Me puse lo que me salió del alma (bueno, salió más bien de otra parte): “sexo ahora”.
Entré. Quizás tampoco hubiese nadie en el chat. Inmediatamente, en cuestión de un par de minutos, se me llenó la pantalla de minúsculas pantallas más, con nombres raros. Eran los mensajes privados, los que te pueden enviar los otros usuarios sin que nadie en la pantalla general vean las conversaciones.

No daba abasto a saludar y a contestar. En un momento dado, creo que había más de dos docenas de ventanas. Si es que era de esperar con el nombrecito que me busqué como alias. Estaba claro que mantener una veintena de conversaciones paralelas era una tarea casi imposible. Había que descartar. Sin pensarlo mucho (no había tiempo para hacerlo), descarté primero las ventanas que empezaban con la pregunta “¿De dónde eres?”. Esta pregunta, en un lugar como aquel, llevaba a intentar tener un encuentro que yo no me podía permitir. Aquella noche no. Descarté después los que preguntaban la edad nada más empezar la conversación, y después descarté a los que escribían “raro” (faltas garrafales de ortografía o los que escribían en plan sms).

Poco a poco me centré en dos conversaciones nada más. En una de ellas, tras un rato de animada charla, se desveló un sujeto de menos de 30 años, al que le apasionaba el sexo y no le importaba cómo o dónde conseguirlo. Vivíamos a escasos 20 minutos en coche, pero le dejé claro desde el primer momento que yo, al menos aquella noche, no me iba a mover de la silla de delante de mi ordenador.
Me convenció, aún no sé ni cómo, de que le diese mi dirección de Messenger (algo que yo antes guardaba para pocas personas, como oro en paño, como si de una mal entendida y tradicional virginidad se tratase).
La charla continuó entonces por el Messenger, ya sin las interrupciones de las otras conversaciones. Era un tipo ameno, divertido. El siguiente paso que intentó fue que pusiésemos nuestras respectivas cams y nos conociésemos personalmente.
Ufff! Difícil paso. Si mi Messenger se abre poco al exterior, la cámara es casi un tema tabú y no se enciende casi para nadie.

No accedí, de entrada. Él insistió tanto que dijo que él sí que la iba a poner. Le dejé claro que no habría reciprocidad y aún así conectó y yo acepté.
Me quedé algo impactada. Pensaba encontrarme a un tipo, no sabía si guapo o no, y me encontré su pene. Estaba totalmente erecto, y su capullo rosado y brillante apuntando hacia el objetivo de la cámara. Un primer plano que me impactó muchísimo. Era tan maravilloso que daban ganas de acariciarlo, de lamerlo,… y no tuve ningún pudor en decírselo.





La conversación iba aumentando en temperatura y al final puse la cámara. Ante el temor de que no le gustase lo que viese y pudiese desconectar rápidamente, fui discreta. Tan sólo mostré el generoso escote de mi pijama y mis muslos, con las piernas cruzadas, apretadas, intentando retener la fuerza que se estaba despertando justo en medio de ellas.

Parece ser que le gustó o que ya estaba predispuesto a que le gustase y empezó a masturbarse delante de la cámara. Evidentemente, dejó de escribir, pero yo no. Y le animé a que siguiera haciendo lo que estaba haciendo, envidiando que no fuesen mis manos quienes acariciasen aquella polla ostentosa y que no fuesen las suyas las que me recorriesen entera, de arriba abajo.
Se corrió. Vi en primer plano aquel derroche de manjar, explotando como los tapones del champagne. Y volvió al teclado (sin lavarse las manos, seria guarro!). Nos despedimos.

Al día siguiente, al volver a conectarme al msn, pude ver en su perfil una foto de su rostro. Era muy guapo y parecía mucho más joven de lo que había dicho.
Durante unos pocos días más, casi todas nuestras conversaciones iban encaminadas a un posible encuentro. Sexual, por supuesto. Era una tentación maravillosa en la que estuve a punto de caer.
Como no caí, nuestros contactos se fueron espaciando y acabamos borrándonos mutuamente del msn.

Queda inaugurada una nueva sección. No he tenido muchas experiencias cibernautas, pero algunas pueden ser narradas. Por supuesto, ya lo sabéis, y estoy abierta a casi todo, y sobre todo a vuestra participación. Si alguien quiere participar contando alguna (¿quién no las ha tenido?), para mí sera un intenso placer publicarla.

jueves, 22 de septiembre de 2011

La solución






Llegados a este punto actual en mi vida (edad, experiencias vividas y otras soñadas, poco tiempo libre, y con una líbido que va y viene) creo que la solución para mí sería encontrar un follamigo.


Ese amigo ideal que te escucha y al que escuchas, que te acompaña al cine o a tomar una copa cuando no tienes con quien ir, esa persona a la que pides y haces favores altruistamente, ese amigo con el que intercambias confidencias, al que llamas por teléfono aunque sea a horas intempestivas y atiende tu llamada, y por si todo esto fuera poco, con el que mantienes relaciones sexuales geniales.
Con el
follamigo existe una compenetración magnífica, dentro y fuera de la cama.


El amante perfecto. La relación perfecta.


Cuando se terminan los encuentros, sean sexuales o no, cada cual se va a su casa. Cada cual resuelve sus asuntos domésticos en su casa. Cada uno se lava su ropa.
Existe el pacto tácito de que única y exclusivamente la relación es amistosa y cuando haga falta, sexual.


Nada de amor ni enamoramientos. Porque el enamoramiento (que todo el mundo que se haya enamorado alguna vez sabe que éste tiene una vida muy corta) lleva a otras cosas como el compromiso, la fidelidad prácticamente impuesta y luego irremediablemente lleva a querer compartir una convivencia.
Y la convivencia, en muchísimos casos, mata la relación o al menos la reconvierte en algo que no era lo que era al principio y mucho menos era lo que deseábamos.


¿Dónde encontrar ese follamigo? No creo que sea especialmente difícil: todo el mundo tiene amigos. En mi caso he ido perdiendo a varios en el camino, o nos hemos ido distanciando por circunstancias de la vida. Los que quedan, prácticamente tienen pareja y eso quizás sea un problema para convertirlo en follamigo. Problema para él sobre todo, porque para una servidora no lo sería.


Cuatro toques de teclado, y aparecen infinidad de opciones por la via internauta. Pero claro, aquí se pierde una de las condiciones básicas que ha de cumplir un follamigo: alguien en quien confiamos plenamente.


No es fácil. Seguiré pensando en ello. Otra alternativa sería el ciber-follamigo, que también es la ostia, pero claro comprenderéis que las diferencias orgásmicas son abismales

martes, 20 de septiembre de 2011

Como agua de mayo






¡Qué bonito es regalar y qué bonito es recibir regalos! Y, aunque hace tiempo que no lo hago, quiero recordar que este blog admite regalos en forma de relatos o en forma de imágenes.



Y hoy lo he recordado, porque cuando más apagada me sentía y por ende apagado el blog, pues voy y recibo dos. Uno, aún está en el aire, y el otro nos lo envia Luna Ardiente en forma de relato, que os transcribo a continuación.


Tu relato, querida Luna Ardiente, ha llegado como agua de mayo y, si a ti no se te ocurre uno mejor, creo que Como agua de mayo tampoco sería un mal título para tu relato, no?

Disfrutadlo, como lo he hecho al leerlo y como espero que Luna Ardiente haya hecho al escribirlo.



Día agotador. Estoy tirada en la cama, despojada de todo, desnuda. Intento descansar un ratito cuando apareces en la puerta. Sin nada. Sólo tú. Me miras con esos ojos de lujuria, con esa sonrisa cautivadora. Te acercas y empiezas a masajearme los pies. Después sigues haciéndome cosquillitas como tú solo sabes para seguir subiendo hacia arriba. Y tus manos siguen rozándome y poquito a poco llegan a acariciar mis muslos. Te detienes y tus labios los besan. Son besos suaves. Calientes. Como tú.

De repente me encuentro con tus labios en mi pecho. Lo besan lentamente como si tuvieran miedo de algo. Yo les digo que no se asusten, y entonces empiezas a jugar con mis pezones. Me gusta tu forma de hacerlo. Me gustas tú. Todo tú.

Me besas en el cuello. Despacito. Como a mi me gusta. Yo me derrito y tú me besas en la boca. Apasionadamente, como nunca antes lo habías hecho.
Entonces te empiezo a tocar esos abdominales que tanto me excitan. Los beso. Los acaricio. Los lamo. Y mi mano no puede parar de jugar con ellos. Y sigue bajando. Hasta que se encuentra con tu polla. La miro descarada. Te miro a ti. Miradas cómplices. La cojo. Decidida como nunca. La muevo de abajo a arriba. De arriba a abajo. Y me la meto en la boca. Sin miedo…

Cuando termino de chupártela, empiezas otra vez a jugar con tu lengua y tus dedos, en mi tripita, en mis muslos, con el vello… y terminas metiendo tu lengua en mi coño. No se que tienes, pero cada día lo haces mejor.

Y sin pensarlo me coges en brazos, me metes tu polla en el coño y me follas en el aire. Como si no hubiera mañana. Con ganas de detener el tiempo en ese instante.

Con esas ganas que a los dos nos están quemando por dentro, y que algún día se harán realidad…






miércoles, 14 de septiembre de 2011

No es lo mismo



No es lo mismo follar que ser follada ni es lo mismo ser puto que ser putero.