
Sigo varios blogs. Me gustaría seguir más (hay gente genial y auténticos y buenos escritores en la red!) pero mi tiempo no me lo permite. Mi lista de blogs que sigo no es la que podéis ver públicamente en mi perfil, ya que sigo muchos más de forma anónima, por diferentes razones.
Un día me topé, casualmente como suele suceder, con un blog...diferente. Y me quedé enganchada. Lo seguía (y lo sigo) con avidez, deseando que su autor publicase una entrada nueva e intentando a la vez leer todo lo publicado anteriormente para situarme en qué lugar estaba o ante quién.
Su autor manifestó en repetidas ocasiones cuánto le gustaría conocer a una mujer (a la que fuese, no se mostraba muy exigente en eso) y la poca suerte que tenía en conseguirlo. Y yo me lo creí
Primero me encandiló enormemente su faceta como escritor, y poco a poco, empezó a interesarme el personaje o la persona que se escondía tras aquellas líneas.
Un día, y animada sobre todo por la circunstancia de que vivimos muy, muy cerca el uno del otro, me decidí a enviarle un correo. Fui muy correcta; le felicitaba por su manera de escribir y le invitaba a tomar un café. Aseguro que de entrada yo no pretendía nada más.
No me contestó. Al cabo de pocos días, insistí mencionándole el hecho de que ya le había escrito con anterioridad y no había obtenido respuesta.
Necesité un tercer correo para que finalmente me contestase, en el que afirmaba que no había visto mis anteriores correos (se habrían perdido en la inmensidad de la red, a veces pasa, ¿o no ?) y que no tenía la más mínima intención de quedar conmigo.
Entonces yo le dije que lo entendía; que él mostraba un personaje en el blog y no a una persona. Su personaje se moría por conocer a cualquier mujer pero él no lo pretendía en absoluto.
Como resultado, me contestó con insultos que me ahorraré repetir y con el tono más despectivo que yo haya leído nunca por estos lares.
Por supuesto, no hubo réplica por mi parte. Me limité a desaparecer de su correo, de su blog y de todo lo que tuviese relación con él, aunque confieso y admito que sigo leyéndole porque su parte escritor me sigue apasionando aunque su parte hombre... bueno, digamos que deja mucho que desear.
No soy ególatra ni narcisista ni nada parecido; cualquiera de quienes me conozcan dirían que más bien todo lo contrario.
Y a pesar de eso, esta vez puedo, quiero y me da la gana afirmar que el sujeto en cuestión se perdió una gran oportunidad, una gran posibilidad.
Estoy casi completamente segura de que el sujeto no llegará hasta aquí, a estas páginas (que no están a su altura!), pero si así fuese le diría que perdió un café gratis, una charla posiblemente muy divertida y...quién sabe si algo más: un misterio que ninguno de los dos resolveremos nunca.