miércoles, 7 de septiembre de 2011

Al aparato



Decía Torrevientos hace muy poco en un comentario suyo que lo que a mí no me pase….
Pues hay muchísimas que no me pasan, por eso no las cuento, y casi todas relacionadas con la falta de actividad sexual.
Pero hace dos noches me pasó una cosa curiosa. Suena mi teléfono móvil. No llego a tiempo a contestar la llamada, como me pasa habitualmente. Como el número no me resultaba familiar a simple vista, no devolví la llamada
Y el teléfono volvió a sonar. Sin duda, era alguien que quería hablar conmigo. Esta vez descuelgo y una voz masculina, melosa, dulce, me dice:
-Hola, cielo.
Tardo unos segundos en reaccionar. No reconozco el número ni la voz pero sólo hay una persona que me llame cielo y a la cual yo estuviese esperando desde hacía tiempo.
Contesto riéndome, emocionada, casi excitada, y le explico por qué no le contesté antes, en la primera llamada.
Él me pregunta mi nombre. Pienso que en realidad él tiene ganas de jugar pues sabe que me llamo Belkis e incluso conoce mi nombre real.
Y le digo, juguetona:
- Anda, no seas bobo. ¿Cómo no vas a saber cómo me llamo?
Y él insiste:
- Pues no, ahora no estoy seguro. Pero tú has dicho que has reconocido mi número, no? Y que por eso has contestado.
- No, no, no me resultaba familiar el número. He contestado porque siempre lo hago –le dije yo. Aquí empecé a pensar que algo raro sucedía.
Y le dije:
- A ver, ¿cómo crees que me llamo?
- Diana –me dijo
- Y tú cómo te llamas? –le pregunté yo, ya estupefacta y algo mosqueada
- Álex
- Álex, creo que te has equivocado de número de teléfono.
Y el hombre de la voz acariciante colgó, sin más. Sin ni siquiera pedir disculpas por el error y por el desencanto que me produjo, a pesar de que evidentemente él de esto no tuviese ni idea.
Yo, que en muchas ocasiones no necesito demasiado para dejar volar mi fantasía y que el resto del cuerpo la acompañe, he estado dos días esperando a ver si Álex volvía a equivocarse y poder oir de nuevo esa voz. Si Álex vuelve a telefonear le propondré jugar al sexo telefónico.

martes, 6 de septiembre de 2011

Vestida para matar




Sábado por la noche. Acabamos de cenar y tú te fuiste al sofá a ver una película, creo que era sobre la vida de algún boxeador, mientras yo te dije que pasaría un buen rato en el baño.
Me di una buena ducha. Fue relajante. Sólo faltabas tú en ella.
Me depilé también, y me recreé básicamente en mi coño, rasurando lo rasurable y recortando lo recortable.
Cepillé mi cabello y decidí dejar que se secara libremente, sin usar el secador. Me lavé también los dientes.
Unté crema hidratante por todo mi cuerpo. Me puse unas gotitas del perfume que tanto te gustaba en los lugares donde sabía que olerías y comprobarías si había perfume: en mi cuello, en mis muñecas, en mis antebrazos, detrás de mis rodillas, en mis ingles.
Me miré después al espejo. Hoy me sentía bella, por dentro y por fuera; excitada, por dentro y por fuera; ansiosa por tenerte, por dentro y por fuera.


Me dirigí a la habitación para decidir qué ponerme. Podía ponerme aquel pijama de pantalón corto y tirantes, de color celeste, que me permitía dormir cómodamente. Lo descarté; yo no quería dormir. O podía ponerme un pareo, pero tampoco me atraía la idea. Abrí el cajón de la ropa interior y vi mis bragas, aquellas de color negro, transparentes,…. Las cogí para ponérmelas y me estremecí al recordar que la última vez que las llevaba puestas, te volviste loco; me dijiste que estaba preciosa, que aquellas braguitas eran una invitación a la lujuria y que te las comerías. Y así lo hiciste; saboreaste todos los recovecos de mi húmedo coño sin quitarme las braguitas. El placer fue diferente al sentir tu lengua en mí a través de la fina tela.
A pesar de eso, finalmente decidí no ponerme nada. Cuando tengo ganas de ti, mi mejor vestido es mi propia piel.


Llegué al salón, donde tú continuabas viendo aquella película. Me miraste, de arriba a abajo, excitándome sólo con la mirada, sin tocarme si quiera, y me dijiste: “Me encanta cuando te vistes para matar”.
Sonreí como respuesta. Y me arrodillé en el suelo, frente al sofá, frente a ti. Metí mi mano entre tus slips y agarré tu pene con mi mano. Empecé a acariciarlo, hacia arriba y hacia abajo, muy despacio, y me recreaba haciendo círculos con mi dedo pulgar en tu rosado y húmedo glande.
Tu reacción fue la esperada, y fue instantánea. Empezaste a gemir, muy bajito. Paré, miré a tus ojos, y entendí lo que con la mirada me estabas suplicando.


Retiré tus slips, abrí tus muslos y metí mi cabeza entre ellos. En el mismo instante, introduje tu pene en mi boca. Me encanta tenerte así, y lo sabes. Lo metía entero en mi boca y lo sacaba, despacio, deteniéndome en alguna ocasión para recorrerlo de arriba abajo con mi lengua. Después fui acrecentando el ritmo, y tú agarraste mi cabeza, empujándome contra ti, cada vez más fuerte, cada vez más sabroso,…. Noté en toda mi boca cómo empezabas a embestir cada vez más fuerte y cómo te sobrevenía el primer espasmo de placer.
En la pantalla del televisor, un boxeador con la cara destrozada no dejaba de emanar borbotones de sangre mientras mi boca se llenaba de tus borbotones.


A tod@s aquell@s que de tanto en tanto nos sentimos sol@s un sábado por la noche.

viernes, 2 de septiembre de 2011

¿Con cuál me quedo?








Hoy he recibido un correo electrónico, de humor, que ya había recibido en otra ocasión.


Os lo transcribo:







Un abogado socialista se casa con una mujer que ya se había casado anteriormente 6 veces. La noche de bodas, en la habitación del hotel, la novia le dice:


- ¡Por favor, mi amor, sé delicado, que yo todavía soy virgen!




El novio, perplejo, pues conocía la existencia de los seis matrimonios anteriores, le pidió que le explicara cómo era posible que siguiera virgen después de seis matrimonios. Ella respondió:




- Mi primer marido era psiquiatra, y sólo le interesaba hablar sobre el sexo.


Mi segundo marido era ginecólogo, y sólo le interesaba examinar el aparato sexual.


Mi tercer marido era filatélico, y sólo le interesaba lamer.


Mi cuarto marido era director de ventas, y decía que sabía que tenía el mejor producto pero no sabía cómo utilizarlo.


Mi quinto marido era funcionario, y decía que sabía perfectamente cómo hacerlo pero que no estaba seguro de que fuera trabajo de su competencia.


Mi sexto marido era informático, y decía que si el aparato funcionaba, mejor era dejarlo tranquilo y no tocarlo.




Entonces el marido le pregunta.
- ¿Y, después de tantos fracasos, cómo te decidiste a casarte otra vez?




A lo que la mujer le responde:




- Pues porque tú eres abogado y del PSOE, por lo que estoy completamente segura de que, al final, me vas a terminar jodiendo.





Y ahora, si os apetece, juguemos un rato:


A las chicas os pregunto: ¿con cuál de estos siete maridos os quedaríais?, y si queréis, explicad el por qué.


Y a los chicos os pregunto: ¿con cuál de estos siete maridos creéis que me quedaría yo?


Cuando el diablo no sabe qué hacer, mata moscas con el rabo y ésta es una manera como otra cualquiera de pasar el tiempo así es que animaos a contestar.

lunes, 29 de agosto de 2011

Cóctel de verano






Una noche de mis vacaciones fui con una gente a una coctelería. Una chica del reducido grupo me recomendó uno que ella había probado noches antes. Le pregunté por su composición y me pareció apetecible: un ingrediente con cualidades excitantes quizás afrodisíacas, otro algo dulce o amargo y otro con chispa de alcohol. Lo probé y me encantó. Aún me cuesta describir las sensaciones al saborearlo.



Noches más tarde volví a esa coctelería y, mientras mi acompañante curioseaba la carta de cócteles, yo pedí el mismo, indicando los ingredientes pues no sabía ni cómo se llamaba.

Mi acompañante preguntó al camarero por el cóctel que yo había pedido y éste le contestó que el mío no estaba en la carta.



Volví a saborearlo y a sentir las mismas sensaciones que la vez anterior, aunque volví a notar que una vez mezclados los ingredientes, el aspecto no era muy agradable aunque el sabor era deliciosamente indescriptible.



A los pocos minutos el camarero se acercó a mi mesa y me dijo, siguiendo indicaciones del propietario y elaborador de los cócteles, que el que yo estaba tomando aún no tenía nombre y que yo podía dárselo si quería. Le dije que lo pensaría mientras me lo tomaba.



Aspecto no muy agradable pero sabor exquisito (las apariencias engañan), ingredientes supuestamente afrodisíacos, aún por explotar bastante ...coño! Ya lo tenía: propondría que el cóctel se llamase Belkis.


Sin pensarlo mucho, cogí una servilleta y anoté mi dirección de correo electrónico y debajo en mayúsculas la palabra Belkis. Llamé al camarero y se la entregué. Le dije que si llamaban Belkis a ese cóctel yo le haría publicidad gratuita de su maravilloso local y sus deliciosos cócteles allá donde pudiese, empezando por este blog.



Tuve que regresar antes de comprobar si el cóctel ya había sido bautizado o no y, de momento, no he recibido ningún correo. Puede que pase un año hasta que pueda volver y comprobarlo.



Estoy segura de que ni el dueño del local ni quizás nadie por aquellas latitudes conozca este blog. Si así fuese, seguro que habría salido a conocer a la verdadera Belkis jajajaja, pero aún sí me arriesgué, y qué?


Os daré a conocer el nombre y latitud del lugar si llego a tener constancia de lo que os he contado. Mientras tanto, si queréis saborear Belkis, os puedo dar por correo su composición aunque, claro, no tengo las proporciones.