Por prescripción facultativa (varios
ataques consecutivos de ansiedad por estrés laboral), me fui una semana de
vacaciones, sola, a una casa rural de un pueblo muy, muy pequeño. Las consignas
eran nada de tv, ni ordenador portátil, ni teléfono móvil (salvo para
emergencias). Así es que allí me marché con algo de ropa, varios libros por
leer y mi viejo y fiel mp3.
El primer día de estancia fue raro,
sin ver a nadie salvo a los propietarios de la casa para acabar de pagarles lo
pactado. Acordé con ellos que yo me cocinaría, que no tenían que preocuparse
por hacerme la comida. Acabé un libro que tenía empezado desde hacía meses y
empecé uno nuevo. No fue tan traumático, no eché de menos a nada ni a nadie.
El segundo día encontré una bicicleta
en el sótano de la casa, y tras pedir permiso a los dueños para poder
utilizarla, decidí dar un paseo para conocer los alrededores. Recorrí las
calles del pueblo en poco rato, localicé un pequeño supermercado y un estanco.
Fui por un camino que, tras pedalear durante una media hora a ritmo normalito,
comprobé que llevaba a una zona boscosa. No me atreví a adentrarme más, no soy
experta con la bicicleta y además olvidé intencionadamente el móvil en la casa.
Decidí volver por el mismo camino, empezaba a oscurecer en aquella maravillosa
primavera, pero algo fría en aquella zona del norte.
Por el camino de vuelta, encontré a
un hombre que paseaba junto a sus tres perros. Yo iba con la bicicleta detrás
de él, muy cerca de él, y no pude evitar fijarme en su trasero, en lo que
parecían unas apretadas nalgas, en cómo se movían al caminar. Le adelanté, me
saludó (saludarse con todo aquel que te cruzas es una bonita costumbre que se
utiliza en los lugares donde habita poca gente), y entonces me fijé en su
sonrisa. Caray! Me hubiese bajado de la bicicleta y me lo hubiese follado allí
mismo, pero continué pedaleando. ¿Se fijaría él también en mi culo, desde esa
perspectiva privilegiada que ahora disfrutaba él?
El tercer día de mi estancia empecé
ya a echar algo de menos, el sexo, y decidí calmarme paseando de nuevo con la
bicicleta. Esta vez recorrí otro camino, el que llevaba al pueblo vecino que se
encontraba a unos 4 kms. No tuve en cuenta que la vuelta serían otros 4 y volví
agotada. Aún así, saqué fuerzas y volví al camino que llevaba al bosque, a ver
si volvía a encontrarme al hombre excitante que paseaba a sus perros. Así
fue, pero no era casualidad, era la
misma hora aproximadamente.
Pedaleaba unos metros tras él,
fijando mi mirada nuevamente en aquellos deliciosos glúteos y él –creo que no
se había percatado aún de mi presencia- se quitó su camisa, aquella tarde hacía
más calor. Ver su espalda, sus hombros, sus brazos desnudos, su bronceado tono
montaña,… estaba humedeciendo el sillín de la bicicleta! Los perros detectaron
mi presencia, ladraron, él se giró y vi su desnudez en su torso. Me mordí el
labio, le imaginé sobre mí, debajo de mí y dentro de mí, y perdí el control cayendo
de la bicicleta.
El hombre de los perros se acercó
para ver cómo estaba y yo, con mis rodillas sangrando cual traviesa colegiala,
me incliné hacia él y le besé. Él no respondió pero tampoco rehuyó, así es que
continué besándole, tocando su polla por encima de su tejano y notando cómo
entonces sí que reaccionaba, voluntaria o involuntariamente, y olvidando la
sangre que empezaba a gotear hacia abajo de mis piernas.
“Si no te gusta, paro” le dije. Aquel
hombre, sin apenas mediar palabra, me levantó en brazos para trasladarme unos
metros fuera del camino, me depositó en el suelo, en un campo de hierba verde
que yo no supe identificar. Me desnudó por completo, e
iba besando con furia cada parte de mi cuerpo que iba quedando al descubierto.
Con mis pantalones limpió un poco la sangre de mis rodillas, y separó mis
muslos para hundir su cara en medio de ellos.
Su lengua me recorrió hábilmente, y
averiguó rápidamente en qué puntos debía recrearse más. Mientras él saboreaba e
iba provocándome cada vez más placer, sentía sensaciones maravillosas como el
roce de su barba de varios días en la parte interna de mis muslos, como sus
manos apretando mi culo y sensaciones nunca antes conocidas como el aire fresco
acariciándome el resto del cuerpo y olores –supongo que vegetales o florales-
que venían de todas partes.
En un momento dado él me dijo “si no
te gusta, paro”. No!, rotundamente no, no podía parar. Para que no le quedasen
dudas apreté con mis manos su cabeza hacia mí para que acabase lo que había
empezado y mi cuerpo ya necesitaba.
No me importaba que nadie nos viese,
aunque aquellas altas hierbas seguramente nos protegerían de las miradas de
algún esporádico paseante, y no me importó que alguien oyese mis gemidos de
placer extremo.
Al acabar se incorporó, y yo me quedé
allí tumbada, con el placer latente aún entre mis piernas y con la sensación
mágica de que la hierba o el campo seguían acariciándome, el viento movía la
hierba haciendo que rozasen brazos, espalda, rostro, piernas,…. Segundos de
placer entre yo y el campo.
Nota: Si alguien ha tenido la
paciencia de llegar hasta aquí, decir que un lector me propuso escribir sobre
sexo silvestre (así lo llamó) y al parecer, es sexo en el campo, en el bosque,…
Acepté, sin tener ni idea ni experiencia, y otro lector me inspiró un poco.
Espero no haber decepcionado demasiado a ninguno de los dos, pero creo que aún
me dio para más….continuará…..
Ni idea, ni experiència...?? Mmmmmm Doncs ho dissimules prou bé!!! Hehehehe
ResponderEliminarPetonets asilvestrats
Ssshhh, en serio, ninguna experiencia. Pero sí que la tengo en bucear, y buceé hasta que encontré algo/alguien que me inspiró. Petonets....asilvestrats jejejeje.
Eliminarostres he arribat al final....es greu? pero ara començaria un altre cosa.
ResponderEliminarJoan Gasull, al final de qué? jajajaja.
EliminarLo bueno de estos sitios es que todo acaba y empieza de nuevo, o puedes cogerlo donde lo dejaste.
Interesante relato...
ResponderEliminarEspero la segunda parte del ambos cuerpos retozando sobre la hierba.
Beso.
Teo, a punto estoy de echarla. Ya lo habría hecho si realmente estuviese en una casa de campo, o de pueblo,...descansando. Aquí las prisas me ahogan. Beso.
EliminarAsí que eras tú la chica de la bicicleta...
ResponderEliminarTorpe Mán, no me digas que eras tú el de los perros? Claro, como no te pones la capa cuando sales a pasear por el campo....jejejeje
Eliminar¡Ay, estos polvos selváticos! Lo malo son las ortigas y las silvas y tojos... Lo bueno son sentir, a la par de la excitación, el rumor y la caricia del viento, el olor a hierba y a flores.
ResponderEliminarLos paseantes solitarios con perros son trofeos cotizados a la alza (más desde la publicación de este relato). ¿Por qué crees que los pueblos están llenos de pasantes ocasionales? En mi pueblo, además de chaleco reflectante, algunos llevan una pegatina que dice Estoy Disponible o Ya estoy Solicitado.
Besos
Uol Free, me has hecho llorar, hija, pero de la risa!!!!
EliminarTengo dos cosas pendientes próximamente: distinguir las ortigas del resto de hierbas y buscar pueblos que visitar donde haya paseantes de ésos! Besos.
Agotadíssssima por completo de tanto pedalear; ya veo....
ResponderEliminarToy, si para follar hay que pedalear, soy capaz de apuntarme al tour!
EliminarA ver si tendré que dejar de ser urbanita.
ResponderEliminarPor un postre como ese cualquier sacrificio me parece pequeño.
Es una comida que me apetece.
Guille, nos vamos de excursión al campo?
EliminarMe pregunto cómo se llamará a las que como yo ni somos urbanitas, ni de campo, ni de pueblo....
PERO QUE MANERA MAS AGRADABLE DE LIBRARSE DEL ESTRES LABORAL.
ResponderEliminarPUES TE HA QUEDADO UN RELATO EXTRAORDINARIO Y ADEMÁS CONTINUA??? PUES A ESPERAR TOCA, JEJEJEJE.....
UN BESAZO BELKIS!!!
Lord Shadow, sí, hay más maneras de desestresarse pero creo que en el fondo todas acaban en el mismo sitio jejeje. Besazo!
EliminarEs imposible que un relato tuyo decepcione. Seguro que la caída de la bicicleta ese día no te dolió porque ibas pensando en otras cosas... espero te hayas recuperado...
ResponderEliminarBesos.
Javi Signum, es imposible que un comentario tuyo decepcione, jejejeje.
EliminarClaro que me dolió, pero después me dieron medicina de la buena! ésa que todo o casi todo lo cura. Besos.
¿Esa medicina se paga o no? Es que con las reformas del gobierno... Lo importante es el resultado final.
EliminarBesos.
Muchas gracias por el relato. Magnífico como cada una de tus entradas. El "sexo silvestre" es un tema que da mucho juego para recrear situaciones y relatos. Tengo más ideas en la recámara...creo que a ti y al resto de lectores os van a gustar...
ResponderEliminarRubito, he ahí el retador.
ResponderEliminarYa me he ido mentalmente al campo, y aún no he acabado....no me metas en muchos más líos jajajaja
Te propongo que escribas algo tú, o lo hacemos a medias si quieres (el relato, digo).
Deliciosa salida al campo. Muy traviesa, como debe ser, aprovechando el tiempo
ResponderEliminarGùde, ahá, hay que aprovechar las oportunidades que se presenten, no? Besos.
Eliminar¿Y los perros? ¿desaparecieron? Tiene calidad tu literatura erótica.
ResponderEliminarMoni.
Moni, eres el segundo (tú públicamente) que me pregunta por los perros.
ResponderEliminarBuena pregunta, porque claro, algo debían estar haciendo mientras tanto, no?, aunque esto sea sólo un relato.
No los olvidé, en mi defensa diré que quise acortar el relato que ya me estaba pareciendo excesivamente largo.
¿Sabes lo que hacían en mi imaginación? El perro se follaba a la perra, o la montaba o como se diga, muy cerca de la pareja del campo, y ella miraba de reojo, excitándose aún más. El tercer perro correteba nervioso, ladrando, esperando que le llegase su turno y poder empezar lo que todos estaban acabando.
A mí se me ocurre otra variación sobre el papel de los perros, pero es bastante poco ocnvencional...por no decir retorcida... ¡¡¡jajaja!!!
EliminarEl sexo es bueno, bonito y barato en el campo.... O en cualquier otro sitio.
ResponderEliminarBesos!
Sexo... en el campo o la ciudad, siempre es curativo...
ResponderEliminarComo siempre, excitantes tus relatos, Belkis...
besos desde buenos aires de...
nosotros dos