Durante las cinco tardes siguientes
de mi estancia, follamos por varios rincones de bosques y caminos solitarios.
Recuerdo especialmente la última tarde en que bajamos a la orilla del río, me
desnudó y me hizo reclinarme dándole la espalda sobre una gran roca. Después de
acariciarme y estimularme convenientemente, me folló analmente. Sus embestidas
eran regulares y firmes, y a cada una de ellas mi sexo húmedo chocaba contra la
roca. Cuando yo estaba a punto de correrme –hasta ahora siempre conseguía que
yo llegase antes que él- sus perros, que ya me tenían como amiga, lamían mis
pies descalzos, añadiendo una nueva sensación. El estallido final fue sublime.
Me incorporé y empecé a practicarle
una felación que, dada su excitación, duraría muy poco. Así es que estuve
alerta y en su momento culminante, agarré su pene y apunté hacia la roca, para
que su semen quedase allí, impregnando la roca, como la impregnaron mis jugos.
Como los enamorados graban sus iniciales en el tronco de un árbol, quise que la
señal de nuestro deseo quedase allí también, aunque no fuese permanentemente.
Cuando nos vestíamos, le pedí que si
quería venir a cenar aquella noche a mi casa, como despedida, pues a la mañana
siguiente yo me marcharía de allí. Le dije que yo prepararía la cena y que él,
a cambio, tendría que encender la chimenea de la casa, que yo no había sido
capaz de encender. Descubrí que estaba casado y que quizás tendría problemas
para venir, pero aceptó. Me dijo “de acuerdo, te enseñaré a follar”.
Esa frase me dejó algo descolocada. ¿Qué
quiso decir? ¿Tan mal había estado yo haciéndolo? ¿Cómo llamaba a aquello: “jugar
a las casitas”?
No sé por qué pero follar delante del
fuego siempre había sido para mí una fantasía recurrente, teóricamente fácil de
llevar a la práctica, y prácticamente imposible de realizar.
Cuando llegó, yo ya tenía la cena
lista, y ya estaba duchada, algo de maquillaje, perfumada,… Él me besó, literalmente
se comió mi boca y se dirigió hacia la chimenea, para encenderla. Iba dándome
instrucciones de cómo hacerlo, “y ahora con este cacharro, que se llama fuelle,
se le echa aire, reavivando el fuego, por eso a esto se le llama follar,
entiendes?”. ¡Era eso, follar era eso!
Mientras cenábamos y bebíamos vino,
íbamos charlando, una conversación distendida, reíamos. Su risa era una de las
cosas que más me excitaba. Entonces le expliqué lo de mi fantasía, aunque sin
poder darle una explicación.
Nos sentamos frente al fuego y
durante unos segundos nos quedamos callados, oyendo el crepitar de la leña en
el fuego. Empezó a besarme, mientras que sus manos me recorrían por debajo de
la ropa, en aquellos lugares donde la ropa no lo impedía. El deseo nació y creció rápidamente, probablemente es que estaba contínuamente latente.
Nos tumbamos en el suelo, frente al
fuego. El calor de la chimenea, y el calor que nos nacía de dentro, hizo que
nos fuésemos desnudando el uno al otro, sin parar de besarnos en ningún momento,
a veces mordiéndonos y otras chupándonos.
Tumbada contra el suelo, él se
reclinó sobre mí y empezó a recorrer con su lengua todo mi cuerpo. Se detuvo
bastante tiempo en mi cuello, se recreó en mis pezones, lamiéndolos,
succionándolos, mordisqueándolos levemente, mientras los masajeaba con sus
manos. Creí volverme loca mientras bajaba por mi vientre y, en lugar de ir al
centro donde yo le deseaba, dio un rodeo, besando mis muslos, mis rodillas y
mordisqueando los dedos de mis pies. Volvió a deshacer el camino, y esta vez
sí, empujó mis muslos haciendo que me abriese totalmente a él.
Sentir su lengua sabia y cálida en mi
sexo ardiente me hizo comprender el por qué de mi fantasía: era sentir el calor
que venía desde fuera hacia adentro, y el que salía de dentro hacia fuera,
desde el propio cuerpo, fruto de una excitación suprema. Y era la luz: sólo el
color del fuego alumbraba nuestros cuerpos.
Después de hundirse entre mis
piernas, después de desear que se quedase allí permanentemente, estallé; él no
se apartó, y se bebió de un trago el orgasmo que le brindé.
Me incorporé, quería follármelo,
cabalgar sobre él, pero él me empujó repentinamente contra el sofá y hundió
todo su pene en mí, de una sola embestida, fuerte y certera. Yo me sujetaba a
él, rodeándole con mis piernas, apretándome contra él, acariciando su espalda,
mordiendo sus hombros,… y sentí una sensación difícilmente repetible cuando le
sentí caliente dentro de mí, y le vi como un ser de fuego por el color
anaranjado de la estancia y las llamas reflejándose en su piel.
Al acabar, buscó un bolígrafo en su
chaqueta y escribió su número de teléfono en mi culo. Volvimos a reir. Se
vistió y nos despedimos. Creo que los dos intuíamos que no sería para siempre.
Se vistió y se marchó; alguien lo esperaba en otra cama.
Desnuda, me senté en el sofá, frente
al fuego y encendí un cigarrillo. Fantasía ardiente y caliente satisfecha.
Todos los buenos momentos tienen su broche de oro; yo tuve mi broche de fuego.
El fuego siempre enciende la pasión...
ResponderEliminar... y cuando se sabe controlar, nunca quema.
Manolo Blog, últimamente no me importaría quemarme, al menos sería señal de que he estado jugando con fuego.
EliminarSort que el foc l'heu guardat per casa...al bosc és molt perillós!!!
ResponderEliminarM'ha agradat molt tot el relat. Fantasia o no ho fas molt bé.
Petonets
Ssshhh, te quedan dudas? Te las aclaro: fantasía total. Petonets.
Eliminarabans de dutxar-te còpia el número escrit a boli en tant preuada part anatòmica del cos, mai es tard per avisar a que et vinguin a encendre el foc
ResponderEliminarJoan Gasull, si es que yo tengo calefacción central....así me va!
EliminarLo que no haga el fuego... Incluso descubriste el otro significado de follar, igual que yo, lo desconocía.
ResponderEliminarBesos.
Javi Signum, nunca te acostarás sin follar una cosa más. Digo saber, saber. Besos.
EliminarBroche de fuego, madre mía ¡sublime! no se me ocurre nada más.
ResponderEliminarestoy sin palabras... y sin aliento
Felicidades a tí y a tu follador por tan "encendido" polvo, qué digo polvo: polvazo!
Vlixes, sabes? Lo de la chimenea es una fantasía mía: mira, que me apetece a mí arder con el fuego ardiendo. Y lo del follador, pues existe...es alguien real, pero de momento sólo folla en todos los sentidos en mi imaginación.
EliminarAclaro que sí, follar y follador existen:
ResponderEliminarhttp://lema.rae.es/drae/?val=follador
(De follar1).
1. m. Operario que afuella en una fragua.
Gracias por la aclaración, no me vayan a censurar el blog que ya, ya,...ya hablaré pronto de eso.
Eliminar¡Últimamente estás que ardes! Y propagas el fuego, ¡pirómana!
ResponderEliminarEjem... una cosita, ¿el número de teléfono te lo tuviste que mirar a través de un espejo? ¿Lo escribió ya valorando esa eventualidad? Lo digo porque ha sonado todo el tiempo el mío, y venga sms de ¿encedemos otra vez la chimenea, baby? A ver si resulta que has marcado al revés :P
Uol Free, claro, era eso: la imagen invertida del espejo! Por eso no venían a incendiarme de nuevo.
EliminarMadre mia Belkis como andas, ha sido un relato explosivo, tambien desconocia que darle al fuelle para encender el fuego se llamase follar, otra cosa aprendida, muy buen relato cielo, cada vez escribes mejor
ResponderEliminarbesotessss
Adis, escribir no sé, pero sí...cada vez estoy más salida, de eso no me caben dudas. Besotes.
EliminarMe quedo con esa llama que arde en ti...
ResponderEliminarCon la llama de esos dos amantes...
Y en esa llama en la chimenea... que quema y caldea esa estancia repleta de pasión.
Beso.
Teo, qué bonito y excitante. ¿Tú no tendrás chimenea, verdad? Beso.
EliminarNo, como mucho un pequeño calefactor...
EliminarPero pagando... San Pedro canta. Y existen unas casas rurales... de ensueño.
Beso.
JAJAJAJA... LA PALABRA FOLLAR,,, TIENE VARIAS DEFINICIONES MUY DISTINTAS ENTRE SI.
ResponderEliminarY PARECE QUE TE ENSEÑARON A FOLLAR MUY BIEN Y DESPUES TE FOLLARON DE MARAVILLA FRENTE A FUEGO,,,, JEJEJEJEJE,,, COMO BIEN HAS DICHO UN GRAN BROCHE DE FUEGO PARA ESTA ENTRAÑABLE HISTORIA.
¿VOLVERAN A VERSE?
UN BESAZO BELKIS!!!
UN BESAZO BELKIS
Lord Shadow, toooda la noche follando, de una u otra manera jajaja.
EliminarNo sé si volverán a ver...a mí me da que no. Besazo
El fuego es un escenario sorprendentemente sexual.
ResponderEliminarBonito relato de una velada especial.
Saludos
efe, cierto, enciende lo ya encendido aún más, si cabe. Pero vamos, repito que fantasía solamente. Saludos.
EliminarY claro él te dijo: "Te enseñaré a follar". Estará convencido que eres una mujer que nunca has disfrutado del sexo o que has disfrutado poco. Eso te dió que pensar. A varias se lo he dicho yo a algunas mujeres antes de comenzar las sesiones de amor.
ResponderEliminarMoni.
mmmmm. el calor del fuego de un hogar sobre la piel desnuda... el calor del sol sobre el cuerpo mojado en una playa... sensaciones a las que soy adicto...
ResponderEliminarLástima que se prodiguen poco.
Por cierto, si no recuerdo mal, "Follar" también tenía otro significado, quizá del gusto de nuestro común amigo el Sr. Prepuzio: "expeler una ventosidad sin ruido"... ;)
Tengo que salir a pasear por el bosque más a menudo...
ResponderEliminarTras esta semana que ambos sabemos que es mejor olvidar, seguro que por prescripción facultativa para alejarse nuevamente del tedio y medicarse, Ella volverá al campo... un fin de semana de cuatro días al menos, ya que debe incrementar la dosis, en el bosque, en el campo, en el rio, en la roca, en el fuego... ummmm! Esperamos ese cuarta esencia....
ResponderEliminarUn beso en tus labios.