miércoles, 23 de junio de 2010

A flor de piel




No estoy muy segura de cuál debe ser la razón. Quizás sea que la primavera –al menos atmosféricamente hablando- se esté alargando más de lo habitual. Aunque creo que la llegada del verano y el calor lo aumentará mucho más.
Quizás sea que siento que se me está acabando el tiempo de vivir y sentir.
Quizás sea que esté más salida de lo que pensaba, o puede que sea todo lo contrario.

El caso es que tengo las emociones y las sensaciones a flor de piel. Todo lo que siento, creo que lo estoy sintiendo con una intensidad fuera de lo común, al menos de lo que es fuera de lo común en mí.

El deseo que va por dentro –como la profesión, o al menos eso dicen- es cada vez más intenso, cada vez más difícil de controlar. Se está volviendo inmensurable llegando a aparecer en las situaciones más cotidianas.
Siento nacer el deseo en el mismo centro de mí, y luego me recorre de pies a cabezas, en todas direcciones, para volver con mayor intensidad al mismo lugar en el que nació.

Nace –y desgraciadamente muere- a cada instante: deseo a ese motorista que se paró junto a mí en un semáforo en rojo, deseo a ese conserje que sonrió al dar los buenos días, deseo a ese médico con las manos frías y suaves que me auscultó en una revisión médica, deseo a ese compañero con el que tomo café casi todas las mañanas…… El deseo ofrece miles de proyecciones, y todas irreales salvo en las sensaciones.

Todas esas sensaciones las vivo en mi cuerpo constantemente: me alucina el roce de las sábanas sobre mi cuerpo desnudo, me enerva el roce con una persona al cruzarnos en una entrada, me excitan mis caderas cuando las imagino moviéndose,…
Es tan intenso el deseo como una voraz lengua de fuego. Y no hay más opciones que apagarlo o controlarlo para que no se extienda.


7 comentarios:

  1. No veo nada raro en ti, Belkis. Si no deseáramos no seríamos nada, porque el deseo es el motor de la vida. Y no me refiero únicamente al deseo sexual.
    Sucede que las mujeres tendemos sabiamente a callar y ocultar nuestras ansias, porque sabemos que si las mostramos, asustaremos a todos [tan intensamente deseamos]. Y como las ocultamos, pensando que algún día llegará el hombre adecuado al que mostrárselas, estamos siempre insatisfechas. Es una actitud a reconsiderar, y no lo digo sólo por ti, sino en general. Pero, por lo demás, no eres nada rara. Al menos, a mi, no me lo pareces.

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  2. Estáis las dos como un sonajero, pero os quiero mucho. Me centraré en belkis, autora del mejor blog erótico femenino que yo conozco.

    No estoy muy segura de cuál debe de ser la razón. Quizás sea que la primavera –al menos atmosféricamente hablando- se esté alargando más de lo habitual. Aunque creo que la llegada del verano, y el calor, lo aumentará mucho más [ni lo dudes, hermosa: si la primavera ha ido así, el verano se presenta tórrido que ni te cuento].
    Quizás sea que siento que se me está acabando el tiempo de vivir y sentir [no mensajeres, bestia, que hay un refrán muy sabio, como todos, que dice que el hombre hasta los sesenta, y la mujer mientras alienta].
    Quizás sea que esté más salida de lo que pensaba, o puede que sea todo lo contrario [estás, mi querida bel, muy salida, lo cual es sinónimo de estar muy vivita (y coleando, y culeando)].

    El caso es que tengo las emociones y las sensaciones a flor de piel. Todo lo que siento, creo que lo estoy sintiendo con una intensidad fuera de lo común, al menos de lo que es fuera de lo común en mí [pues si es fuera de lo común ya en ti, no quiero ni pensarlo; tú habitualmente eres una bomba atómica de plutonio; ¿eres, ahora, una bomba H? ¡Huyyyyyy!].

    El deseo que va por dentro –como la profesión [¿no era la procesión?; a no ser, claro, que te hayas hecho una profesional del deseo, y con ello me quito la boina], o al menos eso dicen- es cada vez más intenso, cada vez más difícil de controlar[uf, cómo será eso de difícil de controlar: ¿como un incendio de gasolina?]. Se está volviendo inconmensurable, llegando a aparecer en las situaciones más cotidianas.
    Siento nacer el deseo en el mismo centro de mí [ajá, el chakra del ombligo, ahí donde se almacenan todas las energías], y luego me recorre de pies a cabeza, en todas direcciones, para volver con mayor intensidad al mismo lugar en el que nació [dichosa tú, tántrica por tol morro que eres].

    Nace –y desgraciadamente muere- a cada instante: deseo a ese motorista que se paró junto a mí en un semáforo en rojo, deseo a ese conserje que sonrió al dar los buenos días, deseo a ese médico con las manos frías y suaves que me auscultó en una revisión médica, deseo a ese compañero con el que tomo café casi todas las mañanas... [si ellos se percataran... te destrozaban viva] El deseo ofrece miles de proyecciones, y todas irreales salvo en las sensaciones [cómo que irreales; nada más real que la indiscutible presencia del deseo].

    Todas esas sensaciones las vivo en mi cuerpo constantemente: me alucina el roce de las sábanas sobre mi cuerpo desnudo [¿desnudo?: ñam ñam], me enerva el roce con una persona al cruzarnos en una entrada, me excitan mis caderas cuando las imagino moviéndose [en coyundoso momento, supongo].
    Es tan intenso el deseo como una voraz lengua de fuego [juer; lo malo es que hay que creerte, porque tú no eres capaz de mentir por escrito (y probablemente tampoco oralmente)]. Y no hay más opciones que apagarlo o controlarlo para que no se extienda [hum, date tiempo; mi olfato me dice que vas por buen camino].

    Felicidades, bel. Precioso texto. El mundo sería distinto con unas pocas más mujeres como tú (y como Nana, vaya par de sonajeros).

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  3. Descarto los períodos o estaciones climáticas que dividen en cuatro a la Tierra, sea la causa de tus sensaciones o deseos.
    La primavera es un tópico floreciente que altera la luz; el verano calienta el cuerpo de esa alteración. El otoño nos invita a resguardecer ese fuego encendido en el cuerpo, poéticamente, dejando para el frío invierno las ascuas palpitantes de nuestros cuerpos.
    Quiero decir, que las estaciones del año, aún influyendo en el carácter de las personas, como influye las cuatro estaciones de Vivaldi, pasajeramente, esas sensaciones que te desviste el alma y desnuda tu cuerpo en deseos, es el mismo efecto que siente quien te escribe cuando te ve, cuando te lee.
    Cuando te veo cada mañana en ese medio de transporte día tras día. Autómatas, nos miramos sin la provocación fija de las miradas. Mis ojos, a hurtadillas, observan tus ojos antes que sorprendas los míos. Repaso tu mirada, por si delata tu noche apasionada. Repaso tus hombros desnudos, imaginándome la ausencia de caricias en ese moldeado encofrado de tu piel. Asalto tus prominentes pechos, ensalzando tu figura en ese respirar pausado que trota bajo tu blusa. Deslizo mi vista en ese cruce de piernas, regalo sensual a mi pensamiento, como escondiendo entre tu entrepierna el nido que despertará nuestro deseo pensado y callado. Cuando sorprendes mi mirada, adivino en tu sonrisa dibujada de tus labios, que apruebas, aplaudes y deseas la proyección de mi pensamiento en tus preguntas calladas.
    Como lees, la primavera, como las otras estaciones, no influyen en nuestros deseos de cada día. Porque cada mañana del recorrido anual, día a día, deseo compartir tus deseos.

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  4. Lo cual, bel, no quiere decir que las fotos que pones no me parezcan de una horteridad despampanante. Mi gusto (sin coincidir cien por cien, porque yo soy más raro que un perro verde) va más por la Quimera Erótica, hábil descubrimiento (para mí) de Tiberio:
    http://senserotica.canalblog.com/
    Ah, ya puestos, te voy a confesar qué es casi el cien por cien de erótico para mí: el campeonato del mundo de atletismo (no pretendo ser comprendido).

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  5. Gracias Nana....empezaba a sentirme un bicho raro! jajaja. Pues yo ya me estoy cansando de, como tú dices, ocultar mis ansias.

    Alonso, pedazo comentario el tuyo! ¿Y para qué negarlo? Muy satisfactorio y complaciente, me has hecho sentir bien.
    Creo que exageras pero aceptado queda. Un beso.
    PD: Horteras mis imágenes? jajajaja. Bueno, puede ser, quizás yo sea un poco hortera también, pero la procesión -porque sí, era procesión- va por dentro y en cualquier caso sigo siendo una hortera excitada.


    Manel, pues tienes razón: cada vez me voy dando más cuenta de que no son las estaciones las que influyen en el deseo, aunque en verano, con las altas temperaturas, los cuerpos ligeros de ropa, los torsos masculinos mostrándose desnudos sin pudor,....todo ello hace que algo sí que aumente en mi interior.
    ¿Estás seguro de que hemos coincidido en el transporte público? Jo, pues a la próxima házmelo saber y date a conocer.

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  6. Qué bueno sería no tener que apagar ese fuego, y poder satisfacer esa necesidad igual que le preguntas a la de la tienda si le va bien el negocio, por el mero hecho de satisfacer la necesidad de relacionarse.

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  7. 51.34, sí, debería ser más fácil y más sencillo. O al menos, si no quemase tanto....

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Me excitan las palabras... así es que no olvides dejar alguna.