Querida Maribel,
Ya llevo una semana aquí de vacaciones en el pueblo, con los tíos de mis
padres, y lo estoy pasando genial. Hace un sol que abrasa, pero me llevaré de
vuelta un buen bronceado.
Dentro de pocos días llegarán mis padres, con mi hermano pequeño, y
entonces nos trasladaremos a casa de mis otros tíos…. Y ufff! Lo estoy
deseando. Allí estoy mejor, porque estaré más tranquila….verás. Voy a contarte
algo que no me atreví nunca a contarte.
¿Recuerdas cuando hace unos días salimos las chicas por la tarde a tomar
un helado? ¿Recuerdas que estuvimos hablando sobre la masturbación y las cinco
negamos rotundamente que nos masturbásemos?
Pues no es cierto. Yo no me lo creo. Y además te diré que yo mentí.
No hace mucho que empecé a hacerlo y ni siquiera recuerdo cuándo ni por
qué. Pero sé perfectamente el cómo. Lo hago siempre igual. ¿Sabes ese cepillo
redondo, bien gordote, con el que me aliso la melena? Pues con su mango de
madera. No lo introduzco todo, sabes? Por alguna razón me duele, pero creo que
algún día eso cambiará. Pero me acaricio con él. Abro las piernas, me acaricio
con su punta a todo lo largo y ancho de mi sexo, y luego hay un punto en el que
me gusta más…. Ahí sitúo el palo perpendicular, y lo muevo, rápido, muy rápido…y
entonces….no sé muy bien cómo explicarte lo que siento. En la vida he sentido
nada igual, nada tan placentero. No sé si eso es un orgasmo, pero si no lo es
debe ser lo más parecido.
Al principio lo hacía por las noches. Me quedaba en la cama, leyendo, o a
veces a oscuras, pensando…y esperando a que no se oyese ningún ruido en mi
casa, a que todos estuviesen dormidos, para hacerlo… Y luego me quedaba
dormida. Poco a poco, necesitaba hacerlo más veces. Acababa exhausta pero llena
de una sensación que, como te digo, no sé explicar muy bien.
Ahora necesito hacerlo muchas veces, cuantas más mejor. Cada vez que
tengo ocasión, me encierro en el baño, cojo el cepillo, me bajo las bragas y me
acaricio, me introduzco el mango, sólo un poquito, apoyada contra la pared y
sujetándome a la pila.
Hace muy poco he empezado a practicar con los dedos, con mis propias
manos, con mi propia piel. El placer ha aumentado mucho más, y el control
también. Creo que cada vez lo hago más y mejor.
¿Sabes que me pasó hace un par de días? Resulta que nos obligan a echar
la siesta. La verdad es que debe hacer más de cuarenta grados, y otra cosa no
se puede hacer con este calor tan sofocante. Como somos tantos en casa, yo
comparto habitación con una prima de 19 años y con una prima de ésta, que tiene
7.
De repente, sentí unos deseos enormes de tocarme. No podía ir al baño
pues la tía Antonia, que aún andaba fregando cacharros en la cocina, se daría
cuenta, me preguntaría y me regañaría, mandándome a la cama de nuevo. Así es
que esperé hasta que me pareció que tanto la chica como la niña ya estaban
dormidas.
La habitación estaba totalmente a oscuras. Parece ser que así se está más
fresquito, cerrando puertas y ventanas a cal y canto.
Desabroché el botón de mi pantalón corto, y metí mi mano entre mis
bragas. Empecé a acariciarme. Estaba tan mojada, que parecía que me hubiese
meado. Creo que nunca me lo encontré tan húmedo. Dicen que cuanto más excitada
estés o más ganas tengas, más húmeda estarás.
Continué acariciándome. Noté desde el principio que esta vez era
diferente a todas. Aunque intentaba no hacer ruido (me he vuelto una experta en
eso), creo que me movía más de lo que lo hago normalmente. Movía mis caderas
hacia mis propios dedos, empujaba más con ellas invitándolos a ellos a entrar
más en mí, a acariciarme cada vez más rápido, más intenso…
Supongo que inconscientemente me estaba moviendo y entonces la niña me
preguntó que por qué me movía tanto en la cama. Me quedé paralizada. No sabía
qué hacer ni qué decir, y yo aún no había terminado….y tenía que terminar como
fuese. No sé si tú conoces ya esa sensación o no, Maribel, pero cuando tienes
ese momento, ya nada ni nadie puede pararte.
Le dije que se durmiera. Me dijo que no tenía sueño. Le insistí. Y
finalmente, le dije que mecería la cama hasta que se quedase dormida.
De esta manera, pude acabar. Y aunque el placer fue mayor que ninguna
otra vez, tuve que acabar mordiéndome un brazo para no gritar. Sólo esperaba
que no me quedase ninguna señal y no tener que dar ninguna explicación.
Maribel, guapa….creo que nos han engañado. Creo que el sexo no es nada
sucio o algo que sólo debamos practicar cuando nos casemos. Nos han estado informando mal, me parece.
De todos modos, prepárate. En septiembre empezaremos el instituto. ¿No es
en esta época cuando se supone que pierdes tu virginidad, cuando sales con
chicos, cuando tocas y te tocan? Sea como sea, abramos la mente, Maribel…..y si
se puede, también las piernas! A mi vuelta seguiremos hablando de esto vale?
Besitos.
Un pueblo de Extremadura, 7 de agosto de 19XX